El faro que nos ilumina

Hace un par de semanas, tomando una sangría nocturna en la playa de la Chucha, nos sentíamos extraños. Soplaba un viento suave, la arena estaba fresca y rompían alegremente las olas, pero había algo importante que echábamos en falta: la luz del faro Sacratif.

Juraría que, en mis 50 años de vida, era la primera vez que el faro estaba apagado. Si algo había seguro en mi vida era que, en la playa, nunca faltaría su luz. Esos baños bajo las estrellas en las noches de moraga, cuando se podían hacer hogueras en la playa. Esos chapuzones a oscuras, después de correr o de volver con la bicicleta. Esas ardientes noches de terral en el rebalaje… ahí estaba la luz del faro, fiel e incombustible aliada de los espíritus noctámbulos en los tiempos en que el ocio nocturno era otra cosa.

Que haya sido en 2020 cuando el faro Sacratif haya estado unas noches apagado tiene todo el sentido. ¡Lo que no pase este año! Eso sí, ha sido algo más simbólico y sentimental que peligroso o arriesgado. Tal y como me cuentan de la Autoridad Portuaria de Motril, se activaron convenientemente todos los protocolos oportunos, balizas, señales GPS y demás sistemas de señalización para asegurar el paso sin contratiempos de los barcos por nuestra costa.

La historia del faro Sacratif, como la de todos los faros, resulta apasionante. Estos días he estado leyendo, no casualmente, la tercera entrega marítima de Philip Hoare, ‘El alma del mar’, en la que nos habla de la familia de Robert L. Stevenson, saga de constructores de faros de la costa escocesa. ¡Qué vidas, las de los fareros!

Según la documentación que me hacen seguir del puerto de Motril, el origen del faro granadino por antonomasia, el más antiguo y luminoso de la provincia, data de 1860, cuando se presentó el proyecto por el ingeniero Constantino Germán. Una vez construido el edificio de planta rectangular y su torre troncocónica de cerca de 14 metros, “se colocó una linterna docecagonal con cristales planos y cúpula semiesférica. Dentro de ella se puso un aparato catadióptrico de segundo orden que daba luz fija blanca con destellos de minuto en minuto, producidos por una lámpara Degrand que consumía aceite de oliva”. El faro se encendió el 31 de diciembre de 1863, en tiempos de Isabel II. Y hasta ahora.

Ya luce el Sacratif de nuevo. Con una luz diferente a la de antaño, pero vuelve a iluminar nuestras vidas.

Jesús Lens

El milagro del Puerto

Artículo de hoy en IDEAL. Pero, casi mejor no lo leas. Vayamos a liarla y se tuerza algo, caiga por aquí el asteroide lo qué sé yo…

Cuando terminé la carrera de Derecho, además de hacer mis pinitos como abogado, trabajé en la sucursal de Motril del Banco de Andalucía. Entre los clientes, muchos empleados de una empresa de transportes por carretera que hacían larguísimos viajes en camión, repartiendo mercancías por toda Europa.

No podía dejar de admirar y envidiar a todos y cada uno de ellos, que se embarcaban en periplos que les conducían a Holanda, Alemania o hasta a los países nórdicos.

 Comotrans

Leyendo la prensa de estos días me encuentro con la noticia de que la empresa, Comotrans, amplía ahora sus instalaciones para atender el tráfico con Marruecos. Y, a la vez, otra información: el movimiento de contenedores sube más de un 46 % en el puerto de Motril en 2012.

Si el lector es aficionado a los deportes sabrá que, cuando un jugador va a lanzar un penalti o un tiro libre, está terminantemente prohibido que el espectador diga algo así como “esto es gol/canasta segura. Fulanito es infalible desde el punto de penalti/la línea de personal”. Eso suele equivaler a fallo seguro, con independencia de estadísticas, fichas millonarias o nervios de acero.

Y algo así me lleva pasando a mí, con este artículo, desde hace meses. ¿Ha reparado usted en que el puerto de Motril solo sale en prensa por razones positivas? Crecimiento, creación de puestos de trabajo, apertura de nuevas rutas y líneas de negocio… ¡Y ni un escándalo, oiga!

 Granada Marruecos

Parece increíble que el puerto de Motril se mantenga al margen del enrarecimiento habitual que envuelve a cualquier idea, proyecto, infraestructura, equipamiento o inversión que tenga que ver con Granada. ¡Ni una estridencia, promesa incumplida, salida de tono, astracanada o mamarrachada rodean a cualquier aspecto que tenga que ver con el puerto de Motril! Así, no es de extrañar que un amigo de la Chucha sostenga que, hoy por hoy, adquirir un par de naves en sus cercanías sería un inmejorable negocio o, incluso, que se nos plantee la posibilidad de husmear por la implantación de frutos subtropicales en el mercado marroquí.

¡Nunca África estuvo tan próxima a Andalucía como ahora! Y no hablo, en esta ocasión, de pateras o inmigración del sur hacia el norte sino, muy al contrario, de establecer nexos comerciales con nuestro continente más cercano, utilizando para ello esa entrada privilegiada en que se está convirtiendo el puerto de Motril. Un puerto, eso sí, al que no le van a hacer una conexión directa, lógica y natural con la autovía, con sus cuatro carriles, para facilitar el tráfico y evitar cuellos de botella. ¡Faltaría más, en esta tierra nuestra!

 Puerto de Motril

De verdad. Miedo me da. Tengo un amigo que trabaja en las entretelas del puerto y al que nunca le pregunto nada sobre su funcionamiento, ni sobre los responsables de su éxito y su buena gestión. Y no le pregunto no por desinterés, lógicamente; sino por miedo. Por miedo a saber. A conocer. Y a contar. Vayamos a pollas.

De hecho, creo que ya he hablado demasiado sobre este auténtico milagro, rara avis granadina. Y pienso: ¿sería posible que este artículo se autodestruyera en cinco segundos y no constara en ninguna hemeroteca? Casi me dan ganas, como si estuviéramos en una sesión de hipnotismo, de decir eso de “cuando cuente hasta tres y chasquee los dedos, usted despertará y habrá olvidado todo lo leído hasta aquí.

Uno, dos y…tres. ¡Chas!”

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¿Y los anteriores Días de San Valentón? Esto blogueamos: 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012