Paraíso interior

Me permito tomarle prestado el eslogan a nuestra provincia hermana, Jaén, para hablar de esa belleza que se encuentra en el interior, pero que tanto trabajo nos cuesta descubrir. Y disfrutar.

El mundo estaba en nuestra casa

Tranquis. Esto no va de que saldremos reforzados de la pandemia y toda esa vaina. Es mucho más sencillo. Y banal: confinados en nuestras casas y sin poder salir, no nos ha quedado más remedio que convivir con nuestro interior cotidiano durante varias semanas seguidas. ¿Y qué nos hemos encontrado?

Para empezar, una enorme desigualdad. El derecho constitucional a disfrutar de una vivienda digna y adecuada se manifiesta de extrema necesidad cuando salir a la calle está vetado por una cuestión de salud pública. De cara a la reconstrucción post-pandemia, la cuestión del acceso a la vivienda debería ocupar uno de los puestos más altos de la lista.

Se dice que a partir de una determinada edad, uno tiene la cara que se merece. ¿Cabe hacer esa analogía con el domicilio en que vivimos? ¿Lo tratamos con el mimo y el esmero que se merece? ¿En serio que menos es más?

A lo largo de esas semanas he disfrutado de un montón de tebeos que tenía pendientes de leer, comprados de forma compulsiva a lo largo de los años. Lo hablaba el otro día con Paco, el dueño de la librería Subterránea: hay cómics que piden tiempo para ser leídos de una tacada, durante varias horas seguidas. En pleno confinamiento les ha llegado su hora.

Rescato viejas películas que tenía amontonadas en vetustos DVD. Porque las plataformas están muy bien, pero no lo tienen todo. Ni muchísimo menos. Y, en ocasiones, me resisto a ver lo que manda el algoritmo de turno. ¡Qué placer, recuperar aquellos clásicos, todavía precintados, que me esperaban arrumbados al fondo de una estantería!

¿Y las paredes? A que no se me cayera la casa encima han colaborado esos cuadros, grabados, fotografías, pósters y carteles que, a lo largo de los años, he ido atesorando con la veleidosa pasión del aficionado diletante. Por no hablar de esas figuritas que me acompañan en la mesa de trabajo, de Blacksad a Vito Corleone, pasando por el capitán Haddock, Laura Palmer; Dalí o la Mujer del Leño. Echo de menos tener plantas, eso sí. Soy descuidado y me daría pena que muriesen. Creo que ahora las cuidaría con mucho cariño.

Si, como pronostican los expertos, seguiremos pasando mucho tiempo en nuestro hogar, toca repensar dónde se esconde su belleza, en busca del paraíso interior.

Jesús Lens