El respaldo unívoco

Antes de escribir esta columna siempre le echo un vistazo a las webs de cuatro o cinco periódicos, a ver qué se cuece por ahí. A eso de las 19 horas leía que Pedro Sánchez había respaldado a su Ministra de Sanidad, diciendo que tenía plena confianza en ella. A las 20.45, Carmen Montón convocaba a los medios para comunicar su dimisión. ¡Ni los entrenadores de fútbol recién confirmados por la junta directiva del club duran tan poco en un banquillo caliente!

Desde la sentencia de la Gürtel y el adiós de Rajoy, nada volverá a ser igual en España, pero algunos todavía no se han enterado. Y muchos de ellos están en el PP, partido que eligió a Pablo Casado como presidente a sabiendas de lo turbio de su curriculum y lo estrambótico de su paso por la Juan Carlos I. Y que cada uno le de al verbo “pasar” la interpretación que quiera.

Hace una semana, cuando se conoció la sentencia sobre el Congreso del Partido Popular granadino del pasado mes de mayo, su secretario general, Pablo García, arremetió duramente contra la cacería a la que el PP estaba siendo sometido, parafraseando al propio Casado.

Así, no es de extrañar que el Vicesecretario de Organización del PP, Javier Maroto, manifestara en nombre de la dirección nacional del partido el “respaldo unívoco” al presidente del PP de Granada, Sebastián Pérez. “Es la persona de confianza de la dirección nacional”, apuntilló.

Lo comentaba con un buen amigo: ¿Unívoco? ¿Qué quiere decir eso de “unívoco”? ¿Se refiere a que hay unanimidad a la hora de prestar este apoyo en la referida dirección nacional? ¿En serio? ¿Ni una voz discordante? ¿Prietas las filas e impasible el ademán? O lo mismo quería decir “inequívoco”, pero se equivocó con el concepto.

Las cosas están cambiando a pasos agigantados y a unos les está costando darse por aludidos más que a otros. Los Ciudadanos de Luis Salvador, a pesar de sus filias y sus fobias, no pudieron apoyar al PP local porque la mayoría de sus concejales están salpicados por diversos escándalos judiciales. Ahora, con el follón del Congreso, no parece que el PP empiece con buen pie su nueva andadura pre-electoral. Máxime porque la dimisión de la Ministra deja en una situación muy delicada a Pablo Casado. ¡Soraya! ¿Dónde estás cuando te necesitan?

Jesús Lens

Y el centro, ¿dónde queda?

Si yo hubiera sido del PP y muy del PP, habría aprovechado el paso de Soraya, Pablo y Maria Dolores por Granada, cuando sonreían a diestro y siniestro y se dejaban tocar, abrazar y achuchar por todo hijo de vecino: me habría hecho un selfie con cada uno de ellos para dejarlo guardadito en el móvil, a buen recaudo hasta el día del cónclave.

Granadinas con Casado

Ayer sábado, tener un selfie con Casado valía su peso en oro. ¡Qué puntazo, poder subirlo a todas las redes sociales habidas y por haber y proclamar aquello de: “¿Yo? De Pablo de toda la vida…”!

Y es que toca hablar de Pablo como, en Granada, la gente cool habla de Federico, como si fuera un primo cercano con el que comemos paella cada dos domingos. Pero no vean que lío, ahora, con dos Pablos como líderes de la oposición. O lo que sea. Uno Casado y el otro Iglesias. ¿A que suena a chiste rancio?

Yo estaba siguiendo el duelo entre Pablo y Soraya muy de lejos, con distanciamiento, hasta que me encontré con un anuncio a toda página de Hazte Oír en el que pedían el voto para el mozo por considerarlo mucho más cercano a su reaccionario ideario que la ex vicepresidenta. Y Soraya Sáez de Santamaría ya era un rato conservadora…

En su momento, el PSOE eligió a Pedro Sánchez por encima de Susana Díaz por considerarle más de izquierdas, más progresista que la presidenta de la Junta de Andalucía, alineada con el aparato y con el socialismo más supuestamente conservador.

Así las cosas, ¿dónde queda el centro, aquel espacio mítico por el que se peleaban todas las fuerzas políticas, no hace tanto tiempo? ¿Se acuerdan? Era una época en la que el Euro nos trataba de convencer del fin de las ideologías. Cuando nos creíamos ricos, seguros de que el crecimiento del PIB, la renta per cápita, el IPC y el importe de las nóminas eran consustanciales a ser español y muy español.

Luego resultó que no: llegó la crisis y, miedosos y timoratos, dejamos que arramblara con la clase media y ahondara la brecha de la desigualdad. Entonces, volvieron los nacionalismos, las banderas, el miedo, la insolidaridad y el egoísmo. Y, de su mano, las ideologías. Que nunca se habían ido y que, de nuevo, nos exigen tomar partido.

Jesús Lens