No lo sé

Este artículo lo publiqué en IDEAL durante el mes de agosto. Pero sigue teniendo vigencia. ¿Quién no conoce a un sabelotodo?

Me pasó hace unos días. Estaba tomando unas cañas con unos amigos cuando planteé en alta voz una sencilla pregunta, cuya respuesta yo ya conocía de antemano. Una pregunta, por tanto, que solo admitía dos posibles respuestas: sí o no lo sé.

 No lo sé

Dos de ellos, efectivamente, dijeron que no tenían ni idea (uno añadió que tampoco le importaba, pero esa es otra historia). Mi pasmo y mi sorpresa llegaron cuando el tercero en discordia respondió con un sonoro, inequívoco y rotundo: “No”.

A ver: no se trataba de recabar una opinión, de pulsar un ánimo, de una pregunta abierta… No. Era una pregunta sobre el conocimiento de una cuestión precisa y puntual. Y la respuesta era que sí. Así que insistí:

–         ¿Estás seguro? Mira que, por lo que yo sé, sí que…

–         Te digo yo que no. Para nada. En absoluto.

¿Por qué hacemos cosas así? Estaba claro que mi colega no sabía de lo que hablaba, pero una vez que había soltado su primer “No”, ya no iba a recular. ¡Faltaría más! Bien es cierto que podría yo haber sacado el móvil para conectarme a Internet y demostrarle que no tenía razón, pero la cuestión no era tan importante y, sobre todo, se habría generado una de esas situaciones incómodas que nos hubieran fastidiado la noche. Así que pasamos a otro tema y allí paz y después gloria.

 Bla bla

Unas cañas después, mi rotundo amigo nos preguntó que si nos habíamos enterado de lo que le había pasado a Fulanito, conocido de los cuatro. Mientras nos contaba la historia, yo no podía dejar de pensar en la jeta, en el morrazo que le había echado antes, así que no le presté mucha atención. Por eso, cuando terminó de desgranar el sucedido y nos pidió nuestra opinión, yo me limité a mirar el partido de fútbol que, sin sonido, emitía la televisión.

¿Qué problema tenemos en admitir que no sabemos una cosa? O, en positivo, ¿por qué esa compulsiva necesidad de demostrar que lo sabemos todo, hasta lo más nimio e intrascendente? ¿Qué nos lleva a mentir y, en muchos casos, a hacer el ridículo delante de la gente; por una necesidad de aparentar que atesoramos conocimientos de los que, en realidad, adolecemos?

 No lo se

En situaciones como ésta le asalta a uno la tentación de acudir a tópicos y a frases hechas y manidas como las del mentiroso y el cojo o a fábulas como la de Pedro y el lobo. Porque una cosa es, de vez en cuando, sacar al Seleccionador Nacional que todos llevamos dentro o dar rienda suelta al Arreglador Internacional de Problemas Universales que surge en la barra del bar cuando llevas tres birras encima; y otra muy distinta es convertirte en el Pepito Grillo que todo lo sabe y siempre tiene respuesta, consejo o admonición para cualquier consulta, momento o situación. El Síndrome del Tertuliano Compulsivo, o sea.

Jesús Lens

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Descarga

Hoy publico en IDEAL esta columna. Distinta. Es opinión, pero utilizando un estilo muy narrativo. Aunque el fondo es polémico y sé que va a irritar a algunos; espero que te guste la forma que le he dado. Desde luego, lo pasé pipa escribiéndola…

Lo primero que hizo al despertarse fue encender el ordenador e ir a la web desde la que se había estado bajando todos los episodios de “True Detective”, la última miniserie de la HBO, una auténtica joya. Esa noche, en Estados Unidos, se había emitido el octavo y último episodio de la primera temporada y quería verlo antes de entrar en las Redes Sociales, que estarían ardiendo con la resolución del caso protagonizado por Matthew McConaughey y Woody Harrelson.

 True Detective Rust

¡Allí estaba el archivo, efectivamente, listo para ser bajado, paladeado y degustado con toda delectación! Fue entonces, al pulsar el icono de “Descarga”, cuando recibió el primer calambrazo. Un calambre para nada comparable al que recibía de vez en cuando, al tocar el pomo metálico de la puerta de su despacho o al acercarse a según qué personas, cargadas de electricidad estática.

 descarga

Volvió a intentarlo. Y recibió una segunda sacudida, tan fuerte, que le provocó un escalofrío que le recorrió toda la columna vertebral. ¿Sería por estar aún descalzo? No solo se puso unos gruesos calcetines y las zapatillas de estar en casa, sino que se cubrió la mano con una camiseta, antes de volver a pulsar. Descarga. En esa ocasión recibió un chispazo de tal intensidad que, al asomarse al espejo, se encontró convertido en todo un punkie ochentero.

Apagó. Y volvió a encender. Pulsó. Y sintió que se electrocutaba. Entonces llamó a su amigo Ramón, un chispas que sabía bastante de electricidad tras haber hecho un módulo de FP.

 descarga ahora

– ¡Qué toma de tierra ni toma de tierra! ¿Estás tú tonto? Algún cable que tendrás suelto y hace un mal contacto. Apaga y revisa todo el cableado, comprobando que tienes el equipo bien enchufado. Reinicia y descarga… ¡levantando los pies del suelo, por si acaso, jajajajajaja!

Todavía se escuchaban las carcajadas de Ramón al otro lado del teléfono cuando, tras hacer lo que le había dicho y haber vuelto a probar la descarga, un intenso olor a pollo frito le convenció de que aquello no tenía nada que ver con la electricidad.

 Descargar

Finalmente, tiró la toalla. Ya llegaba tarde al trabajo, si bien es cierto que esa mañana se encontraría de lo más despierto, espabilado y productivo.

No tuvo mejor suerte por la noche, al volver a casa. Ni en los días siguientes. Pero lo peor de todo fue que empezó a cogerle gustillo a las descargas. Le resultaban estimulantes. Incómodas y dolorosas, pero le cargaban las pilas. De hecho, la descarga se convirtió en un fin en sí mismo: ya no se trataba de ver series y películas o de bajarse música. Lo importante era el chute.

 descarga

Que una mañana dejara sin luz a todo el edificio o que otro día hubiera estado a punto de fundir la iluminación callejera del barrio, le traía sin cuidado. Tampoco le importó que la factura de la luz estuviera subiendo de forma alarmante. Porque lo importante era la descarga.

Jesús Lens

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Las Colas

Columna que publico hoy en IDEAL. Y es que entre las ratas del río Monachil y esto, da la sensación de que vamos, a pasos agigantados… ¡hacia atrás!

Pocas imágenes más representativas del tercermundismo que las colas. Hacer cola, básicamente, es perder el tiempo. Y hacérselo perder a los demás. Por lo tanto, cuantas más colas y más largas, peor. Así, en general. Y en bruto.

 cola

Asistimos estos días a las lamentables imágenes de las colas que se montan desde antes del amanecer, en las gélidas madrugadas de invierno, a las puertas del Registro Civil de Granada, una de esas dependencias que aún requiere de la presencia física de los usuarios para una adecuada prestación de servicios: inscripciones y partidas de nacimiento, defunción y otros documentos oficiales por el estilo.

Fotografías de colas enormes y desmesuradas, más propias de fans adolescentes que aguardan para conseguir las mejores entradas para un concierto que de ciudadanos de a pie que acuden a un edificio público en un país desarrollado. Aberrantes colas que hacen sonreír cuando están integradas por frikis gafapastas que tratan de hacerse en primicia con el último gadget tecnológico del momento; pero que dan pena cuando son el reflejo de la ineficacia y la ineficiencia de la administración pública.

 Colas

Ojo. De la administración, no de los pobres funcionarios a los que les toca sufrir las iras de los ciudadanos, indignados, maltratados y aplastados por el peso de la burocracia. Según hemos podido leer, la culpa de haber llegado a esta situación la tienen los recortes, excusa que, dicho sea de paso, sirve para un roto y para un descosido: la falta de presupuesto “obliga” a no cubrir bajas, a no pagar horas de refuerzo y a no abrir por la tarde. Y ello condena a centenares de personas a perder horas y horas de su vida personal, laboral y profesional en la absurda, ingrata, inane e imbécil tarea de hacer cola.

Una de las imágenes que tenemos grabada en nuestro imaginario colectivo y que mejor reflejaba el fracaso colectivo del supuesto régimen socialista soviético es la de las colas. Colas para poder adquirir cualquier bien o servicio, por básico que fuera. Una foto con decenas de personas en fila, ateridas de frío y esperando pacientemente; nos retrotrae a tiempos pretéritos y que creíamos extintos. Da igual que ahora vistamos con ropas de colores y calcemos botas aislantes: hacer cola en mitad de la calle huele a naftalina, pinta en sepia, recuerda a las cartillas de racionamiento y es sinónimo de derrota y de inacción, de pérdida de tiempo, de improductividad y de vacío.

 Colas registro civil

No sé lo que costará, en cifras, reponer a los funcionarios que, hasta hace poco, atendían en tiempo y forma el Registro Civil, pero en imagen, estética, dignidad y confianza; la vuelta a una cierta normalidad en la atención a los ciudadanos no tendría precio.

Jesús Lens

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Navidades en guerra

Mi primera columna del año, en IDEAL, nos recuerda que hay otras realidades por ahí fuera bastante tristes y demoledoras. Por desgracia.

Antes, cuando viajaba en Navidad, solía elegir destinos del Oriente Medio, buscando perderme por esos mundos islámicos que tan extraños, desconocidos y desconcertantes nos resultan; transitando por Siria, Líbano, Yemen, el Malí o Egipto.

Leo la prensa de estos días y veo con preocupación que el Líbano puede ser el próximo país en precipitarse por la senda del horror de la guerra. Los demás de mi particular lista navideña, por desgracia, ya están bien bañados en sangre.

 Oriente Medio hezbola

Lo de Siria, en concreto, es tan brutal como representativo del caos geopolítico en que vivimos. Hubo un momento en que la intervención internacional parecía tan inminente como imprescindible. ¿Se acuerda el lector? Al Assad era una bestia sin entrañas que había gaseado a sus conciudadanos y eso que se ha dado en llamar la Comunidad Internacional iba a tomar cartas en el asunto. El uso de armas químicas era inadmisible y Obama se había puesto serio.

Por arte de birlibirloque, los emisarios de Al Assad consiguieron convencer a quienes manejan el cotarro de que tampoco había sido para tanto y de que, en cualquier caso, nunca mais. Así que… aquí paz y después gloria. En Siria, sin embargo, guerra, muerte y destrucción. Pero fuera de foco.

 Oriente Medio siria

Y es que los analistas se dieron cuenta de que los rebeldes que luchaban contra Al Assad estaban alimentados, nutridos e incluso dirigidos por los islamistas integristas de Al Qaeda. Y, mentada la bicha, se acabó la justicia internacional, la defensa de los derechos humanos y la firmeza contra el régimen sátrapa sirio; lo que ha conllevado la desestabilización de un Líbano en el que Hezbolá sigue desempeñando un importante papel… a la espera de saber qué deriva tomará el Irán del nuevo presidente Hasán Rouhaní.

Mientras, las únicas noticias que nos llegan de Egipto son las que hablan de Jornadas de la Ira, violencia en las calles, represión y muerte. Por su parte, Yemen no existe, informativamente hablando. Excepto cuando algún atentado terrorista provoca cincuenta o más muertos, el medievalismo en que sigue apresado uno de los países más hermosos, enigmáticos y subyugantes de Oriente lo aleja de los focos y la atención mediática.

 Oriente Medio

Y, aunque parece que el Malí ha ido recuperando una cierta normalidad tras la derrota-retirada del MNLA, que llegó a dividir el país en dos e impuso la sharia como ordenamiento jurídico en todo el norte del país; el comienzo del 2014 tampoco verá la celebración del mítico Festival del Desierto, a orillas de Tombuctú, dado que era imposible garantizar una mínima seguridad.

El 2014 acaba de amanecer en un mundo caótico que se desangra por incontables heridas. Nosotros tenemos suerte. Aunque vaya por barrios. Y nuestro primer propósito de Año Nuevo debería ser, en la medida de lo posible, tratar de no joderla.

Jesús Lens

Sur-realismo

Vamos a despedir el año con el artículo que publico hoy en IDEAL. El 31 de diciembre es un buen día para reflexionar sobre este Sur-realismo tan peculiar en el que vivimos, ¿no te parece?

Sé que no tenemos la exclusividad. ¡Ni la queremos! Pero ahora que estamos en el tránsito interanual, me ha dado por recopilar ciertas realidades de este sur en que vivimos que, por decirlo suavemente, resultan ser de lo más surrealistas.

 Surrealismo

Por ejemplo, esos presuntos cursos de formación de un sindicato que, en realidad, versaban sobre el noble arte de pelar langostinos. Que no es nada fácil hacerlo con la rapidez y la destreza suficientes como para que no se te quede cara de panoli viendo a tu compañero de parranda zamparse tres piezas -¡y chupándoles la cabeza!- mientras tú te peleas por pelar solo uno, con una cierta dignidad. Y gracia.

Lo que me lleva a los autos que emite, habitualmente de madrugada, la jueza del maletín rodante, cuyo estilismo ya marca tendencia. Esos autos en los que destaca, con luz propia, la figura del preboste de la Junta que despachaba indemnizaciones millonarias en los bares, tumbando gin-tónics mientras su compañero-chófer, presuntamente, iba a pillar unos pollos que le permitieran al abnegado funcionario seguir rindiendo subvenciones, mañana, tarde y noche, sin bajar la intensidad.

 Surrealismo ciudad

Y como ahora parece que los máximos responsables de la patronal andaluza también van a ser imputados por un quítame allá unas turbias promociones inmobiliarias; es posible que de aquí un tiempo sea en el trullo donde más se hable de esa concertación social andaluza que ahora mismo está en punto muerto. ¡La que se les viene encima a los funcionarios de prisiones! Máxime si coinciden, en el espacio y en el tiempo, otros conocidos personajes de la farándula futbolero-taurina cuya libertad empieza a depender de ese postrer recurso conocido como indulto, el más injusto de todos.

En materia de infraestructuras, además de la inefable e interminable autovía, tenemos una surrealista presa que, además de haber costado un potosí y de necesitar reparaciones urgentes; no ha servido para regar ni una hectárea de terreno cultivable por determinados errores estructurales de complejísima solución. Además, tenemos atascado desde hace lustros un Centro Lorca cuya mera apertura podría poner a miles de turistas (más) en camino hacia Granada. Eso sí, lo de llegar a nuestra tierra… complicado. Por mar, se encuentran con un Puerto aislado. Por tierra, sin AVE. Y por aire, lo más probable es que los viajeros terminen en Málaga.

 Surrealismo barcos

Porque igual que hay ciudades con aeropuertos de reciente construcción en los que aún no ha aterrizado ni un vuelo comercial, nosotros nos hemos empeñado en despojar de aviones un aeropuerto con más de cuarenta años de antigüedad. Y eso que somos una ciudad turística por excelencia. Y una potencia cultural. Y universitaria. En la que no hay ni una sala de cine convencional que proyecte cine de autor en versión original y cuyo Parque Tecnológico no tiene habilitadas las canalizaciones para aguas residuales ni permite que opere una empresa porque no hay suficiente potencia eléctrica. ¡Puro Sur-realismo!

Jesús Lens

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