La muerte del pequeño Shug

Querido Paco Camarasa… ¡qué razón tenías! Una vez más. Y van…

Razón tenías cuando me llamaste hace unas semanas para decirme que, en el pedido mensual de Negra y Criminal, venía una de esas pequeñas novelas que, sin embargo, son grandes. Muy grandes. Me recomendabas que no tardara en leerla. Que era cortita: apenas 200 páginas de letra grande y maquetación generosa. Y que me iba a gustar. Mucho. La muerte del pequeño Shug. Publicada por Alba Editorial.

 La muerte del pequeño Shug

¡Y ya te digo, querido amigo, si me ha gustado! Como decimos por aquí, por el sur, me ha gustado… una jartá.

Trece años. Trece. Trece añitos son los que tiene el pequeño Shug, un niño gordito que vive con su madre en un pueblito de las montañas Ozark, en el sur de los Estados Unidos; por Arkansas, Missouri y alrededores. Vive con su madre y con un tipo que aparenta ser su padre. O algo parecido. Un sujeto duro, recio, peligroso y violento. Red. Un auténtico redneck. Un cabrón con pintas que no deja de insultar, vejar y menospreciar a Shug… y de utilizarlo en sus cutres golpes de poca monta. Lo impele a que robe por él medicinas, tranquilizantes y barbitúricos en casas de médicos y enfermos terminales… hasta que es detenido por la policía.

¿Y la madre? ¿Qué opina Glenda de todo esto?

Para seguir leyendo esta reseña, algo que vas a hacer… ¡y lo sabes! debes darte un salto (virtual) a una de nuestras páginas hermanas: Calibre 38. ¿Vale? Pues venga. Pincha el enlace con las mismas ganas con las que hubieras pinchado la burbuja inmobiliaria, de haber estado en tus manos.

Jesús Lens

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Hablemos de límites y de novela negra

¡Qué bueno, que Paco Jurado, padre de aquella excelente novela, “Benegas”, publicada por Almuzara; y mi room-mate en Semana Negra de hace tres o cuatro me haya invitado a participar en unas jornadas literarias en Córdoba, bajo el título de “Un otoño de novela”!

 Córdoba Negra Benegas

Excusas para ir a esa bella ciudad no hacen falta, pero si, además, teñimos la vista de negro y de rojo sangre… ¡brutal!

Y más brutal saber que voy a compartir mesa y charla con dos escritores portentosos. Uno, además, es un conversador nato. Y un tremendo provocador. Además de erudito. Y cinéfilo compulsivo. Su lengua, además de ser la más rápida al otro lado del Guadalquivir, es un arma letal.

Se llama Mariano Sánchez Soler, ha ganado el Premio L’H Confidencial y ya hay ganas… ¡ganazas!… de compartir un buen rato con él.

 Córdoba Negra Mariano

Al otro no lo conozco. En persona. Pero como si lo conociera de toda la vida. Un monstruo como Alexis Ravelo, ganador del Hammett de este año, compañero de andanzas digitales en la Banda del 38 que capitanea el intrépido Ricardo Bosque y, además, un timador nato.

La cuestión que nos plantea el comisario Jurado es de órdago: La expansión del género negro a otros ámbitos literarios. ¿Se puede morir de éxito?

 Córdoba Negra Alexis

¿Qué os parece?

Me gustaría conocer opiniones y sugerencias de cómo orientar la charla de forma que la gente que venga a Córdoba, el jueves 6 de noviembre, además de pasarlo bien (eso, con los tipos antes citados, está asegurado) aprenda y sienta que su tiempo ha estado bien invertido.

El turno de palabra comienza en 3, 2, 1…

¡Seguimos!

Jesús Lens

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Te quiero porque me das de comer

Reseña dedicada a Ricardo Bosque.

¡El puto amo!

 

Oiga. ¿Qué? Que vaya novela… ¿No le ha gustado? No. Me ha enganchado. Como la heroína. Me ha tenido imantado a la lectura desde las primeras palabras del primer capítulo: “El asesino en serie carece de empatía: el asesino en serie acostumbra a cosificar a sus víctimas: las concibe como objetos, nunca como personas: jamás se arrepiente de sus crímenes e incluso, cuando la policía lo detiene, confiesa haber cometido más crímenes de los que realmente cometió”. Pero, ¿gustarme? Yo creo que no.

 Te quiero porque me das de comer

¿Cómo va a gustarme una novela cuya lectura me hizo, a veces, apartar los ojos de sus páginas? Pues como pasa con las películas de terror. Ya, pero esto es un libro. Y los libros no deberían salpicar.

¿Ah, no?

Oiga. ¿Qué? Que lo mismo, si lo pienso bien, sí que me ha gustado. Igual que me gustan las patatas bravas, muy bravas. Esas bravas que pican al entrar, pero que pican más aún al salir. ¿Es posible?

Un médico. Reputado. Que vive en un barrio en constante deterioro: Carabanchel. Pero que aún tiene alma: “En muchas ocasiones se nota que el barrio de Carabanchel (antes de convertirse en lo que es) fue un pueblo: (los domingos) todavía a mucha gente la despierta el altavoz del colchonero lanero (que cambia tres viejos colchones de lana por uno de espuma o de Flex), la interminable o del chatarreroooooooo, el melódico chiflo del afilador y el órgano que pone música al más difícil todavía de la cabra”.

 Te quiero porque me das de comer Carabanchel

Un médico especial. Muy especial. Un médico cuya compleja personalidad comenzó a forjarse en las aulas de la Facultad. Como está mandado. Un médico excepcional, por otra parte. El médico que se disputarían los mejores hospitales del mundo entero. Pero que opera en Carabanchel, el barrio en el que también reside. Un barrio con tanta personalidad como el propio doctor. Solo que de otra manera. Porque Carabanchel ha sido tomado por hordas de yonquis que lo están haciendo cambiar. A marchas forzadas.

Oiga ahora usted, señor lector. Dígame. Que qué le parecen los personajes de “Te quiero porque me das de comer”. ¿A mí? No, a mi prima la de Burgos. Pues me han impresionado. ¿Cuáles, además del médico? Todos. Y cada uno. Al principio me costaba cogerle el aire a la lectura, con esa forma que tiene el autor, David Llorente, de contar sus historias. Pero luego me enganché. Habla usted como si el libro fuera droga, tanto enganche y adicción. Es que lo es. Droga dura. No sé si me convence esa descripción… Pues debería.

 Te quiero porque me das de comer autor

Por cierto. ¿Sí? ¿Qué le parece a usted si, a la hora de definir el libro, dijera que es como si Hannibal Lecter o Jack el Destripador vivieran y mataran en la España de El Vaquilla y El Torete? Pues que sería demasiado simplificar: en esa ecuación no entra, por ejemplo, Casimiro Balcells. Es cierto, pero es que es muy difícil tratar de meter a todos los personajes de una novela coral como “Te quiero porque me das de comer” en una definición. ¿Y quién le ha pedido que lo haga? No, si ya… si yo era por clarificar. Pues no se meta usted en nada. El que quiera y se atreva, que se enfrente a la lectura de la novela de forma desprejuiciada, libre y liberado de aprioris y etiquetas.

Pues sí. Ese sería el mejor de los consejos. Sumergirse en “Te quiero porque me das de comer”, de la editorial Alrevés, y dejarse atrapar en la tela de araña que David Llorente ha tejido e uno de los artefactos literarios más potentes de los últimos tiempos.

Razón: Jesús Lens

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Vivir de noche

¿Empezamos la semana hablando de la mejor literatura negra y criminal? Así arranca mi reseña de «Vivir de noche».

¿De qué se trata?

De la noche. Tiene sus propias reglas.

El día también.

Oh, ya lo sé. Pero no me gustan.

Hay novelas que, en cuanto empiezas a leerlas, las estás viendo. Literalmente. Vivir de noche, el último título publicado por Dennis Lehane en la enciclopédica y colosal Serie Negra de RBA, es una de ellas.

Vivir de noche

Los escritores, en las entrevistas, suelen negar la mayor, pero creo que es imposible que a un autor no le influya, a la hora de escribir, el hecho de saber que su novela será llevada al cine, con (casi) total seguridad. Por ejemplo, Vivir de noche, cuya versión fílmica ya está en marcha.

Ojo, a mí no me parece mal que el autor escriba pensando en ponérselo fácil al guionista y director de la adaptación cinematográfica… mientras me mantenga enganchado a las páginas del libro. Y Lehane, por supuesto, lo consigue. Le sobran oficio y talento para ello. Además, sus personajes son poderosos, las situaciones que plantean sus novelas resultan de lo más atractivas y la tensión narrativa que imprime a cada párrafo es extraordinaria.

 Vivir de noche Lehane

El resto lo puedes leer a través de este enlace, que te lleva a una de nuestras páginas hermanas: Calibre 38. ¡Qué no falte entre tus favoritas!

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens

Últimos días en el Puesto del Este

Fue una tarde extraña. Ya estábamos en pleno verano. Viernes. Julio llamaba a la puerta del calendario. Bajé a la playa. Pronto. Temprano. Antes, salí a correr. Pero la niebla no levantó. Desde la misma orilla, el mar era gris. Del color del mercurio. Amenazante y ominoso. Como un mar del norte. Aunque fuera el Mediterráneo. Como el mar de “La carretera” que fotografió Javier Aguirresarobe para adaptación cinematográfica de la novela homónima de Cormac McCarthy.

La playa de Carchuna. Julio. 2013.
La playa de Carchuna. Julio. 2013.

Hacía frío. Se estaba bien. Escuchando las olas romper sobre las piedras de Carchuna, una de las playas más felizmente ignoradas del litoral granadino. A la vista: nadie. El vacío. Soledad total. Y absoluta.

Empecé a leer.

“Arrecia el frío y aquí, en el Puesto del Este, empiezan a escasear las vituallas. Nueve meses de sitio son mucho tiempo. Ellos siguen ahí afuera, ya casi nunca se les oye, pero podemos sentir su tensión y oímos también las patas de sus perros, las uñas contra la piedra. Su silencio es casi peor que lo otro. El capitán partió a buscar algo, solo eso, algo. Salió sin despedirse para no romper esto que llamamos equilibrio y que sólo es una representación a punto de romperse. Su ausencia resta coraje a la tropa. Afortunadamente, están los niños y eso nos obliga a mantener el ánimo”.

Punto y aparte.

 Últimos días en el Puesto del Este

Un par de horas después, seguía leyendo: “En ese mismo momento yo aproveché para cortarle la cabeza y acabar así con la Bestia y que volviera la paz”.

Punto final.

Hay lecturas que ya nunca podrán olvidar. Mementos Lectori, las llamé una vez. Lecturas que se te quedan grabadas, por siempre jamás. A sangre y fuego. Ésta de Cristina Fallarás, editada por esa editorial guerrillera y francotiradora que es Salto de Página es una de ellas.

 cristina fallaras

No sé si la lectura de “Últimos días en el Puesto del Este” me habría impresionado tanto o la habría disfrutado de la misma manera de haberla leído en otras condiciones. Quizá. Pero la fortuna quiso que las condiciones atmosféricas me ayudaran a sumergirme en la insania de una narración radicalmente despojada de artificios; escrita a cuchillo, cincelada a machete. Una narración áspera y desesperanzada. Y dura. Muy dura. Sin concesiones.

“Últimos días en el Puesto del Este” son cien intensas páginas que no dan tregua. Que nos hablan del aquí y el ahora a través de un mundo que, todavía, está por llegar. Pero que ya asoma sus garras por debajo de la puerta. Un mundo cruel, hostil y despiadado en el que la solidaridad no es sino una ilusión y la esperanza, un recuerdo.

Queda la memoria. Y la supervivencia. Y poco más.

 Cristina Fallarás

Gracias, Cristina, por este hostión. En toda la boca.

En Twitter, nos podemos encontrar: @Jesus_Lens