Trabajo, trabajo y trabajo

Inconmensurable, descomunal, eterna España. Podría llenar esta columna de elogiosos adjetivos superlativos y, aun así, quedarme corto. ¿Cómo escribir de cualquier otra cosa que no sea la épica victoria de ayer de la selección española de baloncesto en el Mundial de China? Somos la Eñe. La ÑBA. Somos, sí. Somos…

Que nos disculpen las dos jóvenes estudiantes que se sobresaltaron con un sonoro ‘jodeeeeeeerrrrrrr’ cuando salían de mi ‘cafecina’, el Kaoba, esa fusión entre cafetería y oficina convertida por un par de horas en cancha de juego sobre la que saltamos, brincamos, blasfemamos y, finalmente, gritamos de forma salvaje mientras chocábamos la manos, felices. Estábamos tan embebidos en el partido que perdimos cualquier atisbo de mesura y cortesía.

Hace unos días, cuando Rafa Nadal ganaba su enésimo torneo de Grand Slam, leí comentarios sobre el ejemplo que debería ser para nuestra clase política. Con lo del básket pasa igual. Las lecciones que lleva dando el combinado español desde los tiempos de Pepu Hernández son como para escribir varios manuales de gestión de equipos.

Tres lecciones de las que deberíamos tomar nota: jamás bajar los brazos. No rendirse ni en los peores momentos. Creer. Confiar. Insistir. Perseverar. Apretar los dientes y seguir tirando hacia delante, contra viento y marea. Lo decíamos hace unos días: con un equipo repleto de bajas y jugando regular, España lo ha vuelto hacer. Ya está clasificada para los Juegos Olímpicos de Tokio, ha ganado la Plata en el Mundial y el domingo peleará por el Oro. ¡Ahí es nada!

Segundo: ganar desde la defensa, a cara de perro, dejándose la piel en cada segundo del juego. Cuando no se puede ofrecer showtime, hay que bajar a pelear en el barro, con uñas y dientes. Como decimos los torpes, pero voluntariosos, siguiendo a los inconmensurables Antoni Daimiel y Guille Giménez: sólo puedo prometer trabajo, trabajo y trabajo.

Generosidad. Este éxito se viene fraguando desde hace meses, gracias a jugadores que sabían que no estarían en China, pero que se fajaron en las denostadas e invisibles Ventanas de la FIBA como si la vida les fuera en ello. ¡Eso sí es compromiso!

Jesús Lens