La felicidad son unas migas

Resulta extraño, pasado mitad de abril, asomarme a la ventana de mi estudio y volver a ver los Alayos cubiertos de nieve mientras jirones de nubes blancas viajan a toda velocidad por la Sierra más baja, impulsadas por un viento incesante.

Abre el cielo y deja ver el sol

Acaba de dejar de llover y algunos pájaros lo celebran con alborozo, pero el cielo sigue cubierto, mostrando un color gris plomizo que hace temer lo peor. O lo mejor, según se mire.

En pocas ocasiones como hoy, el dicho de que ‘nunca llueve a gusto de todos’ ha tenido tanto sentido. Si bien podemos convenir en las bondades de esas aguas mil tan necesarias para nuestros campos, pantanos y acuíferos… ¿tiene que ser hoy, precisamente hoy? Hoy por ayer. Y por mañana. Los días grandes de una Semana Santa que, a los cofrades, le dan sentido a todo un año de trabajo, esfuerzo, ilusión, cariño y dedicación.

Abrazo a los amigos cofrades que ven pasada por agua su ilusión de todo el año, cuando no salen las procesiones

Los primeros días grandes, también, en la Costa Tropical, por mucho que llevemos décadas oyendo hablar de la desestacionalización del turismo. Días grandes, en fin, para esos bares que comienzan con la temporada de terrazas, una de las auténticas y verdaderas pasiones del ser granadino.

No. Estos días no llueve a gusto de todos. Y el tiempo, cuya información concita más interés y atención esta Semana Santa que la propia campaña electoral, vuelve a ser el eje sobre el que pivota el día a día de cientos de miles de personas.

Es cierto. Ya no estamos tan expuestos como en tiempos pretéritos. Afortunadamente. Hoy en día, la previsión meteorológica es más ciencia que tarot y adivinanza y a nuestro alrededor tenemos una enorme cantidad de alternativas para cuando hace mal tiempo. O bueno, dependiendo.

Me gusta sentir que, en los tiempos de la inteligencia artificial, la robotización, la digitalización, los satélites y la realidad virtual; la felicidad va de la mano de algo tan ancestral, primitivo, incontrolable y aleatorio como el tiempo. Como la lluvia, el viento, la nieve o el granizo; mucho más importantes e influyentes en nuestro disfrute momentáneo que los vaticinios del FMI.

Porque en días como hoy, a pesar de los disgustos y sinsabores, la felicidad es algo tan sencillo como un plato de migas.

Jesús Lens