Blackhat -Amenaza en la red-

Cuando el título de una película necesita unos paréntesis o un guion que expliquen su sentido original… malo.

 Blackhat

Lo más reciente del prestigioso -pero cada vez menos trascendente -director Michael Mann se titula Blackhat, un término que hace referencia a los hacker que piratean a través de Internet con fines ilícitos y generalmente crematísticos. Pero como en España, lo del pirateo cibernético está bastante bien visto y mejor aceptado, el distribuidor ha decidido vestir el original con un supuestamente enigmático Amenaza en la red, que debería servir como gancho comercial, al ampliar el espectro de posibilidades argumentales de cara al espectador.

Me parece muy bien que un director clásico (eufemismo de mayor) como Mann se inspire en la ciberdelincuencia y en el género negro más rabiosamente actual para proporcionarnos una nueva muestra de virtuosismo formal y poderío visual.

Igualmente me parece muy acertada la elección de las grandes urbes del exótico Oriente como marco geográfico para el desarrollo de la historia. Muy impresionantes las megaciudades chinas de Sichuan, Hong Kong y Macao, Yakarta y la breve escala en Chicago. Le pegan, a Mann, esas ciudades, con sus gigantescos rascacielos y sus epatantes skylines nocturnos. Y las brumas del amanecer. Y el contraste con los mercados populares y las casuchas de madera que bullen de vida, las 24 horas del día, pegadas a los novísimos y vanguardistas edificios de acero y cristal.

Hasta ahí, todo en orden.

Para descubrir lo que no está tan en orden, visita nuestra página hermana de Calibre 38

Jesús Lens

Firma Twitter

LA VIDA EN TUS MANOS

La columna de hoy de IDEAL habla sobre ese cine que, como el mejor de los maestros, nos sigue dando lecciones tan importantes como inolvidables. ¡A ver si les convence, esto de coger las riendas de la vida con tus propias manos!

 

De las pocas cosas buenas que tiene pasar agosto en la ciudad, una es que podemos ir al cine. Y, afortunadamente, cada vez son más las buenas películas que se estrenan durante la canícula, superando aquellos tiempos en que parecía que sólo los bodrios eran para el verano.

 

Una obra maestra incontestable
Una obra maestra incontestable

Si quieren hacerse un favor a ustedes mismos, y entre que nos llegan los infames bastardos de Tarantino, váyanse a alguna de las hipermodernas, digitalizadas y tridimensionales pantallas de nuestros complejos de multicines para gozar de dos espectáculos visuales de primer orden: «Up» y «Enemigos públicos».

 

Una gozada para los sentidos
Una gozada para los sentidos

Si tienen niños, la primera es inexcusable. Si no los tienen… también. A estas alturas de siglo XXI, reivindicar el cine animado que hace Pixar debería ser un ejercicio de futilidad, pero como todavía hay personas que consideran que los dibus son cosa menor, únicamente dirigidas a infantes, digámoslo una vez más, alto y claro: «Up» es una obra maestra incontestable y su primera parte tiene varios de los mejores momentos del cine no ya de este año, sino de lo que va de siglo. En concreto, la secuencia en que se cuenta la biografía del venerable protagonista ya está en la historia del séptimo arte, atesorando una de las mejores elipsis que jamás se hayan concebido.

 

La historia del gordito y el abuelo, además, tiene un trasfondo que va más allá de la espectacularidad de las imágenes filmadas en 3D. La reflexión de que siempre hay una oportunidad para que se cumplan los sueños contrasta con la lectura de que, o te pones las pilas y espabilas, o la vida se te escapa sin remisión, escurriéndose como el agua entre los dedos de las manos. Y no sólo eso: o vas soltando lastre o nunca conseguirás que se cumplan tus sueños, arrastrando siempre el peso de tu vida anterior, cada día más gravoso y difícil de sobrellevar.

 

Soltrar lastre y coger las riendas de tu vida
Soltrar lastre y coger las riendas de tu vida

Y por eso, John Dillinger, el atractivo gángster protagonista de «Enemigos públicos», vive radicalmente al día. El personaje interpretado por el magnético Johnny Depp siempre hace lo que quiere, sin pensar más allá del momento, reivindicando el magnetismo, el goce y el disfrute de cada instante. Cuando escucha el último chiste que la gente hace sobre la obsesión de la policía por prenderle, se ríe a mandíbula batiente: «Se busca a John Dillinger. Muerto o muerto».

 

La vida, aquí y ahora
La vida, aquí y ahora

La última obra maestra de Michael Mann, entre otras virtudes, tiene la de reivindicar la figura de una de esas personas románticas y libertarias que toman con decisión las riendas de su vida, sin importarles ni el futuro ni el porvenir. Una de esas personas valientes que le sacan todo el jugo a la vida porque, para ellas, el mañana no existe. Personas que no se amoldan a la realidad, sino que la enfrentan con decisión y la cambian a su antojo, conduciéndola por dónde ellos quieren. Lecciones de cine que, como siempre, sigue siendo el mejor maestro.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.       

ENEMIGOS PÚBLICOS: LOS MALOS DE VERDAD

Ya saben ustedes que este viernes se estrena una de las películas del año, sobre la que venimos insistiendo con pasión: «Enemigos públicos».

 

Ya llega, la gran película del año
Ya llega, la gran película del año

Pues no dejen de leer este estupendo reportaje sobre los enemigos públicos de verdad, sobre las figuras históricas en las que está basada la película.

 

Y atentos a la banda sonora de la misma, de Elliot Goldenthal, con canciones de Billie Holiday, Diana Krall o ésta joya de Otis Taylor…

 

Jesús Lens, opositando a enemigo público número 1.

ENEMIGOS PÚBLICOS & CARLOS BOYERO

Hace un par de días glosábamos las maravillas de «Enemigos públicos». ¿Las leyeron? ¿Qué les parecieron? Lo mismo alo exageradillas… ¡pues no!

Miren, entre otras lindezas, lo que escribie Carlos Boyero sobre la última obra maestra de Michael Mann:

 

«Enemigos públicos no te decepciona. Es una de las mejores cosas que le han ocurrido este año al cine norteamericano, una sucesión de imágenes magnéticas y rodadas digitalmente, diálogos sin desperdicio, una ambientación y una atmósfera que otorgan credibilidad absoluta a la época y los conflictos que te están describiendo, un sentido de la violencia en el que las balas y la sangre adquieren insoportable sensación de realidad, se agradece la ausencia de psicologismo y de moralina, interpretaciones tan sobrias como memorables de protagonistas y secundarios, la capacidad narrativa que acredita a los maestros.»

 

Para leer completo el más que recomendable artículo de Boyero, sigan este enlace.

 

Jesús Lens, dillingeradicto.

ENEMIGOS PÚBLICOS

¡Qué ganas tenía de ver «Enemigos públicos», la última película de Michael Mann, posiblemente el director más interesante del Hollywood de alto presupuesto del siglo XXI!

 

(Enlace con un reportaje sobre el Dillinger verdadero y otro con la crítica entusiasta de Carlos Boyero a la película)

 

Y ardía por ver «Enemigos públicos», la otra gran película del verano, junto a «Up»,  por varias razones. La primera, por el personaje que la protagoniza: el gángster John Dillinger, una de las figuras míticas de esa Norteamérica fundacional que tanto me gusta y arrebata y que, alguna vez, conoceré in situ, bien despacito.

 

La segunda, por el actor protagonista, el siempre atractivo e interesante Johnny Depp.

 

La tercera, por la época en que acontece la película, esos fascinantes años 30 de la depresión, el gangsterismo, las carreteras secundarias de la América profunda y el Chicago más duro y salvaje que, como digo, más pronto que tarde hay que conocer.

 

Y, por supuesto, por el director, Michael Mann, cuyas «Collateral» y «Heat» tengo en mi altar particular de thrillers imprescindibles de todos los tiempos.

 

Pero, sobre todo, porque, aunque tengo que volver a verla despacio y con espíritu abierto, su «Corrupción en Miami» no terminó de convencerme, que la recuerdo con un regusto amargo: excesivamente esteticista, sin fondo, sin chicha. Ni limoná.

 

Semana Negra tuvo a bien ofrecer un preestreno en exclusiva de «Enemigos públicos» en los cines Yelmo de Gijón y, gracias a la mediación de Marisa (qué haríamos nosotros sin ella) y del Jefe Taibo, allá nos plantamos Irene y yo, dos almas negrocriminalmente gemelas, dispuestos a empaparnos de la ensalada de tiros y persecuciones que la película prometía.

 

Y los hay. Tanto tiros como persecuciones. Por supuesto. Pero, siendo las secuencias de acción absolutamente magistrales, como no se podía esperar menos del fabuloso talento visual de Mann, la grandeza de «Enemigos públicos» radica en la composición del personaje de John Dillinger, al que Johnny Depp presta su rostro de niño, pero, sobre todo, su arrolladora personalidad. Y por eso resulta tan creíble, tan fascinante, tan atrayente.

 

Pedazo de peliculón
Pedazo de peliculón

Así habla Depp sobre el personaje que le tocó en suerte interpretar: «Es curioso, pero de niño tuve un largo período de fascinación por Dillinger. No por nada en particular. Simplemente me gustaba. Nunca perdí del todo esa fascinación y, mirando hacia atrás, ahora entiendo que era por su carácter. Por su forma de ser en una época en que los hombres eran hombres de verdad. Fue, para bien o para el mal, exactamente lo que era. Y nunca transigió.»

 

Efectivamente, «Enemigos públicos» nos presenta a un Dillinger que vive radicalmente al día, que no hace absolutamente ningún plan para el futuro y que disfruta de cada momento como si fuera el último. Un tipo, además, al que no le tiembla el pulso a la hora de coger todo lo que quiere y lo que considera que es suyo. Un buen ladrón que roba bancos, pero respeta el dinero de los clientes. Un tipo absolutamente libre y libertario que sólo se guía por un código de conducta: el suyo. Que incluye normas como ésta: «Walter Dietrich me enseñó una regla de oro: no trabajar nunca con personas desesperadas.»

 

ELLA también tiene una gran importancia
ELLA también tiene una gran importancia

Frente a Dillinger, Melvin Purvis, un justiciero con placa, un implacable enemigo de los gángsteres al que presta su pétreo rostro el más que solvente Christian Bale. Pero como ya ocurriera en «Collateral», el villano es mucho más atractivo que ese hombre bueno que termina renunciando a sus principios, no en vano, su mentor es un joven J. Edgar Hoover, que le manda cosas como ésta: «Cree informadores, agente Purvis. Interrogue a los sospechosos con vigor. Nada de nociones obsoletas y sentimentales. Estamos en la era moderna y vamos a hacer historia. Sea directo y rápido. Como se dice en Italia: «Quítese los guantes blancos». ¿No suena como de mucha modernidad?

 

Y si hablamos del diseño de producción, también tenemos que quitarnos el sombrero. En primer lugar, porque Mann ha filmado en algunos de los escenarios por los que transcurrió la vida de Dillinger, incluyendo la famosa posada Little Bohemia, tan real que Depp se acuesta en la cama en que el gángster lo hiciera, decenas de años ha.

 

Además, ya conocemos lo meticuloso que es Mann con la recreación espacio temporal de sus historias, con los coches de época, las armas, la forma de dispararlas, las persecuciones, el vestuario y hasta la estética más puntillosa: «Debido a los efectos devastadores de la Gran Depresión, los peinados de la época eran más bien prácticos… muy pocos llevaban bigote y barba. Iban a lo rápido.»   

 

Melvin Purvis. El ¿bueno? de la película
Melvin Purvis. El ¿bueno? de la película

En resumen, que con «Enemigos públicos» vuelve el mejor Michael Mann. Que no será una película de masas, pero que pasará a la historia del cine de gángsteres por derecho propio. Como espero volver a verla en este abrasador verano, retornaremos a ella.

 

Valoración: 9.

 

Lo mejor: la profundidad del personaje de Dillinger y su visión de la vida.

 

Lo peor: la secuencia en que visita las dependencias policiales de forma anónima. Fuera verdad o fuera mentira, no funciona.