Afortunadas minorías

Un piano solo. Tres focos fijos, iluminándolo cenitalmente. Marco Mezquida hace su aparición sobre el escenario y toca más de treinta minutos del tirón, retorciéndose e improvisando sobre el teclado. Sale entre aplausos. Vuelve a entrar. Toca otros diez minutos y, sin micro, de dirige al público para agradecerle lo a gusto que está. “Mejor que en mi casa”, señala. “Eso se lo dirá usted a todos”, pienso para mis adentros. Pero… ¿y si lo sentía de verdad?

Mezquida, uno de los mejores músicos españoles contemporáneos, está acostumbrado a grandes audiencias. Acaba de venir del Japón y, hace un año, la presentación del MAP (Mezquida, Aurignac, Prats) en el Festival del Jazz fue apoteósica. (Inciso: ¿cuándo podremos escuchar la grabación de aquel concierto, que por ahí anda e, insisto, fue espectacular?) ¿Y si estaba en el nirvana, realmente?

La esencia de la música es esto: un instrumento, un intérprete y un público. No había micros, altavoces, mesa, juegos de luces… solo lo básico e imprescindible, que la sala del Palacio de los Condes de Gabia es pequeña y el piano se escuchaba perfectamente al natural. Mezquida siguió con su reflexión: ¿por qué tendemos a valorar el éxito de una convocatoria cultural exclusivamente en torno al número de asistentes, a la cantidad de público, a la recaudación en taquilla?

Lo estamos viendo estos días: miles y miles de personas abarrotan las decenas de conciertos de este fin de semana. Lo leeremos mañana, cuando se haga el recuento del Granada Sound y haya sido un éxito de público.

No sé cuántas personas tuvimos la suerte de escuchar a Mezquida. Menos de cien, posiblemente, con la chiquita sala llena, eso sí. Un lujo, un auténtico privilegio: fue un concierto memorable, de los que pasan a la historia por la cantidad de matices y texturas que Marco consiguió arrancarle al piano.

Un concierto gratuito, por cierto. Enhorabuena a la Diputación: además de a Marco Mezquida, ha traído a diferentes localidades de la provincia a Javier Colina, Antonio Serrano, Ángela Muro, Jorge Pardo y, esta noche, a Antonio Lizana a Montejícar. ¡No se lo pierdan!

Jesús Lens

Jazzísimo

Estábamos en El Pescaíto de Carmela, tomando unas cañas y comentando el pedazo concierto que se había marcado el trío de Robert Glasper minutos antes, cuando aparecieron los músicos, dispuestos a dar buena cuenta de una espléndida y merecida fritura, tras haberlo dado todo sobre el escenario.

Me gustó esa imagen de cercanía y naturalidad de unos músicos que, estrellas mundiales del jazz, se conducen como seres humanos racionales -de los que se comen las raciones en los bares- charlando, bromeando y pasándolo bien.

 

¡Qué pedazo de Festival de Jazz llevamos, gente! El hecho de que sea habitual esto de tener en Granada un cartel de primer orden internacional no obsta para que, un año sí y otro también, debamos congratularnos por ello. Porque si lo de Glasper fue apoteósico, la exquisita deconstrucción musical que ofreció Jacky Terrason el sábado por la noche quedará para los anales de la intrahistoria musical de nuestra tierra.

Más normal fue el concierto de Kyle Eastwood, disfrutón, sencillo y sin complicaciones. Y el maridaje entre la OCG y David Defries, muy interesante, siempre a favor de las mezclas, las mixturas y los mestizajes.

 

¿Pero saben lo mejor de esta edición del Festival de Jazz? Lo mejor… al margen de la presencia de Ron Carter, una leyenda viva de la música al que he tenido la suerte de escuchar en varias ocasiones, una de ellas en el Blue Note de Nueva York, por irnos más lejos.

 

Lo mejor de todo es que el próximo jueves tenemos con nosotros el estreno en Granada de MAP, el proyecto puesto en marcha por Mezquida, Aurignac y Prats y cuyo primer disco fue elegido como el mejor del pasado año, por la crítica especializada.

El mejor. Y punto. Y créanme cuando les digo que no podría estar más de acuerdo con dicho veredicto. De hecho, ahora mismo lo estoy escuchando. Los dedos de Marco Mezquida deslizándose por el teclado del piano, el fraseo de Ernesto Aurignac al saxo y la mezcla de sutileza y contundencia de Ramón Prats a las baquetas… En concreto, el corte 7 del disco, titulado sencillamente “U”, me tiene loco, con su sublime in crescendo.

 

Por supuesto, no olvidamos que el miércoles tenemos a la Ool Ya Koo Big Band, una All Star de los mejores músicos residentes en Granada. Ya verán que suena como una locomotora desbocada.

 

Jesús Lens

Ernesto Aurignac nos hizo Monguis

Se le esperaba. ¡Vaya si se le esperaba! Mi Güasap echaba humo: «Ya estoy llegando«,  «¡Guárdame un sitio!» o «Se me ha complicado la noche, pero píllame un disco y ya te lo pago».

Fotografía de Cristian Gálvez
Fotografía de Cristian Gálvez

No. No había disco. Aunque las ganas de que lo haya desbordaban anoche la Plaza de las Culturas de CajaGRANADA, que acogía otro concierto más del ciclo que, organizado con nuestra asociación de jazz granadina, Ool Ya Koo; lo está petando este verano. Llenos apoteósicos de cientos de espectadores deseosos de escuchar el mejor jazz del momento. Porque conciertos como los de The Wild Bunch o Sergio Pamies no tienen nada que envidiarle a los de algunas de las estrellas internacionales que nos visitan este mes de julio, el mes del jazz veraniego por excelencia.

Se plantó Ernesto Aurignac en Granada tras una complicada jornada de viaje en la que pasaron mucha cosas. Entre ellas, tener que parar en una tienda para comprar unos pantalones y unos zapatos. Con prisas. Pero la vida en la carretera es así, ¿verdad Paco y Concha; Concha y Paco?

Se plantó Ernesto Aurignac con un quinteto esplendoroso que comenzó por desgranar la sugerente «Sofía» para seguir con esta explosiva «Esperma Lee» que dejamos a continuación.

No sé si Ernesto, que nos debe la explicación del origen de la canción, será o no aficionado al baloncesto y a la NBA. Fíjense bien en su forma de tocar, en el movimiento de sus hombros. Y busquen vídeos del mejor jugador del mundo de baloncesto, actualmente, Kevin Durant. Véanlo lanzar tiros libres, este año, en el Mundial español. Y verán que los grandes cracks, además de talento, comparten gestos.

Fotografía de Cristian Gálvez
Fotografía de Cristian Gálvez

Y desparpajo. Porque hay que tener valor para poner a cuatrocientas personas a entonar un sentido «Somos Monguis», así, a pelo. Porque los Monguis son una tribu de indios mexicanos. Y unas setas de conocidos efectos estupefacientes. Pero también son… ¡somos! ¡Somos Monguis! O Monkis, como señala la Wikipedia.

Concierto memorable y muy especial, sobre todo en el bis, cuando Ernesto dedicó el último tema a mi Cuate, que cumplía años. Uno de esos momentos imborrables. Como imborrable fue la huella que dejó el pianista, Marco Mezquida; encandilando al público con su explosiva forma de tocar el teclado, embebiéndose en él.

Fotografía de Cristian Gálvez
Fotografía de Cristian Gálvez

Y el resto de los músicos. Estábamos en la prueba de sonido y le dicen al contrabajo que toque «una mijilla» para contrastar y no veas el solo que se marcó Dee Jay Foster. Por su parte, Ramón Prats le dio duro a los cueros, sin alardes, dando juego al resto del quinteto. Y Jaume Llombart se salió a la guitarra, especialmente en algún tema que sonó como puro rock and roll.

Fotografía de Cristian Gálvez
Fotografía de Cristian Gálvez

Arrasó Ernesto Aurignac. Nuevamente. Este otoño, por fin, se encierra con 20 morlacos para grabar su música. La suya. La de él. Porque si Ernesto es bueno tocando versión, es mejor, mucho mejor; cuando la emprende con sus composiciones.

Y si no, al tiempo.

En octubre lo hablamos.

Jesús Lens

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