Insultar cuesta caro

Vaya follón en que se ha metido Luisa García Chamorro. A ver si soy capaz de resumirlo. En noviembre de 2011, la actual alcaldesa de Motril hizo unas polémicas declaraciones en las que acusaba al anterior gerente de Visogsa de usar indebidamente la Visa Oro de la empresa.

García Chamorro largó aquello cuando era vicepresidenta primera de la Diputación y meses después de convertirse ella misma en directora-gerente de Visogsa. La respuesta fue una una denuncia por injurias y calumnias y en 2017, la Audiencia de Granada la condenó al pago de una multa por un delito de injurias graves con publicidad. ¿Por qué se ha montado ahora el pollo? Porque la recién elegida presidenta local del PP motrileño ha usado fondos del partido para pagar la multa y las costas provocadas por aquel litigio, una vez que ni el Tribunal Supremo ni el Constitucional ampararon sus alegaciones.

Entiendo perfectamente a García Chamorro cuando ha involucrado al PP en el pago del convoluto por aquel episodio. A fin de cuentas, se considera parte del juego democrático: insulta, que algo queda. Es a lo que se han acostumbrado los políticos. A que todo vale. De hecho, en primera instancia, un juzgado la absolvió porque esas declaraciones tampoco eran nada extraordinario en un contexto de “podredumbre política” donde resultan habituales artes como “la descalificación gratuita, el sectarismo o los simples insultos”, según se leía en la sentencia.

¡Qué maravilla! Si uno vive inmerso en la podredumbre política es normal que acusar a alguien de corrupción, sin pruebas, forme parte del menú del día. Y si te pasas de frenada y acabas condenado por injurias, mala suerte. Es parte del juego y si alguien tiene que pagar, que sea el partido. Unas veces se gana y otras se pierde. Política es política como fútbol es fútbol y si un árbitro anula un gol por fuera de juego, ¿qué culpa tiene el delantero?

Estoy con Luisa García Chamorro. Si la estrategia de los partidos pasa por el insulto, la descalificación y la acusación sin pruebas, las posibles condenas por injurias y calumnias deben ser asumidas por las propias formaciones.

Si no, lo mismo hay que empezar a comportase de forma mesurada y civilizada. Habrá que no mentarle la parentela al contrincante ni ciscarse en sus ancestros. Tocará ser respetuosos incluso con la verdad. ¿Se imaginan, una política basada en un debate respetuoso sobre ideas y proyectos? Menudo peñazo.

Jesús Lens