ORO CIEGO

Hacía tiempo que no leía una novela tan densa, pegajosa e hipnótica como «Oro ciego», de Alejandro Fernández, publicada por esa editorial de la que tanto hablamos, Salto de página, una bocanada de aire fresco en el panorama literario español y que tantas alegrías nos viene dando en estos meses, como bien hemos reseñado en esta Bitácora, de Carlos Salem a Leo Oyola, pasando por Óscar Urra.

 

En el caso que nos ocupa, el escritor cubano radicado en Madrid, Alejandro Hernández, nos cuenta una historia muy cubana, una novela de aventuras (aunque más bien son desventuras) protagonizadas por el singular Alex Pashinantra, un descendiente de hindúes que combate en el ejército mambí contra los españoles y al que le pasan muchas, muchas cosas.

 

Estamos en 1898, ese año fatídico para los españoles, en que se acuñó la célebre frase «Más se perdió en Cuba». Alex, como cierto personaje mítico de la literatura universal, se encuentra frente a un pelotón de ejecución. Y no es casualidad. Porque estamos ante una de esas novelas que, jugando con el Realismo Mágico de GGM, lo convierten, más bien, en un Crudo Fantástico, dado el tenor de los acontecimientos que están por llegarle al protagonista.

 

El calor, la suciedad, el hambre, la enfermedad, la miseria… todo ello está tan bien contado que, cada vez que cierras el libro, te encuentras sudado, sucio, lleno de barro. Porque no se sale indemne de los campos de concentración, popularizados por la barbarie nazi, pero inventados por los españoles en Cuba.

 

Como no se puede salir limpio de una expedición que parte en busca de oro. Sobre todo, porque, en este caso, el tesoro no está en la superficie de la Sierra Madre, sino en lo más hondo de las tierras más remotas de la Cuba más inhóspita, allá donde los perros de Tata Malanga se han convertido en ciegas fieras sanguinarias que siembran el terror a su paso.

 

Decenas de personajes, escenarios y situaciones nos sirven para mostrar una Cuba dura y permanentemente bañada en sangre, con los mosquitos dándose grandes festines de sangre, una Cuba convertida en escenario para que lo peor de las pasiones humanas se ponga de manifiesto.

 

Lo curioso es que esta novela parte de una idea para el cine que no sé si habrá productor que se atreva a poner en marcha, pero que requeriría de un nuevo Werner Herzog que consiguiera recrear el ambiente de insania, locura y putrefacción de su memorable «Aguirre, la cólera de Dios».

 

Literatura excelente, bien trabajada, que derrocha imaginación, pero también una ingente documentación sobre la Cuba de hace un siglo. Una novela en absoluto complaciente, pero que engancha al lector desde el primer momento, al ir directamente al meollo de las diferentes situaciones críticas por las que pasa un Alex Pashinantra al que ya adoramos como uno de esos personajes que nos acompañarán en nuestra memoria literaria por siempre jamás.

 

Ni lo duden. Lean «Oro ciego». Tiene todo lo que le faltó a aquella blandenguería de película, «Amanecer con hormigas en la boca», una malograda historia cuyo aburrimiento es inversamente proporcional a la potencia de su título y en cuyo guión participó Alejandro Hernández, un autor que sabe bien de lo que habla, no sólo porque es cubano, sino porque ha participado en otra guerra tan sucia, lejana y perdida como fue la de Angola.

 

Lo dicho: «Oro ciego».

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.