SHUTTER ISLAND

De todas las películas pendientes de estreno de la última temporada, una de las que esperaba con mayor interés era «Shutter island», dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por un Leonardo di Caprio que, bien rodeado y mejor aconsejado, se está convirtiendo en el actor más interesante de su generación, con una más que envidiable filmografía a sus espaldas.

 

Y quería verla sin haberme sometido previamente al influjo de tráilers y demás material promocional, no permitiendo que nadie que ya la hubiera visto me dijera nada sobre ella. Y eso que, por supuesto, había leído la novela de Dennis Lehane en que está basada, hace ya un puñado de años.

 

Yo creo que fue antes siquiera de tener un Blog, cuando montamos un pollo de mucho cuidado con el envío masivo de «Shutter Islands» dedicados por su autor a algunos de vosotros. ¿Os acordáis? Leímos la novela más o menos a la vez y menuda tertulia literario-virtual mantuvimos… Para unos, Lehane habría sido un tramposo. Otros decían haber anticipado el final. Y algunos criticaban, precisamente, que Lehane había escrito la novela pensando directamente en su más que segura adaptación al celuloide, lo que finalmente ha ocurrido.

 

La pregunta es, por tanto, ¿qué os ha parecido la «Shutter island» película? ¿Habíais leído el libro previamente? ¿Os sorprendió el final a quiénes no lo conocíais? ¿Lo adivinasteis? ¿Os ha parecido una adaptación fiel al espíritu Lehane? ¿Se sostiene bien la película aún conociendo la historia?

 

Hago todas esas preguntas porque, la verdad, me gustaría conocer vuestra opinión antes de dar la mía. Que la tengo, claro. Y favorable y positiva, básicamente. Aunque Max von Sidow esté enormemente desaprovechado, la secuencia en el Pabellón C roce lo grotesco y el campo de Dachau parezca más sacado de una película española de bajo presupuesto que de una superproducción norteamericana, aunque formara parte de una secuencia onírica y no requiriera excesivo realismo.

 

Por cierto, antes de «Shutter island» y con el cine a reventar, pusieron los tráilers de dos películas españolas de inminente estreno. Una iba de jóvenes que quieren follar con otros jóvenes y la otra iba de unos chavales con ganas de follar. Más o menos.

 

No sé si, después, serán buenas, malas o regulares; pero el tufillo que dejaron en el cine y el clamor que despertaron entre el público fue algo parecido a… «la vin que mierda, las películas españolas, siempre igual y todas lo mismo». Quizá, después, sean unas comedias fantásticas, ingeniosísimas y divertidísimas, pero la pinta que tienen en los avances provoca arcadas.

 

Y, como me he indignado y estoy esperando vuestras respuestas sobre «Shutter island», no voy a comentar ese travelling lateral con el fusilamiento que tanto me gustó, made in Scorsese. Ni la banda sonora, a veces justamente estridente. Ni si las caras fantasmagóricas al estilo «niñas de El Resplandor» están más o menos justificadas o resultan efectistas en exceso.

 

Porque de lo que se trata, en esta ocasión, es de que seas tú quién comenta, reflexione y opine sobre «Shutter island», que casi seguro la has visto. ¿O no?

 

Jesús Lens, vago total.

CUALQUIER OTRO DÍA

No, queridos amigos, no. De ninguna manera. Perdónenme, pero discúlpenme: ¡NO!

 

Ni de broma voy a empezar hoy a leer la última novela de Dennis Lehane. ¿Estamos locos? No. Hoy no. Quizá sea cualquier otro día cuando comience a leer «Cualquier otro día», la última novela del autor de Boston, recién publicada por RBA Serie Negra.

 

Dennis Lehane. ¿Quién es ese tipo?

 

Pues ese tipo es el autor de la novela «Mystic River», a partir de la que Clint Eastwood rodó una de sus más recientes obras maestras. Y de «Adiós, pequeña, adiós», igualmente trasladada al cine en una modélica adaptación del imprevisible y sorprendente Ben Affleck.

 

Pero, además, en cuanto escriba las próximas dos palabras, entenderéis perfectamente por qué no pienso meterle mano a «Cualquier otro día».

 

Bueno, en vez de escribirlas, veámoslas:

 

Sí. «Shutter island». ¿Os acordáis? La que se montó hace un puñado de años, a costa de esta novela. De hecho, muchos de vosotros tenéis vuestro ejemplar, firmado por el autor, a su paso por «Negra y Criminal».

 

Entonces, si os acordáis de los efectos que provocaba «Shutter island», ¿por qué os extrañáis de que hoy NO vaya a empezar a leer «Cualquier otro día»? ¿Qué queréis? ¿Verme aún más ojeroso que ahora? ¿Que me recluya en casa, a leer? ¿Que deje de escribir, bloguear y salir a tomar cañas? ¿Que no vaya al cine hasta que termine de leer sus setecientas y pico de páginas?

 

No, amigos. Tras la adicción del 2009 a Lisbeth Salander, no me pidan que me enganche, nada más empezar el 2010, a otro autor narcotizante. Al menos, no hoy. Si os parece, lo dejamos para cualquier otro día… Y si no creéis en mi palabra, leed a Enric González, AQUÍ. O a Rosa Mora, AQUÍ.

 

Jesús Lens, que se está quitando.    

CUAVERSOS: ESTE ARTE DE PERDER

Hojeaba hoy de nuevo aquella excelente novela que tanto dio que hablar en su momento, «Shutter island». ¿Os acordáis? Una novela que, a todo esto, pronto volverá a estar de moda, que ya estrena la película de Scorsese, protagonizada por Di Caprio, que la adapta al cine.

 

El caso es que la novela arranca con una cita de la poetisa Elisabeth Bishop, de su poemario «Preguntas para viajeros»:      

 

¿…tendremos que soñar nuestros sueños y además verlos realizados?

 

Me encantó.

 

Y buscando más versos de la Bishop me encuentro con…    

Este arte de perder

No, no es difícil adquirir el arte de perder:
hay tantas cosas empeñadas en
perderse, que su pérdida no importa.

Pierde algo cada día, acepta el río
de llaves que se pierden, horas malgastadas.
No, no es difícil adquirir el arte de perder.

Practica entonces perder más, más rápido:
nombres, lugares, ¿para adónde ibas?
Ninguna de estas cosas es desastre.

Perdí el reloj de mi madre, y -fíjate- la última
o la penúltima casa querida que tuve.
No, no es difícil adquirir el arte de perder.

Perdí mis dos adoradas ciudades, e incluso
algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no es un desastre.

-Incluso si te pierdo a ti (tu voz bromista, esos gestos
que adoro) no habré mentido. Es obvio
que el arte de perder no cuesta ni tanto adquirirlo
aunque por momentos parezca que (¡escríbelo!) sí es un desastre.

Siempre acostumbrados a ganar, me ha encantado este cántico al perder.

 

Jesús Lens, convencido de que perder es cuestión de método.