LA CINTA BLANCA

Hace unos días creé uno de esos grupos tan de moda en Facebook, para hablar de nuestro libro, «Hasta donde el cine nos lleve», y poder recibir comentarios, sugerencias e impresiones. En una de las charlas que tenía con los Amigos del grupo comentaba que había ido, por fin, a ver «La cinta blanca», cuyo demorado estreno en Granada provocó que escribiera esta encendida declaración y esta otra no menos ardiente columna en el periódico IDEAL.

 

Curiosamente, dos buenos aficionados al cine me comentaron lo mismo: «La cinta blanca» es un películón, pero no precisamente para verla un viernes o un sábado, pensando en salir de fiesta con los amigos. Es una película para verla entre semana, a ser posible, en una sesión temprana que te permita disponer de un buen puñado de horas por delante para dejar que la misma te cale y te penetre bien, una vez finalizada la impactante proyección.

 

Porque, efectivamente, «La cinta blanca» impacta. Y lo hace como deben impactar las buenas películas: sin abusar de efectismos fáciles y gratuitos, sin apabullar al espectador con truculencias, gritos o estridencias. Porque Michael Haneke, el más interesante de los cineastas europeos contemporáneos, es un auténtico maestro de la sugerencia y de la insinuación.

 

Haber llegado a la maestría de Haneke para contar al espectador lo que pasa detrás de una puerta cerrada no es fácil, ni mucho menos. Un portento, el alemán, cuando gira la cámara y deja fuera de plano lo que el espectador supone, se imagina, piensa y sabe que está pasando. De esa forma, cada espectador se lo puede representar en su cabeza de forma que el horror es siempre extremo. Porque la imaginación, siempre, supera a la más cruel de las realidades.

 

En «La cinta blanca» nos encontramos en la Alemania previa a la Primera Guerra Mundial. En uno de esos pueblecitos de postal que, gracias a la impresionante fotografía en riguroso y majestuoso blanco y negro de la película, luce con todo su esplendor. Un pueblecito habitado por hermosos niños rubicundos y serios hombres temerosos de Dios en los que, de repente, empiezan a pasar pequeñas cosas que sacan de sus casillas a los residentes en el pueblo, como el profesor de la escuela nos contará en una inolvidable y descriptiva voz en off que acompaña al espectador muchas horas después de que la película haya terminado.

 

Un día, el médico tiene un accidente cuando montaba a caballo. Un accidente no fortuito, desde luego, ya que el équido tropezó con un cable metálico, estratégicamente situado en un lugar por el que el médico siempre cruzaba en sus paseos hípicos. A partir de ahí, la vida se enturbia en el pueblo. Hay accidentes, pequeñas venganzas, recelos, violencia soterrada y, por fin, violencia explícita.

 

No son grandes barbaridades, grandes dramas o grandes crueldades, los que se desarrollan frente al espectador. Pero, a medida que pasa el metraje, van subiendo de intensidad. Y, lo peor, es la reacción de los habitantes del pueblo, unos mirando a otro lado, otros quitándose de en medio, otros encubriendo los despropósitos de algunos infames descerebrados…

 

Y está el pastor. De almas. Rígido, duro y exigente. Y sus hijos. Y está el médico. Que vuelve a casa. Y su amante. Y los hijos de ésta. Y está el noble, casi seños feudal de la localidad. Y sus hijos. Y los trabajadores. Y sus hijos.

 

Y estamos en una Alemania que, tras perder la Primera Guerra Mundial, empezó inmediatamente a prepararse para la II. Y tenemos en pantalla a los niños que, de mayores, protagonizarían una de las mayores infamias de la historia de la humanidad. No por casualidad, como Haneke se encarga de demostrar con esta, otra más, brutal Obra Maestra.

 

Lo mejor: que todo lo que escribimos antes de «La cinta blanca» está más que justificado ante este pedazo de joya.

 

Lo peor: que el Oscar se lo dispute a otra joya como es «El secreto de sus ojos».

 

Valoración: 10.     

    

EL CINE INVISIBLE

El pasado fin de semana, en pleno ataque de indignación, escribí la que debía ser la columna del viernes de IDEAL: «Quiero ser pirata».

 

Después pensé que, quizá, justo hoy viernes se estrenara, aunque fuera con dos semanas de retraso, la película que motivó la furibunda columna, por lo que decidí bloguearla (y buen pollo se armó, como podéis leer AQUÍ) y escribir otra columna, en el mismo sentido, pero algo diferente. Y aquí la tenéis…

 

Es un hecho: en apenas un mes, «Avatar» ya se ha convertido en la película más taquillera de la historia del cine, algo de lo que personalmente me alegro. Y mucho. En primer lugar, porque la película me encantó y disfruté como un enano acompañando a los protagonistas en sus aventuras por el planeta Pandora, como ya reseñamos AQUÍ. Pero, además, me encanta que un visionario como James Cameron haya tenido el mayor de los éxitos, después de haberse pasado catorce años desarrollando la tecnología que ha hecho posible una joya como «Avatar».

 

Hace unos meses escribíamos un reportaje en que saludábamos alborozados la llegada del 3-D a las salas de cine, una auténtica revolución que, efectivamente, se ha demostrado imparable. (Leer AQUÍ)

 

Con enorme alegría comprobamos que la mayor parte de los complejos cinematográficos de Granada y alrededores habían adaptado sus mejores salas para la exhibición en formato digital y, por supuesto, para acoger las imperiosas e impresionantes tres dimensiones.

 

Y, sin embargo, en el pecado llevamos la penitencia. Porque con tanta tecnificación, tanto avance, lujo y oropel, nos encontramos con que la cartelera muestra inequívocos signos de estrangulamiento, con una oferta paupérrima en la que los Avatares, la ardilla Alvin, el detective Holmes y cuatro subproductos hollywoodienses de tercera fila copan el 95% de las pantallas granadinas.

 

Así, dos semanas después de su estreno, una obra maestra como «La cinta blanca», galardonada con la Palma de Oro de Cannes, seleccionada para los Oscar y elegida como Mejor Película Europea del año, venerada de forma unánime por toda la crítica internacional, una película que está provocando debates históricos y sociológicos sobre el origen del fascismo en Alemania… todavía no ha sido estrenada en Granada, esa ciudad que, nunca nos cansaremos de repetirlo, presume de cultura, sensibilidad artística y tal y tal.  

 

Será que a los exhibidores no les interesa una película en blanco y negro que, además, es larga. O será que la productora ha hecho escasas copias de la misma y a Granada no le ha tocado ninguna. El caso es que en nuestra ciudad «La cinta blanca» ha sido invisible, como mínimo, durante sus dos primeras semanas de exhibición, hurtándonos una genialidad cinematográfica y la posibilidad de seguir y participar en los vivos debates que la misma ha suscitado. (Y, como ya dijimos en aquel lejano mayo, ardíamos por verla)

 

Así las cosas y sintiéndolo mucho, empiezo a convencerme de que las descargas a través de Internet son el futuro. El presente, más bien. Lo siento, pero me siento excluido. Y eso que vivo en una capital de provincia que… bueno. Que tal y tal. Lamentándolo mucho por la industria, por los puestos de trabajo, por la propiedad intelectual, por los derechos de imagen, etcétera, etcétera, voy a bajarme «La cinta blanca». Y «Amerrika».

Y cualquier película a cuyo visionado no tenga un acceso normalizado, sea por la desidia de los exhibidores locales, de las productoras o por el imperante monopolio yanqui que, entre todos, hemos permitido.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.        

QUIERO SER PIRATA

Ya está. Punto. Y final. Se acabó. Ahora sí lo tengo claro: voy a ser pirata. Y filibustero. Y descargador ilegal. Me autoinculpo. Que vengan a prenderme y llevarme preso. Porque, en cuanto sepa cómo demonios funcionan las Mulas, Torrentes y demás programas P2P, pongo un ordenata a descargar sin parar, 24 horas al día non stop. Juro que, hasta hoy, no me he bajado ilegalmente ni un fotograma de cine ni un acorde musical. Pero hasta aquí hemos llegado.

 

La razón: la patética política de exhibición comercial que tenemos en esta ciudad. Y alrededores. Lo hemos dicho, escrito y publicado hasta la saciedad. ¡Es una vergüenza que una ciudad universitaria y supuestamente culta como Granada tenga una cartelera tan patética, reduccionista y miserable, completamente copada por Avatares, Pandoras, Holmes y Ardillas Alvin, sin resquicio para nada más!

 

Cojan cualquier publicación especializada en cine y miren qué película está en lo más alto del cuadro crítico, catalogada como Obra Maestra incontestable, que ha ganado el Globo de Oro a la mejor película extranjera, además de la Palma de Oro del Festival de Cannes; generando un intenso debate histórico y sociológico en todos los medios. «La cinta blanca». Ahora, búsquenla entre las treinta o cuarenta pantallas de cine de Granada. No está. Como tantas otras películas europeas o sudamericanas. Sin hablar, por supuesto, del cine oriental o africano, que sólo es visible por estos lares durante la celebración del modélico e imprescindible festival Cines del Sur.

 

Si ya es ridículo tener que esperar desde mayo hasta enero para ver una película, el hecho de que, una vez estrenada, siga siendo invisible para la mayoría de espectadores debería hacer reflexionar a todos los defensores de los derechos de autor y la propiedad intelectual, a los cineastas contra la orden y a los defensores de la excepcionalidad cultural.

 

Por tanto, siguiendo la estela de John Ford y Luis Buñuel, me he agenciado un parche negro, he mandado arriar las jarcias y largar todo el trapo, entonando la siguiente balada:

 

«Con diez megas por banda

el ADSL a toda vela

no corta la conexión, sino vuela

mi ordenata malandrín.»

 

Se acabaron los remilgos, el recato y mi defensa a ultranza de la legalidad cultural. Lo siento. Si no me dan el acceso por lo civil, lo encontraré por lo criminal. En justa correspondencia, el que quiera piratear mis columnas, libros, artículos, reportajes, etcétera, que lo haga con total libertad. Y libertinaje. Por mi parte, cada vez que me descargue cualquier película, disco o libro de forma ilegal, apuntaré el nombre de sus creadores y, si tengo la ocasión de coincidir con ellos, les invitaré a unas cañas, en compensación.

 

Así las cosas, recién estrenado este 2010, iniciamos una carrera delictiva que no sabemos a dónde nos conducirá, pero que comienza con esa letanía tan habitual en las leyendas sobre corsarios, bandidos y bandoleros: soy pirata porque el mundo me hizo así…

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

MICHAEL HANEKE, PALMA DE ORO EN CANNES CON «LA CINTA BLANCA»

No parece haber sido una edición muy brillante de Cannes, aunque algunas películas interesantes se han podido ver, tal y como Carlos Boyero ha ido contando a través de las grabaciones hechas con un móvil y que constituyen un inmejorable fresco de esta edición del más famoso Festival de Cine del mundo (Para ver los vídeos, PINCHAR AQUÍ) Y estrenada «La cinta blanca», AQUÍ la crítica de Boyero. Y AQUÍ, la nuestra, personal y también favorable.

 

Al final, por encima de los Almodóvar, Amenábar, Gilliam, Tarantino, Loach, Coppola, Von Trier o Coixet, la Palma de Oro ha sido para Michel Haneke por su radical Blanco y negro en «Das weisse Band» y los otros grandes triunfadores de esta edición de Cannes son los filipinos Brillante Mendoza, como mejor director por «Kinatay»; la británica Andrea Arnold por «Fish tank» y el coreano Park Chan-wook por «Thirst».

 

La película de Haneke, como en él es habitual, cuenta el reverso oscuro y violento, durísimo, de la sociedad. En este caso, se va a la Alemania de los años anteriores a la I Guerra Mundial para contar las vidas de unos chavales a los que el futuro les deparará participar en la gran ignominia del siglo XX: el nazismo. Esto dice Haneke: «Primero son víctimas de la violencia, pero ¿en qué momento la convertirán en arma para su rol de verdugos? «Los niños no son sólo el futuro, sino también el pasado. Desde que Freud entró en escena, no creo que quede alguien que piense que infancia es sinónimo de inocencia. Y dado que todos fuimos niños alguna vez, tenemos una gran responsabilidad hacia ellos».

 

La crítica de Carlos Boyero es inapelable: «El bisturí de Haneke da miedo. El director pone en marcha todo su poder de sugerencia en «La cinta blanca» (Seguir leyendo). Una película polémica que dará que hablar y que se define como una bofetada a la concienca social en esta interesante entrevista.

De Haneke ya hemos hablado otras veces en este Blog. Por ejemplo, en este Post, discutiendo sobre la Originalidad o la Representación en el mundo del arte o en este otro artículo, sobre Finales que cortan el rollo.

 

 

Alain Resnais ha sido reconocido con un Premio Espacial por toda su carrera y, en fin, que el resto del palmarés, lo pueden consultar AQUÍ. 

 

Jesús Lens, cinéfilo.