Gran Premio de Fondo de Órgiva 2011: por un trago de limonada…

El año pasado, perdonen la grosería, las pasé putas en esta carrera, un exigente rompepiernas de 18,5 kilómetros, más duro que una media maratón, la verdad.

He estado leyendo ESTA crónica y, en parte, refleja aquella agonía. Pero hoy, cómodamente sentados en la terraza del Café Bar Sástago, disfrutando de los placeres de unas buenas birras con su tapa mientras esperábamos a ver si nos tocaba un jamón en el sorteo postcarrera, congratulándonos por las vistas y por la compañía, me acordaba de mí mismo, hecho un ecce homo, hace un año: me bebí toda el agua que nos dieron en la meta. Y la Coca Cola Light. Y el yogur líquido. ¡Hasta me comí el Tokke de chocolate! Y las Shandys. Pero daba igual. Estaba mareado, fundido, destrozado, aniquilado, arrasado, devastado. Jodido, en una palabra.

Hoy con los gemelos tensos como cuerdas de violín, estoy mucho más entero. Y eso que he hecho el mismo recorrido… en cinco minutos menos que el pasado año, corriendo, de media, a menos de 5 minutos el kilómetro. Que no es ninguna hazaña. Pero que se disfruta, desde luego. ¡Esos cuestones! (Aquí, las clasificaciones).

Llegandillo a meta...

Reconozco que disfruté de la carrera. Disfruté de la vista y los barrancos, los olivares, la caída de agua del río al llegar a Lanjarón y los verdes valles, coronados por las nieves de la Sierra.

Y, sobre todo, tras haber hecho una subida más tranquila que otras veces, me di el lujo de hacer volar mis piernas y, cuesta abajo, no dejar que apenas nadie me adelantara, lo que, para un pésimo descensor como yo, constituye especial motivo de orgullo y satisfacción.

Pero permitidme que me detenga en un detalle tonto: la barba de tres días con la que me gusta salir a correr en competición. A los tres días, mi barba ya rasca. Cuando hago deporte, tiendo a sacar la lengua, un poquito, a pique de darme un calamonazo y seccionarme un trozo con las paletas. Y es que me gusta sentir la barba rasposa. Especialmente hoy, cuando pasamos por la Venta “El Buñuelo” y su generoso dueño nos ofreció, como todos los años, una limonada fresquita.

Otras veces, temiendo por mis tripas, siempre muy tiquismiquis, he pasado de la limonada. Este año, cogí un vaso y le pegué dos buenas y generosas tragantadas, manchándome todo el boquino, claro. Y la barbilla. Al principio, perdí el resuello y me asfixié un poco, pero después… ¡cómo volaba por ese asfalto, relamiéndome cada milímetro de barba, en busca de los restos de ese mágico elixir, con propiedades parecidas a la pócima de Astérix!

En fin. Que hemos hecho una buena carrera. Que nos ha gustado mucho volver a sentir las gratas sensaciones de participar en una competición y que el próximo domingo, en Granada, se celebra esa maravilla, esa joya de carrera que, dicen, es la Carrera de las Fuerzas Armadas, la de las Dos Colinas, que atraviesa todo lo más bonito de una ciudad tan majestuosa como la nuestra: Alhambra, Sacromonte, Albaycín, Centro Histórico… (Ver aquí los recorridos completos)

¡Tantas veces he dicho eso de “He vuelto” a las carreras que ya no sé si…! O, lo mismo, es que nunca nos terminamos de ir y, aunque esporádicamente, ahí tenemos el gusanillo, agazapado, esperando a salir…

Jesús trotón Lens.