La otra Alhambra

Enhorabuena a Alhambra por un galardón que, desde fuera, nos parece sorprendente, único e increíble: premio a la mejor árbitra el año, entregado por la Federación Internacional Rugby.

Alhambra Nievas premiada

Se llama Alhambra Nievas, lo que resulta toda una declaración de principios, y nació en Beas de Granada, en 1983. Fue jugadora de rugby mientras estudiaba la muy complicada y exigente carrera de Ingeniería de Telecomunicaciones y, cuando el equipo no consiguió ascender a la División de Honor, cambió su práctica activa por el arbitraje. Y de ella hablo hoy en IDEAL.

Diez años después, es la mejor colegiada del mundo, tras haber arbitrado la final femenina de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro. Una profesión, además, que le permite ganarse la vida y en la que todavía tiene por delante infinidad de retos y desafíos, empezando por el Test Match al que acudirá el próximo sábado, convirtiéndose en la primera mujer que arbitrará un partido de rugby internacional masculino de esas características.

Todos los que vimos “Invictus”, de Clint Eastwood, sabemos la importancia que tuvo el rugby a la hora de restañar las heridas dejadas por el apartheid y el inteligente uso que Nelson Mandela hizo del deporte del balón ovalado para unir a blancos y negros.

Alhambra Nievas igualdad

El rugby, desde que se divorció del football en la mítica reunión del 26 de octubre de 1863, celebrada en la londinense Freemason’s Tavern, ha seguido un rumbo radicalmente diferente al de su hermano futbolero. Mitificado como el deporte universitario y amateur por excelencia, cuenta con jugadores fuertes y duros como el pedernal, pero muy caballerosos tanto dentro como fuera de las canchas. Un deporte sin fingimientos en el que priman el respeto, la inteligencia y la urbanidad, lo que debe favorecer enormemente la labor del árbitro.

Igualmente conocido es el famoso Tercer Tiempo, durante el que los jugadores de los dos equipos que han estado dejándose la piel sobre el campo se reúnen al calor de unas cervezas para charlar amistosamente sobre el partido, el rugby y la vida en general.

Alhambra Nievas árbitra

Nada consta en las informaciones del premio a Alhambra Nievas sobre los terceros tiempos, si los árbitros también confraternizan con los jugadores o se mantienen al margen. El caso es que la laureada árbitra internacional señala que su labor es respetada y reconocida en el mundillo del rugby, más allá de algún chascarrillo fácil y oportunista. ¡Enhorabuena, Alhambra!

Jesús Lens

1 Twitter Lens

 

 

INVICTUS

Hace unas semanas planteábamos, a modo de broma, la posibilidad de ser entrenadores tan guays como Guardiola, de los que ponen películas y vídeos a sus jugadores para motivarles ante los retos más complicados de la temporada. Y la pregunta era acerca de la película que elegirías para motivar a los jugadores del Real Madrid, en el ya imposible caso de que jugaran la final de la Champions League en su propio estadio, el Santiago Bernabeu.

Hubo respuestas de lo más ingenioso y variopinto. Personalmente y si tuviera que elegir alguna, después de haberla visto -más vale tarde que nunca- me decantaría, por supuesto, por «Invictus», la última y sorprendente película de un prolífico e hiperactivo Clint Eastwood.

En «Invictus» se cuenta cómo Mandela apostó por el rugby, un deporte tradicionalmente jugado por los blancos en Sudáfrica y odiado por los negros, para unir a las dos comunidades. Con motivo de la celebración del Mundial en el país, recién salido del Apartheid, Mandela se jugó el todo por el todo de su credibilidad apoyando la simbología de los popularmente conocidos como Springbox, incluyendo los colores tradicionales de sus polos de rugby, que a los negros les recordaban a la época de la dictadura blanca.

Jugar en casa hacía que el reto para los Sprinbox fuera especialmente complicado: estaban en horas bajas y los partidos de preparación para el Mundial se saldaron con dolorosas e inapelables derrotas. Nadie apostaba porque pasaran siquiera de cuartos de final. Pero ahí entró el talento de Mandela: convocó al capitán de los Springbox a su despacho y, con su trato cercano y cálido, le ganó para su causa, convenciéndole de que el Mundial era más, mucho más que un torneo deportivo.

Y ahí radican los mejores momentos, con diferencia, de «Invictus». Con las lecciones de Mandela a la hora de propiciar la reconciliación. Y con el personaje interpretado por Matt Damon (la nariz postiza es demasiado postiza) llevándose al huerto a sus jugadores, muy reacios a cualquier tipo de cambio, desde el himno a la forma de entrenar.

Y, sin embargo, no es una película redonda. Eastwood ha apostado por los dos personajes principales, a los que confiere el noventa por ciento de la importancia de la película. Y ahí sale triunfante, con un Morgan Freeman absolutamente descomunal y un Matt Damon tan musculado como contenido. Sin embargo, toda la parte puramente deportiva carece de la épica que los buenos aficionados requerimos de un espectáculo de masas como es una fase final de un Mundial de rugby. Mucho botepronto, algún pase a la mano, mucho empujar en las melés y algún salto en las touches o saques de banda. Pero nada más. Si no es porque la cámara se fija continuamente en el marcador, toda la parte de la final no tendría sentido alguno.

Me decía Jorge, cuando comentábamos la película, que Eastwood salía airoso en las secuencias intimistas, pero que naufragaba en las espectaculares. Y es cierto. La música, estando muy bien conseguida, abusa de la cancioncilla compuesta para el emocionante poema de Mandela. Es decir, que estando muy bien en términos generales, «Invictus» no termina de ser redonda. Y, sin embargo, me sentí emocionado durante muchos momentos de la película. Siempre los más sencillos. Como cuando los jugadores visitan un barrio de chabolas para conseguir que el rugby se hiciera popular entre la chavalería de color. Cuando le regalan una entrada para la final a la criada.

En fin. Que estamos antes una película para aprender mucho acerca del liderazgo, del compromiso y de la capacidad de superación. Una de esas películas que, no siendo perfectas y aún con momentos demasiado previsibles y manipuladores, da gusto ver.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.