Almería, una ciudad muy paseable

Venga va. Reconozco que tuvimos suerte. Una ola de agradable fresquito nos dio una tregua precisamente los días en que anduvimos por Jaén y Almería, interrumpiendo el infernal calor que ha presidido todo el verano. Y así fue muy reconfortante caminar, andar, pasear, deambular y transitar por sus calles y plazas.

En Almería estaba loco por volver a ver la fachada de su histórica estación de tren, donde se filmó ‘Lawrence de Arabia’. Me fascina su centenaria estructura de hierro y piedra, que abrió sus puertas en 1893. Una mezcla de modernismo, arquitectura industrial y detalles mudéjares a través del ladrillo. ¡Un espectáculo! Sin olvidar la gran cristalera y el reloj. Uno pasea por aquellos andurriales y le dan ganas de emprender un largo viaje en tren por todo el continente.

Y está el entorno de una catedral muy sorprendente que, por fuera, más parece un castillo que un gran templo cristiano. Es lo que tiene estar en ciudad marinera: los berberiscos eran una amenaza constante y había que estar prevenidos. Y protegidos. Y a fe que el templo lo está.

Me gustó mucho su fachada principal, sobria y en una plaza pespunteada de palmeras. Sobre el interior no me voy a extender: el coro es muy interesante y, sobre todo, destaca el claustro que, a tono con el aspecto militar del templo, parece un patio de armas.

En las paredes exteriores de la catedral, el famoso Sol de Portocarrero es todo un símbolo de la ciudad, convertido en icono turístico. Se trata de un bajorrelieve que muestra un sol espléndido y radiante con cara humana de lo más bonachona, rodeado de cintas. No sé yo si con esto del cambio climático seguirá contemplándose con simpatía o irá transmutando en socarrona amenaza: “¡Sus voy a freír a tós!”. También me gustó la aparente fiereza de los mascarones que pespuntean los muros del templo de la Encarnación.

Ayer, cuando les hablé de la exposición callejera de 50 fotos icónicas de la historia de España insistí en la cuestión de la imagen, pero hay que destacar que todas las fotografía van acompañadas de un texto explicativo sobre su contexto histórico y artístico. Conviene leerlos con atención, que son apasionantes, para que el visionado de la muestra adquiera todo su sentido.

Seguimos caminando por Puerta de Purchena y sus soberbios edificios, con la Casa de las Mariposas a la cabeza. Me encantó el recoleto Teatro Apolo. Y ojo a la rica estatuaria almeriense, como las gárgolas de bronce de Javier Huecas que parecen escrutar a las personas que pasan por delante del teatro. “¿Les habrá gustado la función?”, parecen pensar.   

Me gustó la figura del presidente de la I República, Nicolás Salmerón, en actitud caminante, y el recuerdo a John Lennon, que ‘toca’ la guitarra sentado en un banco de la plaza de las Flores. Nos quedamos sin ver los refugios de la Guerra Civil, que la visita estaba petada, ni la Casa del Cine, con horarios francamente complicaditos. ¡Para la próxima!

Jesús Lens