Verano de calor y sed

Otro fin de semana que, entre olas, hemos conseguido hacer una escapada a otra provincia hermana. En este caso, a Málaga. Escribo lo de hacer una escapada como quitándole importancia, pero en realidad, es viajar. Al menos, lo más cercano a hacer un viaje que concibo en las actuales circunstancias.

Como andábamos por la Costa Tropical, disfrutando de esas noches eternas de jazz, aprovechamos para visitar algunos enclaves de la Axarquía de cara a nuestro suplemento de verano, Sol y Sombra, con el que queremos animarles a conocer y/o redescubrir esa Andalucía nuestra nuestra que, como no me canso de repetir, es mucho más que una.

Les emplazo a esas páginas veraniegas para hablar de Macharaviaya, Almáchar, Benagalbón, la familia Gálvez y el ajoblanco. Pero hoy quiero hablarles de una constante de estas jornadas viajeras por paraísos cercanos que no deja de recordarnos los tiempos extraños que nos ha tocado vivir: las fuentes sin agua.

Hasta hace un par de años, me costaba viajar con calor. En verano, trataba de buscar destinos viajeros que no resultaran asfixiantes, dejándome los países de Oriente Medio y los desiertos para el invierno o la primavera.

Los meses de agosto de 2018 y 2019, sin embargo, los pasé en bermudas, viajando por nuestra provincia para contárselo a ustedes. Y hacía calor. Mucho calor. Aprendí a sobrellevar los rigores de nuestro estío gracias, sobre todo, a nuestras fuentes y pilonas. Ninguna sensación tan placentera como la de meter la cabeza debajo de un caño de agua fresca, a mediodía, tras caminar bajo el sol y antes de pegarle una buena tragantá.

Este verano, como tantas otras cosas, no es posible. Llegas a la plaza de cualquier pueblo y te encuentras las fuentes secas, casi agrietadas. Las que representan efigies y figuras parecen tristes y mustias, como si ellas mismas estuvieran sedientas. Las que tienen leyendas, apenas se dejan leer, cubiertas de polvo y telarañas.

Una fuente sin agua hace subir un par de grados la sensación térmica. Una fuente seca es un sinsentido, como un cine sin películas, como una librería huérfana de libros. Pero no pasa nada. Mientras podamos, seguiremos adelante, recorriendo los caminos y los senderos de nuestra tierra. Frente a la calor que hace cantar a la chicharra siempre nos quedará el primer trago de cerveza y un cuenco de gazpacho bien frío. Y el anhelo de volver a disfrutar del borboteo de nuestras fuentes, a no mucho tardar.

Jesús Lens

Elogio a las fuentes

Les contaba ayer que el domingo pasado salí a correr con destino a Pinos Genil. Al llegar a la plaza del pueblo, antes de las 12, las fresquitas terrazas de los bares, restaurantes y tabernas aledañas al Genil estaban vacías. Que no saben ustedes lo duro que es ir sudando la gota gorda, tras más de 10 kilómetros de carrera, y encontrarse a la gente con sus tercios de Alhambra Especial. Sobre todo, porque antes de tomarte el tuyo… ¡aún te queda la vuelta! Y a ello dedico mi columna de IDEAL, en un día muy oportuno ya que batiremos los récords de temperatura del año.

Alhambra Especial

Menos mal que, junto a Los Cazadores, está la fuente. Y es que, digámoslo ya, esas fuentes nos dan la vida. En ocasiones, literalmente. En el trayecto de ida, no había parado a beber. Así, cuando me faltaban un par de kilómetros para Pinos, empecé a tener sed. No les cuento el alivio que supuso cruzar el puente sobre el Genil, parar unos instantes para coger resuello, beber y remojarme la cabeza.

No me entretuve mucho, que empezaba a picar el sol. La vuelta, aunque es hacia abajo, no tardó en hacérseme cuesta arriba. Llevaba tiempo sin hacer tiradas largas y el calor ya se dejaba sentir. Por eso, cuando llegué a la siguiente fuente que tengo ubicada en el recorrido, me sentí como el viajero del desierto que encuentra un oasis. Había un excursionista, pensando si beber. Cuando vio cómo me abalancé sobre el caño, despejó todas sus dudas.

Camino fuente de la bicha

Tampoco me entretuve demasiado tiempo, a sabiendas de que apenas tres kilómetros después me esperaba mi fuente favorita. Esa Fuente de la Bicha que forma parte de mi vida atlética desde tiempos inmemoriales.

La imagen del agua brotando de la roca madre para caer a través de un sencillo caño metálico es una de las estampas que, como corredor, más he agradecido y disfrutado durante años y años. Agua pura que surge de las entrañas de la tierra y que, decenas de veces, sediento y deshidratado, me ha permitido afrontar los últimos kilómetros de carrera, evitándome males mayores.

Fuente de la Bicha

Y es que, entre las cosas buenas de correr, está el recordar que los auténticos placeres de la vida son mucho más sencillos de lo que nos empeñamos en creer. Y que, por encima de lujos, riquezas y caprichos, nada satisface tanto como un trago de agua fresca cuando el calor aprieta y estás muerto de sed.

Jesús Lens

Twitter Lens