Solsticio de invierno

Se ha puesto de moda, entre los más progres de los progres, sustituir la celebración de la Navidad por la del solsticio de invierno. Otros, más proclives a la fiesta y al cachondeo, no tienen empacho en disfrutar de ambas efemérides, una seguida de la otra. Esto es como lo de Halloween, los Santos y los Difuntos: mientras de trate de festejar… ¿dónde está el problema? Que en España somos mucho de Fiestas Sin Fronteras.

En esto de celebrar los solsticios concurre una apasionante mezcla de ciencia y paganismo. Les confieso que este tema me ha interesado desde siempre: al tener sangre gallega y apellido raro, un buen día me dio por pensar que lo mismo era celta, a pesar de ser moreno y tirando a renegrío. Como soy perezoso, jamás investigué tal posibilidad, pero sí me tomé en serio lo de las celebraciones de mis supuestos antepasados.

En concreto, durante la noche más larga del año, los celtas celebran la festividad de Yule dejando arder un gran tronco mientras se decoran los árboles de los bosquecillos cercanos y los de las propias casas, a cuyos pies se depositan regalos para compartirlos con la comunidad. ¿Les suena?

Granada ha tratado de sumarse a la celebración del solsticio de invierno a través del festival Granadahenge, cuyas actividades de calle tuvieron que ser suspendidas el pasado sábado por la amenaza de lluvias. Sí se impartieron las conferencias científicas, con el sol como protagonista.

El domingo, sin embargo, el tiempo atmosférico sí se apuntó a la fiesta. A partir de ahora, las horas de luz empiezan a alargarse un poquito más cada día. Ayer amaneció soleado y luminoso y pudimos disfrutar de una gozosa mañana primaveral. Tras varios días de lluvia, era una gozada vernos actuar como los caracoles de la célebre canción infantil, sacando nuestros cuernos al sol. Lo de los cuernos, sin segundas, háganme el favor.

De forma morosa y tranquila, gozando de la calma que precede a la tormenta de los días que están por venir, nos echamos a pasear por las aceras, a trotar por los caminos y a cervecear por las terrazas. Y mañana —por hoy— será otro día.

Jesús Lens