Camino de Tánger

Estimado lector: cuando usted esté leyendo estas líneas, yo iré camino de Tánger, salvo imprevisto de última hora. A mí, que soy de natural viajero, esta Semana Santa me han hecho una de esas ofertas que no se pueden rechazar: bajar a la mítica ciudad del norte de Marruecos con un grupo de personas comandado por el escritor Antonio Lozano, enorme amigo y tangerino de nacimiento.

Hace un par de días, Antonio nos mandaba a los componentes de la expedición el siguiente mensaje: “Me encargo, si les parece bien, de planificar, reservar comidas y cenas y programa de visitas…”. Pocas veces el concepto de “aval” ha tenido tanto significado: esas palabras son garantía de que lo vamos a pasar bien, de que descubriremos un montón de lugares interesantes y poco habituales, comeremos y beberemos de lujo y disfrutaremos una experiencia viajera de primer orden.

Hace unos meses, en el Rincón Oscuro, la sección dedicada por este periódico a la cultura negra y criminal, escribía yo sobre la dimensión noir de Tánger, sus recovecos más intrincados y sus intríngulis más retorcidos. Escribía sobre las novelas del propio Antonio Lozano, las de Javier Valenzuela y Jon Arretxe.

Semanas después leí “Calle de los Ladrones”, de Mathias Enard, y aprovecho para sumarla a las novelas imprescindibles sobre la Tánger más negra. El protagonista de la novela es Lajdar, un chaval tangerino sin otra historia que la suya propia: una vida triste de la que ansía escapar, teniendo como única referencia a Europa, esa Europa tan cercana y tan lejana a la vez.

Lajdar aprende español en el instituto, se aficiona a la novela negra… pero un desliz con su prima carnal precipita las cosas y, de pronto, se ve solo y abandonado en las calles de Tánger, enfrentado a un destino que le llevará a conocer a un clérigo que…

No les cuento más. Solo añadiré que la novela es rica en personajes y generosa paisajes y situaciones. Una novela en absoluto maniquea o previsible, repleta de matices y de sensibilidad. Y de crudeza, en determinados momentos. Porque la Primavera Árabe lo ha cambiado todo.

Lean “Calle de los Ladrones”. Por dos razones: es una novela excelente y su autor, ganador del Premio Goncourt por “Brújula”, estará en la Feria del Libro de Granada, el próximo mes, de la mano de Fundación Tres Culturas.

Jesús Lens

Brújula al Este

Leo la impresionante, compleja y poliédrica novela “Brúluja”, de Mathias Enard, un canto al Oriente en su más amplia y variada acepción y, al final del libro me encuentro con que la protagonista asiste en Granada a un aburrido congreso durante el que, sin embargo, se ve sacudida por una comunicación sobre las conexiones entre la lírica hebraica y la árabe en Andalucía a través de los poemas de Ibn Nagrella, un poeta-soldado que escribía y componía, incluso, en los campos de batalla.

Conmovida por el descubrimiento de dicho personaje, Sarah se marchó al único lugar posible: “Fui a pasearme por la Alhambra. Hacía muy buen tiempo y el cielo contrastaba con las paredes rojas de los edificios, el color azul los encuadraba, como una imagen. Me sentí asaltada por un sentimiento extraño; tuve la impresión de hallarme ante todo el tumulto del tiempo. Ibn Nagrella murió mucho antes del esplendor de la Alhambra, y sin embargo cantaba a las fuentes y a los jardines, a las rosas y a la primavera; esas flores del Generalife ya no son las mismas flores, las piedras de las paredes ya no son las mismas piedras; pensé en las idas y venidas de mi familia, de la historia, que me devolvían allí donde probablemente viviesen mis lejanos ancestros y tuve la sensación, muy fuerte, de que todas las rosas no son sino una sola, todas las vidas una sola vida, que el tiempo es un movimiento tan ilusorio como la marea o el trayecto del sol… tuve la visión de una Europa tan indistinta, tan múltiple, tan diversa como esos rosales de la Alhambra que, sin darse cuenta, hunden sus raíces tan profundamente en el pasado y el futuro, hasta el punto de que resulta imposible decir dónde surgen realmente. Y esa sensación vertiginosa no era desagradable, al contrario, me reconciliaba un momento con el mundo, me desvelaba por un instante el ovillo de lana de la Rueda”.

Disculpen, ustedes y el autor, el pedazo de párrafo transcrito, pero me parece de una fuerza y de una clarividencia tan, tan poderosas… Granada. Ciudad imprescindible para soñar con el concepto del Viaje en el Tiempo. Espero poder preguntarle por ello a Enard en la próxima Feria del Libro, que participará en el “Tres Festival, voces del Mediterráneo”, invitado por la Fundación Tres Culturas.

AQUÍ, más sobre una idea de Granada como capital mundial del Viaje en el Tiempo.

Jesús Lens