Un Jesús Conde de antología

Mi Columna de hoy en IDEAL invita a fantasear sobre uno de los cuadros que componen la excepcional exposición de Jesús Conde en el Palacio de los Condes de Gabia, que no debes perderte bajo ningún concepto. Porque es un deleite para los sentidos y un estímulo constante de la fabulación…

De los muchos y muy variados cuadros que componen la más reciente exposición de Jesús Conde, el que más me impresiona es uno, extraño, enigmático y con un toque surrealista, que representa los restos de un avión accidentado en mitad del desierto. Es un cuadro con tintes apocalípticos y milenaristas, muy de fin del mundo. Un cuadro de tamaño pequeño, pero que contiene un buen número de historias.

Jesús Conde restos de avión

Está, por un lado, la historia del Tupolev 154B1 que, el 7 de Agosto de 1980, se estrelló durante la maniobra de aproximación al aeropuerto de Nuadibú, en Mauritania. Provenía de Bucarest y la tripulación no tenía contacto visual con la pista. Tras un primer aterrizaje abortado, el piloto erró en el segundo intento y el avión se fue unos 300 metros fuera de la pista, muriendo uno de los ciento sesenta y ocho pasajeros a bordo.

¿Quién fue el pasajero fallecido? ¿Por qué le tocó a él y sólo a él? ¿Por qué insistió el piloto en aterrizar en aquellas condiciones? ¿No tuvo la posibilidad de buscar otro aeropuerto con mejores condiciones de visibilidad?

Jesús Conde Cuaderno de Viajes

Los restos del avión quedaron abandonados y, poco a poco, el sol y las tormentas de arena lo han ido deformando, hasta convertirlo en una extraña y posmoderna ruina de metal.

Años después, un español creyó ver algo singular desde la habitación de su hotel. Algo grande que brillaba bajo el sol. Decidió ir a echarle un vistazo, dado que estaba cerca. O eso pensaba él. Porque el desierto es muy engañoso y lo mismo que provoca espejismos, hace que se confundan las distancias y las proporciones. Eso le pasó a nuestro viajero, Jesús Conde, que llegó a los restos del avión al borde de la deshidratación. Un avión que, mucho tiempo después de estrellarse, bien pudo cobrarse una segunda víctima. Así las cosas, ¿contribuirían la sed y el agotamiento extremo al impacto visual provocado por aquellas ruinas metálicas? Un impacto lo suficientemente grande como para que Jesús haya decidido pintarlas, tantos años después…

Jesús Conde cartel Antología

Historias. Recuerdos. Memoria. Y su relato. El material del que están hechos los sueños se convierte en inspiración para un artista total que, efectivamente, nos presenta una exposición muy literaria en “Prólogo para una antología”. Que no lo digo yo. Lo dice Jesús. Un Jesús Conde que ha querido hacer un repaso a toda su carrera como artista, volviendo a pintar sobre algunos de los temas que le han servido como leit motiv para algunas de sus anteriores muestras.

Jesús Conde Postal de viaje

Las armas. ¡Ay, esas armas tan cinematográficas, como la pistola de “El Padrino” o el peacemaker del western fordiano! Las espadas, los cascos, las armaduras. Y el río de la infancia. O las calles de una Archidona que ya no son. Y las postales viajeras. Y las estampas africanas. Y las vistas habaneras a través del ojo buey de un barco. Y ese Oriente que ahora se desangra. Y la fantasmal Detroit. Y Granada, claro. Granada eterna.

Jesús Conde silla cubana

Vayan. Vayan al Palacio de los Condes de Gabia, vean la exposición de Jesús Conde y dejen que los cuadros les cuenten las mil y una historias que atesoran en su interior. Se lo van a pasar de fábula.

Jesús Lens

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LA HABANA DE JESÚS CONDE

La columna de hoy de IDEAL sólo podía ser una. Y es ésta (y AQUÍ más imágenes de los cuadros habaneros de Jesús):

¿Qué Habana buscamos, cuando pensamos en viajar a Cuba, en el siglo XXI? Dependiendo de la respuesta a esta pregunta, encontraremos una u otra ciudad, veremos unas u otras calles, nos enfrentaremos a unos u otros edificios, barrios, fachadas y portales. Pocos lugares como La Habana para ser interpretados en clave apriorística, prejuiciosa, ideológica y política.

Y, sin embargo, La Habana no engaña. Está ahí. A la vista de todos. En la nueva exposición de Jesús Conde, por ejemplo, recién inaugurada en el Centro de exposiciones de CajaGRANADA en Puerta Real. A través de su mirada, Jesús Conde nos regala su prodigiosa capacidad de imaginación, fabulación y recreación. A través de sus cuadros, lo mismo estamos ante la Habana Vieja restaurada que en la vieja Habana, derrumbada en pedazos.

Una ciudad que sabe a ron, calambuco y alambique. Que suena al viento en la zafra, a las olas rompiendo contra el malecón y al puntilleo de la Vieja Trova. Que huele a melaza y pescado, a mar y a los cigarros de Compay Segundo. Es el tacto de las rotundas caderas de las bailarinas del Tropicana, la prosa de Hemingway y de Carpentier. La poesía de Martí. La Habana también es las cartillas de racionamiento, los pesos convertibles, los discursos de Fidel, las consignas revolucionarias pintadas en las paredes, los Comités de Defensa de la Revolución y las crudas historias de Pedro Juan Gutiérrez o Lorenzo Lunar. Pero La Habana es, sobre todo, música. Y ritmo. La música fluye por sus calles, bares y casas. Hay ritmo en el cadencioso andar de los habaneros y su festivo hablar es pura fantasía para el oído.

El ilustrativo documental “El arte nuevo de hacer ruinas” muestra la decadencia física de una ciudad que agoniza en silencio. Para unos, con dignidad. Para otros, ignominiosamente. Una ciudad viva y palpitante que se cae a trozos y se deshace como polvo entre los dedos, pero que aguanta incólume gracias al irreductible optimismo y capacidad de resistencia de los habaneros, que hasta de su miseria saben reírse, con ironía y desparpajo. La Habana de Jesús Conde es la ensoñación de una realidad histórica que, a través de los siglos, desemboca en la ciudad más contradictoria, compleja y anacrónica del siglo XXI. La puerta de las Américas, como la bautizó Amir Valle en el reseñable libro publicado por la editorial granadina Almed, esa puerta a través de la que entraban todas las corrientes e influencias europeas y por la que soplaban vientos tropicales y aires de mestizaje hacia el Viejo Continente.

A quiénes ya conocemos la ciudad, la pintura de Conde nos devuelve a La Habana, nuestra Habana. Para quiénes todavía no la han visitado, esta exposición les permitirá, abriendo los ojos, sentir la magia de la Perla del Caribe.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.