Prematuro empacho navideño

Vaya por delante que agradezco todas las felicitaciones navideñas, que trato de responderlas y corresponderlas, pero esto, querido lector, se nos está desmadrando.

 

Antes de escribir esta columna he consultado mi correo electrónico y he encontrado tres de ellas en la bandeja de entrada. Tres estupendos, cariñosos y encantadores mensajes repletos de ternura y buenos deseos que, insisto, resulta fantástico recibir. Solo que todavía estamos a poco más de 15 de diciembre. ¿Por qué tan prisa?

 

Hace un par de semanas que el árbol de Navidad más alto de Europa y el Papá Noel más grande del Viejo Continente se yerguen, orgullosos, en Armilla y en el centro de Granada. La iluminación navideña de calles y plazas lleva luciendo, esplendorosa, desde el Puente de la Inmaculada Constitución y, a estas alturas, el hígado empieza a pedir clemencia tras tanta comida de empresa, cena navideña y reunión de amigos propia de tan entrañables fechas.

 

Hace ya varios días que un colega bajó un par de mantecados para aderezar el primer café de la mañana y un amigo me cuenta que en su trabajo ya han tenido que poner otro mocho para comprar nuevas reservas de Anís del Mono, peladillas y polvorones, que llevan dos semanas empezando la jornada de forma tan golosa como festiva.

 

Y todo ello cuando aún faltan días para que los Niños de San Ildefonso canten el Gordo de la lotería y nos hagan saltar lágrimas de emoción por los premios que este año tampoco habremos ligado, presuntamente. Que ojalá me tenga que comer esta columna con patatas, por mor de una lluvia de millones que riegue generosamente el Zaidín y alrededores.

 

El caso es que va todo tan rápido y quemamos las etapas a tal velocidad que, cuando llegue la Nochebuena, corremos severo riesgo de estar hastiados de Navidad. Y no les digo ya si pensamos en Nochevieja o en Reyes, los grandes damnificados de una vorágine que, como el salto de la reja en el Rocío, cada año parece adelantar su pistoletazo de salida.

 

Que si esta precipitación festiva conllevara, también, el anticipo de un cierto espíritu navideño, podríamos darla por bienvenida. Pero que, por desgracia, no es así: los malos modos, los insultos y lo huraño siguen presidiendo el día a día de demasiada gente. ¡Y eso que apenas se ha mentado la Toma, todavía!

 

Jesús Lens

Celebración cerebral

Mi columna de hoy, en IDEAL, habla de varias cosas que, como las neuronas, están conectadas:

Al principio pensé que era una de esas típicas noticias chorra que solo buscan generar viralidad y aumentar el tráfico de las webs: un paciente toca el saxofón en el quirófano durante una delicada operación. Es lo malo de leer la prensa en pantalla, de forma apresurada y tangencial. Que todo me suena a camelo y tiendo a ponerle sordina.

Saxofonista operación

La revelación llegó cuando, al día siguiente, desplegué el periódico impreso y leí la noticia completa, entrando en los detalles. Y, desde luego, era cualquier cosa menos chorra. El paciente era un músico de 27 años llamado Carlos y la intervención a la que iba a ser sometido era la extirpación de un tumor cerebral. En ese tipo de operaciones se corre el riesgo de tocar alguna parte del cerebro que deje secuelas irreversibles, por lo que el equipo médico pidió al enfermo no solo que tocara el saxofón para estar atentos a las reacciones de su cerebro, sino también que leyera complicadas partituras de música clásica y que se mantuviera cerebralmente activo, además de despierto. De esa forma, los médicos evitaban el más mínimo contacto con las áreas del cerebro que Carlos utiliza en el desenvolvimiento normal de su vida profesional, artística y creativa.

Para mí, que soy de letras, que algo así pueda ocurrir es una mezcla entre la ciencia ficción y un milagro. Porque no comprendo el cerebro. Ni sus conexiones o mecanismos. Es un misterio. Absoluto.

Celebración cerebral

Ese mismo día también pude leer los resultados de un estudio científico según los cuáles, el tan cacareado espíritu navideño no solo existe, sino que está perfectamente localizado en diversas áreas de la corteza motora sensorial y en el lóbulo parietal del cerebro. Es decir que si los villancicos, las zambombas, las lucecitas intermitentes, los flácidos Papás Noeles de los chinos entrando en las casas con escalo, las felicitaciones y las sonrisas más o menos fingidas le dejan a usted indiferente o, directamente le cabrean, sepa que es una pura y mecánica reacción neuronal imposible de controlar y que nada tiene que ver con la mala follá proverbial de esta tierra.

Celebración cerebral espíritu navideño

De cara al futuro, sería importante que algún sesudo estudio determine qué partes del córtex cerebral reciben los mensajes de nuestros políticos en campaña electoral y cómo reacciona nuestro cerebro, neuronalmente hablando, ante el aluvión de mítines, sondeos, encuestas, debates decisivos, debates intrascendentes, análisis, postanálisis, ruindades, mezquindades, etcétera. ¿Cuántas neuronas no se nos habrán suicidado a lo largo de este larguísimo 2015, electoralmente hablando?

Celebración cerebral destrucción neuronal

Y, más difícil todavía, ¿llegaremos a conocer el mecanismo que utiliza nuestro cerebro para procesar todo el lodo vertido en la campaña y convertirlo en una papeleta electoral? Resulta curioso que, cuando llega el sábado previo al domingo electoral, nuestro cerebro tiende a relajarse, dichoso y contento por el final del suplicio. Más que de reflexión, es una jornada de celebración sin la que los índices de abstención serían ostensiblemente mayores de los que son.

Jesús Lens

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