Los No Lugares

Hace unos días, en el taller sobre ‘Escribir literatura de viajes en los tiempos de instagram’ que impartí de la mano de la Escuela de Escritura, uno de los temas más polémicos y controvertidos fue el de los ‘no lugares’.

El ‘no lugar’ es un concepto del antropólogo francés Marc Augé y se definiría como lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia como para ser considerados lugares en sí mismos. Lugares por los se pasa y por los que se circula de forma meramente utilitaria. Autovías y áreas de servicio, por ejemplo. Centros comerciales. Restaurantes de comida rápida. Augé incluye las habitaciones de hotel, algo con lo que no estoy muy de acuerdo, pero el concepto de ‘no lugar’ me parece fascinante.

¿Por cuántos ‘no lugares’ pasaremos este fin de semana largo, tanto si salimos de viaje como si nos quedamos en casa? Porque los centros comerciales ya se pueden considerar un destino vacacional en sí mismos, sin ir más lejos.

Y está la despersonalización de los centros de las ciudades, antaño espacios singulares y cargados de personalidad y, hoy, cada vez más clónicos e intercambiables entre sí: las mismas tiendas, las mismas franquicias, las mismas cafeterías, los mismos uniformes, los mismos menús y platos prefabricados.

Y nos queda el gran ‘no lugar’ por excelencia. El ‘no lugar’ del siglo XXI: las redes sociales. Ustedes saben que soy usuario, que me gustan y que les dedico cariño, tiempo y esfuerzo. Eso sí: cuando estoy de viaje, más allá de compartir algunas fotos, procuro no hacerles caso. Ni interactúo más allá de lo imprescindible ni les presto atención.

No se puede disfrutar a la vez de la belleza de un paisaje físico y de un álbum de fotos en instagram. De un rato de silencio frente al mar y de un estado de facebook. De una conversación con alguien interesante y de un hilo de twitter.

Aprovechemos este micropuente de Andalucía para ser más conscientes de los lugares auténticos y ciertos. De los lugares realmente existentes, confrontados a los no lugares, sean éstos físicos, virtuales… o imaginarias mixtificaciones nacionalistas.

Jesús Lens

Escribir de viajes

Este año, la Candelaria ha hecho maravillosamente su viaje en el tiempo, arrancándonos de la oscuridad de los días grises, brumosos y nublados para iluminarnos con la luz del sol y el azul del cielo.

Cuando nos planteamos las mejores fechas para el festival Gravite, dado que queríamos hacerlo en temporada baja, pensamos que la fiesta de la Candelaria le daba todo el sentido, no en vano, coincide con el famoso Día de la Marmota que se encuentra en la base de ‘Atrapado en el tiempo’, una de nuestras películas de culto.

Días de sol y calor que, obviando por un instante la emergencia climática, nos animan a salir a las calles y a mí, personalmente, me provocan ese picorcillo en la planta de los pies que invita a ponernos en movimiento y a viajar. Hasta hace un par de años, viajar era sinónimo de irme lejos. Muy lejos. Cuanto más lejos, mejor. También me gustaba el viaje cercano, pero si podía, me iba a la otra punta del mundo. Gracias a la propuesta de IDEAL para los dos últimos meses de agosto, sin embargo, he aprendido a disfrutar mucho más del viaje doméstico, íntimo, reflexivo y soñador.

Esos dos ‘Veranos en Bermudas’ me han permitido el reencuentro con paisajes de Granada largamente olvidados y el descubrimiento de otros que, a mis (casi) cincuenta palos, todavía no conocía. ¡Y lo que te rondaré! Pero, sobre todo, me han permitido desarrollar dos herramientas creativas, dos instintos necesarios a la hora de escribir: afilar la mirada para ver más allá de lo aparente y buscar historias que contar.

El próximo sábado, a las 10 de la mañana, la Escuela de Escritura me ha invitado a impartir un taller de literatura de viajes en la Corrala de Santiago y aquí me tienen, dándole vueltas a qué es y cómo ha cambiado el género en pleno siglo XXI; a cómo escribir de viajes en los tiempos de Instagram.

Me gustan estas propuestas que, de vez en cuando, nos obligan a detenernos para reflexionar sobre lo que hacemos. A sistematizarlo más allá de la práctica diaria. A echarle una pensada, como popularmente se dice. Las conclusiones, a vuelta del fin de semana.

Jesús Lens