Volver a los senderos

Hace un par de sábados, volví a correr por la montaña, después de meses y meses. La culpa fue compartida. Por una parte, debo responsabilizar a mi hermano, que me tentó. Por la otra, al libro que tenía entre manos en ese momento: “En los senderos”, de Robert Moor, editado por Capitán Swing.

Está de moda lo que se ha dado en llamar Nature writing, que ya le vale a la etiqueta. Literatura naturalista, podríamos traducir. Literatura de no ficción relacionada con el medio ambiente y que invita a dejar los entornos urbanos y volver a la naturaleza; sea como forma de vida o como vía para estudiar animales o ecosistemas. Desde los libros de Hoare sobre las ballenas al “H de halcón” pasando por una joya que ardo por leer: “El alma de los pulpos”, de Sy Montgomery.

Libros en los que el hombre se presenta cuasi desnudo frente a la naturaleza, tratando de volver a vivir en entornos más o menos salvajes. Como “Nuestra casa en el bosque”, de Andrea Hejlskov, publicada por Volcano, en el que una pareja danesa con cuatro hijos, bebé uno de ellos, lo deja todo y se instala en un bosque del sur de Suecia.

Como quiero hablar de esos libros más despacio, déjenme que insista hoy en la cuestión de los senderos. Porque a medida que leía a Moor, empezaba a sentir la irrefrenable necesidad de volver a los caminos. Hubo un tiempo, cuando era joven, en que fui muy andarín. Recorrí la mayoría de nuestras sierras y parques naturales los fines de semana y aprovechaba los puentes y vacaciones para organizar viajes montañeros a lugares más lejanos, de Gredos a Ordesa y Monte Perdido. Hicimos travesías por el Rif y el Atlas marroquíes, coronando el Jbel Toubkal; subimos los 4.500 metros del Ras Dashen etíope y alcanzamos la cumbre del Kilimanjaro.

Luego, lo dejé.

Volví a recuperar la pulsión por la montaña con los Trails del circuito de  Diputación. Hasta que me rompí. Y ahora, fuera de forma y pasado de peso, es un libro el que me pincha a volver a los caminos. Eso, y las excursioncillas del pasado “Verano en bermudas” para IDEAL.

Todo ello confluye en una palabra y un concepto: Sulayr (GR-240) y GR7; senderos de gran recorrido que piden a voces ser reivindicados, recorridos y, por supuesto, narrados.

Jesús Lens

Reflexiones e improperios

Mi jornada de reflexión arrancó entre nebulosas, que una doble velada de jazz y el Philadelphia-Wizards de la NBA me llevaron tarde a la cama y un violento sol mañanero me arrancó demasiado pronto del sueño reparador.

Bajé a la cafetería y uno de los parroquianos habituales desgranó, en 15 minutos, cuatro teorías conspiranoicas diferentes. Dos afectaban a la monarquía, aunque democráticamente repartidas: una a la emérita y otra a la corriente. La tercera tenía que ver con un músico y la cuarta defendía que en Andalucía no existe la democracia.

Otro de los parroquianos le pinchó al Teórico de la Conspiración:

—Y tú, ¿a quién vas a votar?

—¿Yo? ¡Qué p… voy yo a votar a nadie!

Qué maravillosa paradoja, denunciar la no existencia de la democracia y, a la vez, sacar pecho por pasar de las urnas.

—¿Por qué dices que no hay democracia, si mañana podemos ir a votar todos y, además, hará buen tiempo?

—¿Te lo enseño? ¿Te lo demuestro? ¡Abre el Facebook! ¡Abre el Facebook!

¡Xoder con el Facebook! Entonces surgió otra voz diferente, joven, desde la cocina.

—Hay que votar para provocar el caos.

No pude evitar acordarme del Joker de la saga del Caballero Oscuro. Votar para sembrar el caos. Y también recordé la conversación con un joven taxista, hace una semana, cuando salimos de ver The Hole y unas chicas cortaban el tráfico por Reyes Católicos tras una manifestación contra la violencia de género.

¡Los sapos y culebras que salían de aquella boca! Sin rubor alguno. Sin mesura ni contención. Sin conocernos de nada. Puro vómito. Amarga hiel.

Dura, la jornada de reflexión. Aproveché el sol para salir a correr con mi hermano por el monte, tratando de despejar la mente. Hablamos de baloncesto y western. Y conversamos largo y tendido sobre caminos, veredas, calzadas y senderos; un tema que me obsesiona en los últimos tiempos.

A la vuelta, seguí reflexionando. Y antes de caer frito en los brazos del sofá, lo vi claro: el peor escenario posible tras las elecciones de hoy sería el tan anunciado bloqueo a la hora de conformar gobierno. No me preocupa por la parálisis institucional: ya comprobamos hace unos meses, con el (des)gobierno central, que la cosa era llevadera. Me preocupa, sobre todo, por la aterradora posibilidad de una nueva campaña electoral en Andalucía.

Jesús Lens