Emociones censurables

Resulta hasta entrañable. Es una imagen tantas veces vista en estos cien días que ya le he cogido incluso cariño. A Onofre Miralles y lo de su moción de censura, me refiero. Se va a convertir en todo clásico de nuestra tierra. Igual que El Almendro vuelve por Navidad y El Corte Inglés nos marca la vuelta al cole, no pasa un mes sin que el concejal de Vox aparezca en los medios blandiendo la emocionante posibilidad de una moción de censura que descabalgue a Luis Salvador de la alcaldía de Granada.

Foto: Ramón L. Pérez

Lo de ayer estuvo muy bien. Fue un golpe de efecto muy hábil. Cs y PP habían convocado a los medios para hacer un balance conjunto de estos primeros 100 días de gobierno —o lo que sea— y cuatro minutos antes de la hora prevista para la comparecencia, alguien cayó en la cuenta de que la agenda marcaba otras prioridades. ¿A quién lo le ha pasado, darse cuenta de que ha quedado en dos sitios distintos a la vez? Los lunes, es lo que tienen.

Aprovechando el silencioso vacío de la sala de prensa, Onofre concitó el interés de los periodistas con su petición de disculpas a la ciudadanía por ser cómplice —¿o será cooperador necesario?— del sindiós que preside la Plaza del Carmen en los últimos meses.

Yo le entiendo, ya les digo. Que no se me borra de la retina la imagen de un Miralles sonriente y confiado, mostrando la papeleta con su voto en el pleno de investidura que hizo alcalde de Granada a Luis Salvador. Tiene que ser duro saberse el tonto útil de dos políticos con tablas y experiencia que llevan ninguneándole desde aquel preciso instante.

Metáfora de 100 días de gobierno en Granada. Foto: Ramón L. Pérez

Por mucho que Miralles tire de Esopo y no deje de utilizar metáforas protagonizadas por animales, sean toros o sean gallos, lo cierto es que esto se parece más a la fábula de Pedro y el lobo: con tanto amenazar en vano, el día en que haya que plantearse una moción de censura, de verdad, no se lo va a creer nadie.

Jesús Lens

E-moción de Corpus

No puedo esperar a saber si el PNV va a rematar a Rajoy o terminará por indultarle. Tengo la necesidad compulsiva de escribir, antes de comer, porque la mañana ha sido tan pródiga en emociones que el resultado final de la contienda no importa tanto como la concatenación de impactos. (Al final, fue descabello).

Mientras la procesión del Corpus Christi gozaba del fervor popular bajo un límpido cielo azul, los titulares informativos se acumulaban y tropezaban en torno a un mismo concepto: salida.

Pedro Sánchez martilleaba a Rajoy, exigiendo la suya. A la vez, Rosalía Iglesias, la mujer de Bárcenas, conseguía la orden de salida de prisión gracias a una fianza de 200.000 euros reunida en un tiempo récord. Y, por si faltaba poco, Zidane anunciaba su sorpresiva y traumática salida del Real Madrid.

Hubo un momento de completo delirio en que se me llegó a plantear la posibilidad de que Zizou fuera el candidato de consenso exigido por el PNV para apoyar la moción de censura y que Rajoy acabara en el banquillo blanco, entrenando por Europa y sentado a la derecha del padre Florentino.

Ya saben ustedes que yo creo en los símbolos y en su causalidad. Por tanto, cuando comprobé que Zidane se iba -por la puerta grande- y vi a Willy Bárcenas llegar a la prisión de Soto del Real con la fianza que abrirá la puerta de cárcel a su madre; tuve claro que Rajoy había llegado a la casilla de salida del tablero de juego. Solo que, en su caso, la casilla de salida marca el final de la partida, no el principio.

Mientras Granada celebra su semana grande entre Tarascas, dragones y casetas, bien regada con cerveza y palitos de ron; la gente baila sevillanas y vibra en las atracciones mecánicas con un ojo puesto en el Ferial y otro en la Carrera de San Jerónimo.

Durante otro Corpus igualmente emocionante, hace ahora 6 años, España fue intervenida por la Unión Europea. Rajoy era presidente y Luis de Guindos, ministro de economía. Hoy, Guindos es vicepresidente del BCE… ¿y Rajoy?

Jesús Lens