Un 2020 sin existencia real

Estoy con los propósitos de Año Nuevo. Pero antes de nada, feliz 2020. ¿Cómo lo llevan? Imagino que bien, salvo que confiaran en el reloj de Plaza del Carmen para comerse las uvas, claro. ¡Qué cosas pasan en esta Granada nuestra! Pero no se preocupen. Ya verán como lo de tremolar el pendón sale a pedir de boca.

Mi 2020 comenzó en un lugar inusual: el Teatro Lope de Vega de Madrid, en el intermedio de la representación del musical ‘El Rey León’, con uvas, antifaces y confeti. Fue toda una experiencia darle la bienvenida al año mezclados con cientos de entusiastas amantes del musical, junto al equipo técnico y artístico de la compañía que lleva 9 años consecutivos representando las aventuras de Simba, Nala y Scar.

Me emocioné con el musical. El despliegue visual y creativo de los trajes y las marionetas que representan a los animales de la sabana resulta prodigioso. Me despellejé las manos de tanto aplaudir. Si están pensando en hacer un regalo diferente y original para Reyes, es una inmejorable opción, pero si visitar Madrid no se encuentra entre sus planes más inmediatos, una entrada para el Circo del Sol, que actúa en Granada dentro de un par de semanas, es otro acierto garantizado. Una experiencia artística total que compendia lo mejor de las artes para ofrecer un espectáculo único y singular. Estuvimos hace unos meses en su carpa de Málaga, viendo ‘Kooza’, y salimos flotando. ¿Qué tal resultará el ‘Corteo’ que no tardaremos en disfrutar en el Palacio de Deportes? Otra gozada, seguro.

Para este 2020 quiero hacer más cosas terrenales, físicas y táctiles a la vez que apostar por experiencias imposibles, transitar por lugares inexistentes o acechar a animales mitológicos. Es un ejercicio que exige derrochar imaginación para encontrar lugares que están más allá del Google Maps y seres u objetos perdidos en la noche de los tiempos.

Todavía no tengo muy claro cómo hacerlo, pero la exposición sobre Tutankamón en IFEMA es un buen comienzo: lo más importante que hay en ella es la audioguía, sin cuyo concurso, el recorrido carece de sentido o interés, dado que no hay una sola pieza original. Y, aun así, resulta apasionante. Como la exposición inmersiva en la obra de Van Gogh que se puede disfrutar en el Círculo de Bellas Artes. La nada, más hermosa que nunca.

Jesús Lens