Una casa que vale un Eisner

Hace unos días se hicieron públicos los Eisner de este año, los premios más importante del mundo del cómic. Entre los ganadores, Paco Roca, por ‘La casa’, un tebeo publicado originalmente en el año 2016 en España y que ya recibió en su momento varios galardones.

Nada como quedarse solo en casa durante el fin de semana de la Operación Salida para disfrutar de unas horas de lectura tranquila y sosegada de maravillosos tebeos como este.

La historia es sencilla: tres hermanos vuelven a la casa de verano de sus padres, un año después del fallecimiento del patriarca. Esa segunda residencia en la que pasaron buena parte de sus vacaciones, siendo niños y adolescentes. Han decidido ponerla a la venta, pero antes quieren hacerle unos arreglos y lavarle la cara para que presente mejor aspecto. A partir de ahí, los recuerdos. Las vivencias. Y los secretos. Esos secretos que anidan en todas las familias.

No se preocupen. Esto no es un tebeo noruego, sueco o danés en el que sufre hasta el apuntador, feroz crítica a la castradora institución familiar. ‘La casa’ es, más bien, una serena reflexión sobre el paso del tiempo y la fugacidad de la vida. Sobre la prisa y la aceleración. Sobre nuestra incapacidad para detenernos a mirar, ver y escuchar lo que pasa a nuestro alrededor.

Lo escribe magistralmente Fernando Marías, el I Viajero en el Tiempo del Festival Gravite, en el epílogo del tebeo: “A medida que envejezco siento que único tema de la literatura -y probablemente de todo lo demás- es el paso del Tiempo. Y ‘La casa’, que es el libro que un chico quiso dibujar para su padre muerto, es también el libro que ha permitido a Paco Roca dibujar el Tiempo que se va, o que se fue, o que se irá”.

‘La casa’ son recuerdos que hilvanan el pasado con el presente y nos hacen reflexionar sobre el futuro. Es un cómic en el que Paco Roca nos habla de su padre a la vez que nos invita a pensar en el nuestro. Las sencillas y tiernas anécdotas que rememora en este prodigioso tebeo harán que, cada poco, el lector interrumpa su lectura para sumergirse en sus propios recuerdos, dejando vagar la memoria por una tarde de verano, un viaje, una comida, una charla, una celebración. Por los proyectos inacabados que, quizá, todavía estemos a tiempo de culminar.

Jesús Lens

El peso del tiempo

Resulta inevitable, al comienzo de año, echar la vista atrás y reflexionar sobre el paso del tiempo. Y sobre su peso. Que, en ocasiones, son toneladas.

Uno empieza a cobrar conciencia del paso del tiempo cuando sus deportistas favoritos, en vez de parecer personas mayores, se convierten en críos insultantemente jóvenes, imberbes y descarados. Te das cuenta de lo viejo que eres la primera vez que te descubres tildando a un deportista de niñato millonario y malcriado.

Otro signo inequívoco del paso del tiempo viene dado por esas reuniones de amigos en las que los temas de conversación arrancan con un preocupante “¿te acuerdas de aquella vez en que…?”. Muchas risas, pero viejunismo rampante, al fin y al cabo.

Sin embargo, el mazazo temporal te deja definitivamente noqueado cuando empiezan a celebrarse los 20 o, peor aún, los 25 aniversarios de acontecimientos históricos e hitos deportivos, culturales o científicos de los que guardas recuerdo… por haberlos vivido o presenciado en primera persona, en vivo y en directo.

Por ejemplo, este 2018 se celebran 25 años del Nobel de la Paz a Mandela y de Klerk por propiciar el final del Apartheid, mientras que Sarajevo seguía sufriendo el deplorable sitio del ejército serbio. Clinton tomaba posesión como presidente norteamericano y el World Trade Center sufría un primer atentado terrorista. En Waco, asediados por el FBI, morían 74 davidianos, secta liderada por David Koresh. “Parque Jurásico” arrasaba en taquilla y Nirvana y Guns N’ Roses sacaban disco nuevo.

Y se cumplen unos nada desdeñables 20 años de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, los 11 Óscar de “Titanic”, el Nobel de Literatura al granadino José Saramago, la constitución del Banco Central Europeo, la detención en Londres de Pinochet a demanda del Juez Garzón o la final de Roland Garros entre dos españoles: Moyá y Corretja, con Arancha Sánchez Vicario ganándole a Mónica Seles.

Pero 2018 nos trae el argumento definitivo de que el tiempo es relativo y de que, por tanto, Einstein tenía razón: en febrero de 1998, la poderosa Netscape presentaba en sociedad el buscador Mozilla con el que quería hacerle la competencia al imparable Explorer de Microsoft. Se presumía un duelo de titanes. Unos meses después, en septiembre, dos jóvenes estudiantes de Stanford, Larry Page y Serguéi Brin, fundaban en California una empresa llamada… Google. ¿Les suena?

Jesús Lens

EL PASO DEL TIEMPO

¿Os acordáis de estas imágenes? Pues ayer, corriendo, una encantadora chica belga de 23 años, una pequeña Erasmus de lo más simpático y encantador… me dio las gracias por mostrarle el recorrido de la Fuente de la Bicha llamándome «señor».  ¿Señor? ¿SEÑOR?… En fin. Pensemos que era guiri y que quería ser agradable…

 

🙁

 

 

Pero me sentí así, claro: