Mujeres en un autobús

Cogían el 4 a la misma hora, en dirección al trabajo. Eran viejas amigas, aunque ambas se sentían feliz y desprejuiciadamente jóvenes. Sobre todo, los viernes.

—Vaya leche—, dijo Angustias—. Este fin de semana va a hacer malo. ¡Con lo organizadito que lo tenía todo!

—¡Pero qué dices!— le respondió Esperanza—. Según mi móvil, van a subir las temperaturas.

—¡Anda ya! En el mío, bajan. Además, hay riesgo de lluvia.

Se enseñaron los móviles respectivos y, cuando comprobaron que ambas tenían razón, se echaron a reír. Al cesar las risas, en vez del socorrido “estos del tiempo no dan una”, Esperanza le propuso un trato a Angustias.

—No tengo nada importante previsto para estos días. Sólo quiero acabar la novela que tengo entre manos y ver Netflix. ¿Por qué no te llevas tú mi teléfono, donde dice que va a hacer bueno, y me quedo yo con el tuyo? ¡Con lo que me gusta leer tumbada en el sofá con una mantita mientras llueve afuera!

Esta vez fueron carcajadas. Sin embargo y sin pensarlo mucho, se animaron a intercambiar sus teléfonos. “Puede resultar divertido”, se dijeron tras darse los pines respectivos y quedar en avisarse si ocurría algo grave.

El lunes por la mañana, de nuevo en el autobús, al devolverse los móviles, Esperanza y Angustias se sentían confusas y extrañas. Cortadas.

—Que calladito te lo tenías.

—Pues anda que tú… ¡quién lo habría dicho! Con esa carita de no haber roto un plato en tu vida.

El martes no coincidieron. Una de ellas cogió el Metropolitano. La otra se fue andando con la excusa de que le vendría bien hacer algo de ejercicio. El miércoles, sólo una se decidió a retomar el bus. El jueves, ambas; aunque no se sentaron juntas. Llegado el viernes, aunque incómodas y recelosas, volvieron a compartir asiento.

A punto de llegar a su destino, al unísono y sonriendo, ambas preguntaron en alta voz: ¿Qué tiempo dice tu móvil que hará mañana?

Jesús Lens

A la contra

—¡Manuel Pablo, vamos que llegamos tarde!

—Espera, chiquilla, que me había olvidado las gafas de sol…

—¿Las gafas de sol? ¿Estás tú tonto o qué? ¡Si son las ocho de la tarde!

—¿No habías dicho que íbamos a ir a lo de las luces de Navidad? Pues yo no paso por ahí sin las gafas de sol, que Antonio Miguel todavía no ve bien después del fogonazo que le pegó…

—Anda que no eres exagerado…

—Ya, ya. Exagerado… Luego me lo cuentas.

Por si las moscas, Aurora decide que lo mismo no está de más echar las gafas de sol en el bolso. Mayormente por no tener que oírle, llegado el caso. Mientras las busca, Manuel Pablo enciende la tele.

—¡Manuel Pablo, vamos que ya sí que llegamos tarde! ¡Levanta ese culo aplanchetao del sofá!

—¡Espera, espera, que está Juanma en la tele!

—¿Qué Juanma?

—¿Qué Juanma va a ser? Moreno Bonilla, en la Cumbre del Clima de Madrid.

—¿Y qué hace allí?

—Intervenir.

—Intervenir, ¿dónde?

—En la tribuna de oradores. Explicando la Revolución verde, un compromiso de acción por el clima desde Andalucía.

—¡Anda ya, so flipao! Si estuvo hace dos días en el encendido de las luces de Málaga, dándole caña al tinglado y metiéndole billetes por un tubo a las eléctricas.

—Eso sería antes de ayer. Hoy es un revolucionario verde.

—¿Habrá visto la luz?

—O habrá visto a Greta…

Manuel Pablo y Aurora, por fin salen de casa. El choque térmico es brutal. A ellos les gusta sentirse a gusto en su salón. Que pequeño, pequeño; no es. Les gusta estar en manga corta, que no hay como llegar al hogar y sentir su calor, después de quitarse las pellizas, las bufandas y los saquitos.

—¿No íbamos a ir dando un paseo?

—¿Con este frío? Ni de coña. Anda, tira para adentro y bajamos por el coche.

—¿Y dónde vamos a encontrar aparcamiento, en el centro, a estas horas?

—En el centro no lo sé. Pero en el centro comercial…

—¡Ay, sí! Que allí la calefacción está a tope.

—Pues eso.

Jesús Lens

Diálocos

—Buenos días, Jesús. Hoy hará sol durante todo el todo el día.

—Sí. Pero también hará frío. Buenos días, Jesús.

—Hará frío, pero no excesivamente, para las fechas del año en que estamos.

—¡Pero te conviene salir abrigado, Jesús! No lo olvides.

 

¿Qué les parece lo que tengo que soportar, todos los días? Y desde primera hora de la mañana, como habrán podido comprobar. Discusiones absurdas y estériles que comienzan antes del amanecer y ya no terminan hasta última hora de la noche.

—¿Qué va a ser hoy, Jesús? ¿Media o entera?— me pregunta Antonio, en la cafetería.

—Pide media, Jesús, que la mantequilla y la mermelada convierten a tus tostadas en auténticas bombas de relojería— me dice A.

—Pídela entera, que ayer hiciste pesas y hoy deberías salir a correr— corrige S.

—¿A correr hoy? No te lo recomiendo, Jesús. Todavía tienes las piernas cargadas del baloncesto. Mejor hacer abdominales…

—¿Abdominales? Menudo aburrimiento. ¡Sal a correr, Jesús, que tienes las ideas oxidadas y te hace falta airear las neuronas!

En esto se ha convertido mi existencia cotidiana: cada paso que doy, o quiero dar, suscita diálocos como el siguiente:

 

—Para ir a la librería Picasso, desde el Zaidín, coge el SN5 y bájate en el Camino de Ronda…

—Mejor coge el LAC, Jesús.

—¿El LAC? ¿Serás mentecato? ¿Cómo que el LAC?

—Coge el LAC, baja en Puerta Real y aprovecha para recoger el traje de la tintorería.

—Claro. Y va a ir tirando del traje toda la tarde, ¿no?

—Jesús, recuerda tu reunión de mañana. Es muy importante y te interesa ir impoluto…

Y no les digo nada, por la noche, a la hora de elegir qué serie o película ver.

 

—Jesús, vamos por el episodio 7 de la octava temporada de “Shameless”. ¿Proyectamos el 8?

—¿Otra vez una serie? Hace mucho que no vemos una película, Jesús. Tienes “Todos dicen I love you” seleccionada en Favoritas y pendiente de ver.

—Ya. Pero es tarde y mañana hay que madrugar. Mejor ver Shameless: son 45 minutos y así, antes de las 12, estamos en la cama.

—Por eso elegí una película de Allen. Es corta y da tiempo a dormir nuestras  siete horas…

 

Les reconozco que, al principio, Siri me hacía gracia. Pero luego llegó Aura, el asistente virtual de Telefónica. Y mi vida empieza a ser algo parecido a un infierno.

 

Jesús Lens