El ¿futuro? de Europa

Desde que tengo uso de razón, mantengo una relación complicada con Europa. Y, por eso, planteábamos esta disyuntiva europea, a través de dos imágenes…

Cuando era un enano, en el Cole me castigaron una vez de cara a la pared. Y, sobre la pared, un mapa de Europa. Aproveché aquella coyuntura para aprenderme todas las capitales del Viejo Continente, algo meritorio para alguien tan asistemático como yo.

¡Ya no hay mapas como los de antes!

Aquel castigo me permitió no dudar cuando se trataba de ubicar a Bucarest, Sofía o Moscú como capitales de países lejanos, extraños, fríos y enigmáticos. Tras la caída del Muro, Bonn dejó de formar parte de aquella nómina, pero a mí me resulta imposible no pensar que la capital de Alemania era Bonn y Berlín, por ejemplo.

Algo más mayor, en octavo, participé en el concurso de relatos que Coca-Cola convocaba (y sigue convocando) todos los años. Recuerdo los nervios, espantosos, al juntarnos con otras varias decenas de niños en un aula universitaria, bolígrafo en mano. Y el tema de la redacción: “La entrada de España en la Comunidad Económica Europea”.

¡Toma ya!

¡Vaya un temazo!

Recuerdo que me salió un bodrio de redacción que acababa con una familia de agricultores de tomates muy felices por la entrada de nuestro país en la entonces CEE.

Y, ya más de mayor, fascinado por el Derecho Internacional Público y por el proceso de integración de la Unión Europea, en quinto de carrera, decidí matricularme, voluntariamente, en Derecho Comunitario, una asignatura extra que se impartía por primera vez en Granada, merced a los buenos oficios de la Cátedra Jean Monnet y al impulso del profesor Liñán.

Directivas, Reglamentos, Consejo, Comisión… todo el fascinante entramado que constituía la UE resultaba transparente, atractivo y, sobre todo, decisivo. ¡Era un proceso histórico, memorable, imparable! Y poder participar en él, aunque fuera estudiándolo, era un enorme privilegio. Como lo fue el votar en las primeras elecciones al Parlamento Europeo. Pero fue un año duro, que aquella asignatura-seminario resultó de lo más exigente, exámenes orales incluidos.

Eso sí, recuerdo que, ya entonces (y hablamos del curso 92-93), una de las pegas que se ponían al proceso era el llamado Déficit Democrático…

Es sintomático que, en 2012, el gran problema al que nos enfrentamos sea el del déficit. Pero el económico y monetario. Porque si hay una palabra que está de retirada, batida por la crisis, ésa es “democracia”.

Con el Euro en un brete y Europa asomada al abismo, va a ser otra vez la Economía la que tire adelante del proceso de integración de la Unión. Ya se habla de un Superministro de Finanzas y de un Tesoro común que vengan a poner coto a los “desmanes” de los países integrantes de la Eurozona.

En realidad, todo el proceso de integración europea ha avanzado con firmeza y determinación cuando las cuestiones económicas, financieras y monetarias así lo han requerido, con la adopción de una moneda común como hito más importante de una historia que, paradójicamente, se apresta a volver a dar un paso de gigante cuando más en entredicho están sus éxitos, logros y consecuciones.

En las dos últimas semanas he asistido, espantado, a diversas conversaciones en que el fantasma de la Alemania más agresiva y beligerante ha salido a relucir. De hecho, las supuestamente divertidas imágenes de Ángela Merkell con bigotito nazi no me hacen la más pícara gracia.

A finales de esta semana, volvemos a jugarnos el futuro. Otra vez. Estamos, nuevamente, al borde del abismo. Y, como ya hemos señalado en otras ocasiones, la mirada del precipicio es muy atractiva, subyugante… y peligrosa.

¿Se acuerdan ustedes de los aburridos viejos tiempos?

Ojalá que la Cumbre de finales de semana sirva para poner las bases a la vuelta a un futuro algo mejor que este presente devastador que estamos sufriendo.

Muchas cosas se van a quedar en el camino. Soberanía, autonomía, veto o unanimidad van a pasar a ser arcaísmos, más pronto que tarde. La lucha, a escala europea, tendrá que ser por los derechos, por la justicia redistributiva, por la generación y el reparto de una riqueza globalizada y sostenible.

Sí. Es verdad. Se me empieza a ir la pinza. Me dan voluntos utópicos y sentimentales.

Será la carrera, a mediodía, en plena Alerta Amarilla, por encima de los 45 grados.

O será, sencillamente, que no creo que estemos ante el comienzo de una Tercera Guerra Mundial en la que nada tenemos que ganar y todo que perder.

Jesús mesiánico Lens

Veamos los 27 de junio de 2008, 2009, 2010 y 2011