CUSCO

No me extraña que para Lillian, una viajera pertinaz y experimentada que ha recorrido los cinco continentes a lo largo y a lo ancho, Cusco sea una de sus ciudades favoritas del mundo mundial, como nos decía en un comentario a uno de los Posts andinos que estamos publicando estos días.

Perú, la Tierra del Inca, como se la publicita y conoce. Y, sin embargo, como nos contaba Pilar, cuyo magisterio y consejo están siendo impagables estos días, los incas eran la casta noble que residía en Cusco. Los reyes. Y sus familias. De hecho, Inca es una palabra quechua que significa «rey». El resto de habitantes eran andinos y su distribución iba desde Ecuador y Venezuela hasta Chile y Argentina. La cultura andina. La original y auténtica cultura de Sudamérica. Porque, además, antes de la Inca (1.200 después de Cristo) estuvieron los Pikimachay, tan lejos como en el 16.000 ac. O los Parakas (900 ac.), los Nazca (400 ac) o los Lamboyeque (800 dc.)

Y vayamos con una cuestión gramatical. Cuando digo Cusco no es porque me haya vuelto fino, cursi y redicho. Es porque da lo mismo, según la Real Academia de la Lengua, escribir Cuzco que Cusco. Y, en su momento, el cambio de la «s» por la «z» tuvo un cierto deje despreciativo. Y como el nombre original en Quechua era Qosqo, pues eso. Que Cusco. Que, además, la cerveza que me bebo estos días se llama «Cusqueña», lo deja zanjado el asunto, por lo que a mí concierne.

Pero volvamos a la declaración de principios de Lillian, con la que estoy totalmente de acuerdo. Uno, que ya va atesorando un cierto currículum viajero, cuando llega a algunos lugares muy concretos sabe que pasarán a su acervo íntimo y personal, casi sagrado, de lugares a los que volvería sin dudarlo. De lugares en los que no le importaría pasar una buena temporada, viviendo y aprendiendo. Y Cusco es uno de ellos. Desde que llegué en el avión y salí del aeropuerto, viéndome rodeado de verdes montañas, sentí que éste lugar es especial. Muy especial.

Y todo lo que voy descubriendo desde entonces no hace sino reforzar esa primera impresión, desde el casco antiguo, las galerías de arte, los bares y restaurantes con encanto, las ruinas prehispánicas, las mixturas criollas, el sincretismo cultural y religioso…

Por eso, quizá, no me importa tanto no haber podido ir a Machu Pichu. Porque sé que más pronto o más tarde, volveré a Cusco. Porque, además, me he quedado con las ganas de visitar Iquitos y la zona del Amazonas. Y las líneas de Nasca. Y el Titicaca. Y… Y, por tanto, habrá ocasión de volver, claro que sí.

Unas notas me gustaría resaltar sobre la profunda comunión que sigue existiendo entre los andinos y la naturaleza, con el culto a las montañas y la resistencia de la medicina naturista, las hierbas, pomadas y remedios tradicionales. El culto al agua, que viene desde tiempos inmemoriales. Y el desarrollo de la astronomía, que tenía que ver con lo mucho que necesitaban los andinos conocer el cielo para conseguir la máxima rentabilidad de la tierra, dado que la agricultura era su principal sostén de vida. O sea que el culto al Sol, señor y dador de vida, no era casual. Como no lo era, por otra parte, para otras tantas civilizaciones antiguas. De hecho, la traducción del quechua de lo que ellos entendían por Dios es «Fuente vital que nos da la vida».

Y, a partir de ahí, los tres escalones. Las tres gradas que podíamos ver en la foto de «Qosqo» que dejábamos esta mañana. Un símbolo del mundo pasado, del presente y del que está por venir. Igualmente, del mundo subterráneo, el mundo terrestre y el aéreo, simbolizados respectivamente por la serpiente, el puma y el cóndor.

Tres escalones. Símbolo mágico
Tres escalones. Símbolo mágico

No se puede entender la cultura andina sin su comunión con la naturaleza. No es raro que estos días se hable del fenómeno el niño, de los terremotos y las inundaciones. O leer frases como esta de David Frías Chávez, en la presentación de su exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Cusco: «Renacimiento de un milenarismo andino insurgente».

Vivir de acuerdo con la naturaleza, y no a sus espaldas y, ni mucho menos, acabando con ella.

Seguiremos hablando de respeto, sincretismo, fusión… y aniquilación. Como anticipo… ¿qué les sugiere la imagen, la visión de esta virgen?

Jesús Lens, cusqueño total.