Ser Cuates

Amando de Miguel sobre el periodista José Luis Gutiérrez:

“Él y yo nos llamábamos cariñosamente cuates, que es un mexicanismo, literalmente hermanos gemelos, pero en el lenguaje coloquial, compinches. No es que nuestras actividades fueran irregulares, pero sí a veces contra la corriente establecida.»

Jesús Cuate Lens

¿Y los 30 de mayo de 2008, 2009, 2010 y 2011?

La puerta del infierno

Es paradójico que la puerta del infierno se encuentre en un lugar paradisíaco.

¿Os acordáis de esta imagen?

Hubo opiniones, sugerencias e ideas para todos los gustos sobre lo que podía ser. Pero Virtu lo clavó:

“Vamos a ver, el autor Hank Thomas Willis, ha provocado la imagen del logotipo de Absolut mediante la manipulación de la puerta de la casa de esclavos en la Isla de Gorée, en Senegal. “La puerta sin retorno”, es un icono de la travesía del Atlántico que los esclavos cruzaban con destino a América.”

Unos días después, nuestra siempre esencial Silviña, nos mandaba este fantástico enlace, en que se detalla la forma de trabajar y entender el arte de Hank.

Vuelvo a Goreé.

Y vuelvo de una forma imprevista. Vuelvo a través de la NBA, con un documental sobre las giras veraniegas que sus estrellas hacen por diferentes países. Como Senegal. Con Ronny Turiaf como protagonista. Ved los primeros 4 minutos de este vídeo. Creo que os gustará.

Vuelvo a Goreé, a través de las fotografías de mi Cuate Pepe.

Vuelvo a Goreé, con el recuerdo de mi amiga, la Petit Macoumba, que ahora está malita y a la que, desde aquí, le mando mis mejores deseos para que se recupere pronto y vuelva a su tienda de la isla, con su simpatía y su enorme sonrisa, para vender esos pareos y camisas imposibles.

Vuelvo a Goreé para celebrar que la esclavitud ya no existe. ¿Verdad?

Jesús Lens

LA MORAGA

Hasta el viaje más largo

comienza con un primer paso.

Proverbio chino.

.

¡Qué palabra más bonita (en el mejor sentido de la expresión) sonora y expresiva! Noches de moraga. Interminables veladas veraniegas de hogueras y pinchitos asados en las brasas, junto al mar, bajo el cielo cuajado de estrellas.

Con ese nombre, “La Moraga”, el reputado chef andaluz Dani García está abriendo una cadena de locales que responden a un concepto muy de moda en los últimos meses: los gastrobares, caracterizados por ofrecer alta cocina, cocina de autor, pero a precios asequibles.

Álvaro, Pepe y yo, antes de coger el vuelo para Casablanca-Dakar, decidimos desayunar en el aeropuerto de Málaga. Las opciones eran las de siempre (Starbucks incluido) o aprovechar para conocer “La Moraga”. Si la compañía hubiera sido otra, quizá no me habría atrevido a proponerlo, pero uno tiene buenos compañeros de viaje y tanto mi Cuate como Ratatouille Hoces son tipos desprendidos y, sobre todo, gastronómicamente desafiantes…

Eran las once de la mañana y justo cuando nos acercábamos a sus inmediaciones, “La Moraga” abrió sus puertas. Unas puertas translúcidas, correderas, transparentes. La barra, inmensa e interminable. Y decenas de banquetas esperando a los comensales. La decoración, minimalista: cristal y blanco. Y algo de crema. Muy poco. Tras la barra, una doble cocina. O una cocina en doble espacio. Pero abierta y diáfana. Para verlo todo. Alto y claro. En uno de los paneles del fondo, los platos estrella de la carta, descritos con grandes letras azules: hamburguesa de rabo de toro, croquetas de pringá o de chorizo, kebab de ibérico… Y molletes, claro. Que era la hora del desayuno.

Álvaro, más prudente (¿más perjudicado por la noche anterior?) pidió un café y un mollete. Pepe y yo, más osados y ante la certeza de que los siguientes días, en Senegal, no iban a ser especialmente favorables para las comidas, pedimos unas cervezas y algunas suculencias de la carta.

Una de esas cartas cabronas en las que, por cada cosa que pides, dejas cinco joyas en el tintero. Y sin probar. Menos mal que las camareras, con su arte, simpatía y talento, nos condujeron sabiamente por los entresijos de la amplia y tentadora oferta, dada la hora de mañana que manejábamos.

¡Gloria bendita!

No. No son tapas. No. No son pinchos. No. No son cazuelas. No. No son platos de autor. O sí. Pero todo mezclado. Porque ni se acaban de un bocado (o dos), como los pinchos; ni son platos típicos o tradicionales, como las cazuelas. Y, aunque no es barato, tampoco es carísimo, comer en La Moraga y darle un homenaje al paladar y los estómagos. Es un lujo razonable, disfrutón y que, además, nos reportó 100 euros.

Dejábamos escapar a un vendedor de lotería que nos ofrecía un número terminado en 13, cuando las camareras nos reconvinieron severamente: era el número que ellas llevaban. E iba a tocar. ¿Cómo despreciar semejante consejo de quiénes te han servido maná para la boca y han colaborado a que pasáramos un rato delicioso? Que Álvaro no tardó en sumarse al cerveceo…

Pues tocó. Y no nos hemos hecho millonarios. Pero tenemos para darnos otro homenaje. En “La Moraga”, claro.

Y es que yo lo tengo claro: sólo por ir a lo de Dani García, para mis próximos viajes, la primera opción de salida siempre será el aeropuerto de Málaga.

Jesús Gastrocafre Lens.