¿Momento preciso y lugar indicado?

Siempre se ha dicho que hay que estar en el momento preciso y en el lugar indicado. Sin embargo, hay quién se toma demasiado en serio esa máxima. Como este lindo minino. ¿Querría ver de cerca un gol histórico? ¿Estaría loco por ver un primer plano del lanzador? O, sencillamente, en el momento preciso estaba en el lugar menos indicado de todos…

 

En fin.

 

Así se escribe la historia…

¡Bienvenido!

¿Qué buscaba este buen muchacho? ¿Qué le llevó a saltar del avión? ¿Lo hizo voluntariamente o se vio obligado por las circunstancias? ¿No había otro sitio en el que aterrizar? Decía la canción que la vida te da sorpresas. Y que sorpresas te da la vida…

 

No le arrendamos las ganancias a este individuo, dada su clarividencia, aunque adrenalina, la va a soltar. ¡A chorros!

 

Jesús adrenalínico Lens

Dejarse llevar

Me gusta esta imagen. ¿Habrán remado por encima de sus posibilidades estos aguerridos muchachos? O será que se han dejado llevar por la algarabía provocada por la gran catarata… ¿Quizás se han ebmarcado en una quimera demasiado ambiciosa? O, lo mismo, es que sencillamente se dejaron llevar por la corriente hasta un punto excesivamente peligroso. Lo que conocemos como el punto de no retorno.

Así las cosas, la pregunta no es tanto cómo hemos llegado hasta aquí, sino qué hacemos para remontar la corriente y no terminar por precipitarnos al abismo. Salvo que nos gusten las emociones fuertes, claro. Que tampoco habría que descartarlo, viendo determinadas actitudes.

 

Jesús gráfico Lens

STOP Tristeza

La columna de hoy en IDEAL, puede parecer contradictoria con los tiempos que vivimos, pero creo que también es necesaria.

¡Lo que nos hemos reído, criticado e ironizado por cuenta del Tristianazo, como ya se conoce a la Tristeza de Ronaldo! Además de ser trending topic, y haber generado hondonadas de tuits, ha servido para que reflexionemos sobre lo contradictorio que resulta el lamento de quién todo lo tiene: dinero, fama, éxitos, mujeres, títulos, etcétera.

Sin poner en duda el derecho de Ronaldo a la tristeza, ¿qué no será de quiénes no somos talentosos futbolistas con contratos millonarios, en el actual contexto de crisis? ¿Qué hondo penar no podría embargarnos al común de los mortales, tal y como están las cosas? Pero también es verdad que, si nos comparamos con esos miles de millones de personas que, en zonas de África, Asia o América viven con menos de un dólar de renta diaria y se mueren de hambre, literalmente; deberíamos cerrar la boca y callarnos, justo como le pedimos a Tristiano que haga.

Y es que, en los últimos meses, mostrarse tristes y abatidos parece ser obligatorio. Tanto que proclamarse contento por alguna razón es un signo inequívoco de mala educación y pasearse por la calle con una sonrisa constituye una provocación. De aquí a nada y como las cosas sigan así, un abogado podrá pedir la libre absolución de un acusado por agresión con la excusa de que el agredido llevaba una sonrisa en la boca. Y eso no puede ser.

Hace unos meses se organizó un Congreso de la Felicidad y vino a España el señor más feliz de Bután, el país que ocupa el número uno en el Índice Mundial de Felicidad. Ese individuo, que debería ser el Hombre más Feliz del Mundo, así con mayúsculas, apareció en las fotos con una enorme sonrisa. Y le cayeron palos por todos lados, claro. A él y, también, a ese optimista irrecuperable que es Eduardo Punset y a la marca de refrescos que patrocinaba el Congreso.

La felicidad no está de moda y aspirar a ser feliz es una grosería de forma que la gente alegre y optimista ha de hacer un esfuerzo constante para presentarse ante el mundo con aspecto gris y ceniciento, con la expresión cariacontecida, como si estuviéramos en un velatorio perpetuo. ¡A ver quién es el guapo que comenta sus vacaciones, sin riesgo de llevarse el agrio restregón de un contertulio cualquiera!

Y, la verdad, todo esto no nos lleva a nada bueno. El pesimismo es contagioso. La tristeza es letal. Y la masiva conjunción de ambas nos precipita a una espiral descendente y autodestructiva que, en poco tiempo, se lleva por delante no solo la ilusión y el optimismo de una sociedad, sino también los logros y los éxitos conseguidos tiempo atrás.

Porque en los años de bonanza se hicieron disparates y se cometieron excesos, ciertamente. Pero también se alcanzaron metas y se lograron éxitos que, justo ahora, es momento de reivindicar y defender. Con uñas y dientes, si fuera menester.

Jesús Lens