Gurús tóxicos y peligrosos

La película más importante de este año data de 2011 y se titula ‘Contagio’. La dirigió uno de los mejores cineastas de este siglo, Steven Soderbergh, y tiene un reparto coral de rutilantes campanillas: Matt Damon, Kate Winslet, Marion Cotillard, Laurence Fishburne, Bryan Cranston y Gwyneth Paltrow; entre otras estrellas.

En su momento se estrenó como un thriller de ciencia ficción. Vista hoy, resulta ser un pedazo de documental, al haber anticipado punto por punto todo lo que nos está ocurriendo este año. De hecho, no sería de extrañar que algún oscuro mando de cualquier cuerpo de seguridad haya puesto bajo escucha al guionista y a los productores de ‘Contagio’: está claro que ellos lo sabían. Antes, incluso, que el pérfido y maquiavélico Dr. S.

De todos los personajes de la película, hay uno que resulta especialmente perturbador y, a la postre, repulsivo. Se trata de un bloguero y autodenominado periodista freelance llamado Alan Krumwiede e interpretado por Jude Law. A través de sus redes, que cuentan con cientos de miles de seguidores, trata de convencer a la gente de que el gobierno les miente. De que hay una conspiración en marcha. De que no se dejen engañar.

Después, el mesías cibernético empieza a contar que existe un medicamento que puede servir como cura. Casualmente, es el medicamento de una farmacéutica que le paga generosamente. Bajo cuerda. En su delirio, llega a filmarse en su casa, simulando tener la enfermedad cuando estaba más sano que una manzana, para demostrar que el tratamiento es eficaz.

Más adelante, cuando los científicos sí encuentran una vacuna para el virus, Krumwiede utilizará sus redes para advertir a sus seguidores contra su uso, espoleando los más bajos instintos de, entre otros, los colectivos antivacunas. Advierte a las autoridades que está dispuesto a boicotear el tratamiento, dándole igual que se haya demostrado eficaz. Al no ser SU tratamiento y quedar fuera de foco, reacciona como un niño pequeño al que le han quitado su juguete, dándole igual las posibles consecuencias de sus actos.

Aunque podríamos creer lo contrario, las corrientes antivacuna están creciendo con la pandemia. En sus fantasías conspiranoides barruntan que la Covid-19 es un plaga propagada por la industria farmacéutica para, después, pegar el pelotazo con la vacuna.

Ojito, no sea que el pornostar Nacho Vidal acabe convertido en referente sanitario y los vapores del veneno del sapo bufo, en una medicina de primera necesidad.

Jesús Lens