Entre el frío y el calorcito

Hay quien dice que soy muy dejado. Y ahora mismo, escribiendo estas líneas desde el Zaidín, creo que tienen razón. Permítanme que me haga un selfi escrito: llevo encima una camiseta, una sudadera, un forro polar y un deshilachado poncho negro que compré en un telar de Capileira hace algo así como 30 años. Aún así, tengo frío. Y las manos tan heladas que dejo de escribir cada par de minutos para meterlas entre las piernas y el sillón, para evitar perder los dedos.

¿Por qué hace este frío en mi casa? Ni idea. Estamos a 12 de noviembre y, tirando de memoria, recuerdo un cartel en el ascensor, antes del puente de los Santos, informando de algo referente a la calefacción. Imagino que sería una información de mero trámite. Si hubiera hablado de graves averías, cambios de caldera o algo así, me habría saltado la Alarma Derrama…

No entiendo por qué hace tanto frío, por qué los radiadores están helados y, sobre todo, no entiendo por qué les cuento esto a ustedes en vez de preguntarle al vecino si él también vive como en Siberia. Llamar a la presidenta de la comunidad, por cierto, también sería buena alternativa…

No lo entiendo, pero sospecho el porqué de este rollo. Hoy leí un tuit divertidísimo de Ignacio Molina, analista del Instituto Elcano: “Granada marca hoy -por el domingo- la temperatura mínima en toda España (7 grados) y también la máxima (23 grados). Estos típicos pasos rápidos del frío al calor afectan al estado de ánimo de la población y supone una de las hipótesis más admitidas para explicar la célebre ‘malafollá’ local…”

No le falta razón a Ignacio. Ese domingo salí del Gourmet el domingo, a las 5pm, e iba sudando  la gota gorda mientras caminaba por una desierta Avenida de Cádiz. ¿Cómo va a pensar uno que, cuatro horas después, necesitará unos guantes para pasar las páginas del libro que tiene entre manos?

En Granada pasamos frío, mucho frío. Es cierto. Un frío del carajo. Pero como luego tenemos ese sol de mediodía que calienta sin quemar, ese solecito que nos anima a bajar a las terracitas a echar un vinito o una cervecita -¡ay, los diminutivos de los que hablaba Lorca!- ¿quién se va a preocupar de las temblaeras nocturnas y los fríos polares de la madrugada?

Jesús Lens

Pensémonos a nosotros mismos

Permítanme que insista en los resultados del Observatorio de la Cultura según los cuales, Granada se ha convertido en una ciudad bastante intrascendente a nivel nacional. Analizado el informe, me llama la atención la importancia otorgada a la gastronomía, el diseño y la moda, disciplinas muy importantes, pero cuyo alcance cultural se me hace complicado de ponderar, comparándolo con el impacto del Museo del Prado, por ejemplo. Y de ello escribo hoy en IDEAL.

Es decir, ¿penaliza a Granada, culturalmente hablando, no tener ni un solo restaurante con Estrella Michelín y el abuso de las tapas XXL? Que lo mismo los restauradores deberían pedir subvenciones a las administraciones para subir escalones en el ranking, visto lo visto. Y que conste que no es un tema baladí. Ya lo escribí hace un par de años largos, en este artículo, preguntándonos por qué no hay en Granada ni una sola distinción Michelín a nuestros restaurantes.

También hay que destacar el hecho de que la Fundación Contemporánea que emite el informe esté promovida por La Fábrica y que, entre las primeras 10 referencias culturales más importantes de España haya dos, Matadero y PHotoEspaña, que están íntimamente relacionadas con su actividad.

 

Dicho lo cual, centrémonos en Andalucía, donde la Bienal de Flamenco de Sevilla sería lo más de lo más, seguida del CAC malagueño, el Festival de Cine español, el Museo Picasso, el CAAC de Sevilla, el Pompidou, el recién abierto Palacio de la Aduana de Málaga, el C3A de Córdoba, la Colección del Museo Ruso y, en décimo lugar, nuestro Festival Internacional de Música de Granada.

 

El CAC, el CAAC y el C3A son centros de arte contemporáneo y los dos que conozco son una virguería y siempre que voy a Málaga o Sevilla, hago por visitarlos. El de Córdoba no lo conozco. Pero, ¿están, los tres, en el Top 10 de referentes culturales de Andalucía? ¿De acuerdo con qué baremos? Porque, con las cifras en la mano, el Parque de las Ciencias de Granada es el museo andaluz más visitado. ¿Y no pinta nada para este Observatorio?

Más llamativo aún: la colección del Museo Ruso de Málaga. ¿En serio? ¿De verdad? Perdónenme pero discúlpenme: no me lo creo. O, al menos, no lo veo claro. Ustedes saben que no adolezco de ese reduccionista granadinismo con orejeras que nos lleva a contentarnos con el “como Graná, ná”, que ayer mismo criticaba en esta otra columna los lamentables tijeretazos que las administraciones le han metido a la cultura en nuestra tierra. O en este otro, hablando de Málaga como ejemplo a seguir.

 

Pero antes de fustigarnos, hacer saltar las alarmas y tocar a rebato, analicemos con calma y sosiego los intersticios de este tipo de informes y pensémonos a nosotros mismos, más allá de lo que piensen los demás.

 

Jesús Lens