Alma Salvaje

Vaya por delante que una película sobre una persona que se lía la manta a la cabeza y se va a recorrer un camino de más de 1.000 kilómetros, sola y a pie; a mí, personalmente, ya me tiene absolutamente predispuesto. A su favor y para lo mejor, por supuesto.

Alma salvaje poster

Yo, que me tengo por viajero, que fui montañero y que sigo adorando el contacto con la naturaleza, buscando ahora los espacios abiertos, las lomas y las crestas para correr; que tengo escritos varios elogios al Viaje a Pie y que dediqué un libro a las películas que narran largos y epopéyicos periplos; en cuanto vi que se estrenaba “Alma salvaje”, fui corriendo al cine.

Y la historia interpretada por Reese Witherspoon no me decepcionó. Al menos, no en todo lo referido al viaje propiamente dicho.

Pero antes de hablar del argumento, comentemos la sorpresa que nos deparan los títulos de crédito, más allá de la (merecida) nominación al Óscar para una actriz que llevaba demasiado tiempo encasillada en papeles intrascendentes.

Alma salvaje

En primer lugar, el guionista, Nick Hornby, uno de los autores británicos más interesantes de los últimos años y…

¿Te apetece seguir leyendo? Pues date un salto a mi espacio Lensanity. Además, echa un ojo a la programación que Cinema 2000 va a presentar dentro del Retroback.

¿Nos vemos… en el cine?

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Birdman

Estupefacto. No es ya que saliera del cine en estado de estupefacción: es que lo estuve desde la media hora de proyección. Y ya no se me pasó. La estupefacción. “Birdman”.

 Birdman Keaton

¡Cómo me alegro de haber conseguido no leer nada, no ver nada, no anticipar nada, no saber nada sobre “Birdman”, antes de entrar al cine! Lo único que sabía era que se estrenó, con éxito de crítica, en el ya lejano Festival de Venecia, que estaba interpretada por Michel Keaton y que era una comedia. O, al menos, que estaba considerada como tal.

Comedia.

¿Es “Birdman” una comedia? Pues depende de si eres una persona dada a poner etiquetas. Según los organizadores de los Globos de Oro, sí, es una comedia. Y, efectivamente, me reí varias veces durante la proyección. Pero es reduccionista calificar de comedia a “Birdman”. Y no porque yo tenga nada en contra del género cómico, sino porque la última película de Alejandro González Iñárritu es absolutamente inclasificable, un género en sí misma.

 Birdman fotograma

La película cuenta los días previos al estreno en Broadway de una obra de teatro basada en los cuentos de Raymond Carver, “De qué hablamos cuando hablamos del amor”, puesta en marcha por un actor de cierta edad que, en su día, fue famoso por encarnar a un superhéroe: el Birdman del título.

A partir de ahí, el intenso guion nos habla tanto de las relaciones personales entre los personajes como de sus relaciones profesionales. De los miedos, las angustias y los desafíos que el ser humano afronta a medida que va cumpliendo años. De la necesidad de cumplir los sueños pendientes. De mantener o, en su caso, recuperar dignidad. Personal. Familiar. Profesional.

 Birdman reflejo

Y todo ello, hablando sobre el actual mundo del cine y del teatro. Sobre la generalizada infantilización que nos rodea. Sobre la rebaja que hemos aceptado en los estándares de calidad. Sobre la abulia y la pereza mental de las personas. Sobre la diferencia entre ser actor y ser celebridad. Sobre la relevancia y la viralidad. Porque Twitter, Facebook y los smartphones también están muy presentes en una historia que tiene como leit motiv la relación entre la realidad y la ficción. Así, uno de los personajes, interpretado por un volcánico Edward Norton, sostiene que solo cuando está sobre el escenario es real, auténtico, cierto y verdadero. ¡Ahí es nada!

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Y luego está el recital interpretativo de Michael Keaton. De antología. Y no solo porque, hace años, interpretara a Batman; aunque ese poso ayuda a dar más sentido y credibilidad a uno de los personajes con más aristas, dimensiones y humanas contradicciones que hemos visto en los últimos años en una pantalla de cine.

Y está la cámara de González Iñárritu. Una cámara inquieta, serpenteante, nerviosa. Una cámara que, en larguísimos e interminables travellings, sigue a los personajes por todos y cada uno de los vericuetos del teatro. Porque, y esa es otra, el tour de force que representa “Birdman” hace que toda la acción se desarrolle dentro del teatro: sobre el escenario, en el backstage, en los camerinos, en la terraza… Solo salimos de su interior para acompañar a los personajes a tomar una copa en un bar aledaño al teatro y que, de hecho, parece formar parte de él. Y, en una secuencia descacharrante, salimos por la puerta de atrás del teatro, para fumar un pitillo; y nos vemos obligados a rodear el edificio y cruzar por Times Square, para entrar de nuevo por su puerta principal. Y no especialmente bien vestidos para la ocasión…

 Birdman paseo

Y luego está el vuelo. Pero del vuelo no conviene decir nada. ¡Cómo me acordaba de aquella extraña película: “Volar es para los pájaros”, de Robert Altman! Y de “Birdy”, de Alan Parker. Porque volar, las alas y los pies en la tierra siempre han sido excelentes metáforas sobre la condición humana. Y, si no, que le pregunten a Ícaro…

Terminamos estas reflexiones a vuelapluma destacando otra sorpresa: la banda sonora. Una banda sonora en la que prima, del principio al final, la batería de Antonio Sánchez. Sola. A pelo. Los cueros, sonando como los latidos palpitantes del corazón, cortados por el afilado metal de los platillos.

 Birdman antonio sanchez

“Birdman” es una película distinta, diferente. Rara. En el mejor sentido de la palabra. Una película a contracorriente en la que González Iñárritu cambia su habitual registro dramático para construir una poderosa obra de arte, muy autorreflexiva e intensa, sobre la que será necesario volver.

Jesús Lens

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El jugador

Me preguntaba Javier Márquez si la nueva película de Rupert Wyatt, “El jugador”, protagonizada por Mark Wahlberg, es una nueva versión de ese otro “El jugador” que interpretara James Caan en los años 70. Al principio no caía. Después sí. ¡Ese glorioso Caan post-Padrino, que también participó en “Los aristócratas del crimen” y “Ladrón”! James Caan, un actor con carisma, con fuerza, con presencia…

 El jugador caan

Efectivamente, estamos ante una nueva versión de aquella historia: un profesor de literatura, adicto al juego, que se va sumergiendo en un espiral descendente cada vez más peligrosa.

Desde que Dostoievski escribiera aquella joyita titulada como las dos películas comentadas, en la que diseccionaba su adicción a los casinos, el vicio del juego empezó a ser considerado como una de las Bellas Artes y, así, en aquellos años 70 en los que parecía que todo podía cambiar, Karel Reisz trabajó en un documental destinado a analizar las causas y las consecuencias de la ludopatía. El proyecto, finalmente, derivó en una película de ficción que mostraba a Caan convertido en un potencial suicida para quién el juego y las mafias de los prestamistas ejercían el mismo efecto que un revólver en las manos de un practicante de la ruleta rusa.

 El jugador

Y así llegamos a este 2015, a esta nueva vuelta de tuerca a una historia muy interesante en la que Mark Wahlberg interpreta a ese profesor de literatura hiperactivo que, fuera de las aulas, le da al naipe. La primera secuencia de juego es confusa. O a mí me pilló despistado. No se trata de póker, que más o menos todos sabemos cómo va. A lo que juega el profe es al Blackjack, popularmente conocido como 21.

El guionista, en ningún momento explica cómo va eso del 21 y aún no tengo claro si es porque piensa que el Blackjack es universalmente conocido o porque considera que en realidad da lo mismo, dado que el protagonista no juega. El protagonista, pierde. Sistemática y metódicamente, como en la novela de Santiago Gamboa.

 El jugador no juega el jugador pierde

Y así, al perder, el profesor se las tiene que ir viendo con prestamistas y usureros cada vez más peligrosos. Eso sí: muy democráticamente, empieza debiéndole pasta a un coreano, continúa poniéndose en las garras de un afroamericano y, finalmente, se las ve con un Gran Blanco, interpretado por el cada vez más desmesurado y elefantiásico John Goodman.

Y en este viaje al corazón de las tinieblas, el profesor habla. Y habla. Y habla. Habla sin parar. ¿Hablaba Caan ni la mitad que Wahlberg, en la anterior versión de “El jugador”? Lo dudo. Lo dudo mucho. Porque la historia quiere ser, esencialmente, existencialista. El mensaje es que hay que perderlo todo para estar en condiciones de volver a empezar. Lo que, sinceramente, no debiera haber requerido de tanta verborrea.

 El jugador habla

Porque los ambientes, los altos y los bajos, están muy bien conseguidos. Los secundarios vienen revestidos de una atractiva pátina de inquietud y desasosiego; enseñándonos lo importante que es, en la vida, alcanzar una posición de poder que te permita decirle, a todo y a todos, “¡que te jodan!”. ¡Y ese Omar Little, reconvertido para la ocasión en un prestamista con ínfulas lectoras, pero con una mala leche a prueba de poesía y de filosofía, cuando se trata de cobrar!

Omar es el rey
Omar es el rey

Vale. Todo eso está bien. Incluso el tenista y el baloncestista tienen su pase, aunque la secuencia del partido de básket me pareció excesivamente explicativa, sobre todo, en contraste con el silencio sobre el Blackjack.

Pero el profesor habla mucho. Demasiado. Y, personalmente, se me hace algo cansina tanta verbalización de su angustia vital y de su necesidad compulsiva de perderlo todo.

Por momentos, a mí me hizo perder la paciencia.

Jesús Lens

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Relatos salvajes

Haya sido como conductor, como pasajero o como peatón, todos hemos sufrido momentos en los que, con los nervios erizados y el labio superior temblando de rabia e indignación, nos hemos tenido que morder la lengua para no ciscarnos en la concha de la madre de alguien.

 Relatos salvajes

Sensación de impotencia parecida a la que te invade cuando has de tratar con un teleoperador o con un humano que, aun estando tras un grueso cristal, te tiene bien agarrado por las pelotas, al trabajar en algún tipo de administración o ente burocrático que controla tu vida y ante el que te sientes indefenso, impotente, desnudo y desprotegido.

 Relatos salvajes puente

¿Quién no se ha imaginado alguna vez, arremetiendo contra los representantes de ese entorno kafkiano que nos rodea? ¿A quién no le habría gustado, de vez en cuando, pararle los pies a ese matón que, por circular sobre cuatro ruedas, se permite todo tipo de tropelías? ¿Quién no ha estado, en mil y una ocasiones, harto de la justicia poética y le hubiera gustado cobrársela, no ya en prosa, sino en mayúsculas?

 Relatos salvajes ventanas

Pues todo eso y más es “Relatos salvajes”, la película argentina producida por los Almodóvar y que, escrita y dirigida por el joven y airado Damián Szifrón, representará a los ché en los próximos Óscar. Obviamente no ganará, dado que el contenido de algunos de sus relatos puede provocar el infarto de los académicos más sensibles. Pero, ¿te imaginas que…? (Sigue leyendo la reseña en el Espacio Lensanity, que es de lo más jugosa 😉 )

Jesús Lens

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Mi otro yo

¿Cómo? ¿Qué la directora española Isabel Coixet ha rodado una película de terror adolescente con estética japonesa en la Gran Bretaña del siglo XXI? ¿En serio?

¡Y tan en serio!

“Mi otro yo” se titula la cinta y, aunque reconozco que entré a la sala del cine cargado de prevenciones, reticencias y suspicacias, no tardé en apartarlas para sumergirme en una historia de terror que, sin ser arrebatadora ni espeluznante, se deja ver con agrado y con un cierto desasosiego.

 Mi otro yo

Ignoro si, como sostiene Coixet en las entrevistas de promoción de la película, la adaptación de la novela de Catherine MacPhail le ha resultado, en efecto, interesante y atractiva o si estamos ante una película puramente alimenticia y filmada por (legítimas) razones crematísticas…

(Si tienes interés en continuar leyendo esta reseña –lo que obviamente me agradaría lo que es muy mucho 😉 puedes seguir leyendo aquí, en Lensanity, el espacio web que me reserva Cinema 2000 para hablar de La película de la semana)

Jesús Lens

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