El capital

Una vez que nos hemos familiarizado y terminado de confraternizar con la Prima y hemos asumido como algo muy español conceptos del estilo fuga de capitales, evasión de divisas, corrupción, recortes, ajustes y demás eufemismos; es hora de aprender un poquito qué son y cómo funcionan los Fondos Buitre que empiezan a sobrevolar los restos del naufragio que ha dejado la explosión de la burbuja inmobiliaria española.

 

Y, como siempre, uno de los mejores vehículos para comprender lo que pasa es el arte. Y la cultura. El cine, por ejemplo. Ese cine que para el gobierno del PP es mero entretenimiento y, por eso, le aplica una salvaje subida del IVA.

¿Entretenimiento?

Vayan, vayan a ver una película europea titulada “El capital” y hablemos de entretenimiento.

¡Alto!

Es posible que de toda la frase anterior has reparado en el concepto “película europea”. Y… ¿te hayas echado a temblar? ¿Y si te digo que es de Costa-Gavras, uno de los directores más lúcidos, comprometidos e interesantes de la cinematografía mundial?

 

Vale, Vale. Es posible que Costa-Gavras no te suene. Sería difícil de asumir ya que entre sus filmografía hay joyas como “Z” y “Estado de sitio”, fundacionales de un cine europeo apegado a la realidad de lo que ocurría en los setenta, que generó agrios y profundos debates. Además, dirigió la estremecedora “Desaparecido”, sobre el golpe de estado de Pinochet.

Después hizo las (Norte)Américas, con títulos tan interesantes como “El sendero de la traición” o “La caja de música”, ambas a finales de los 80. Sin embargo, a partir de ahí pareció perder parte de su punch, de su pegada y de su capacidad para hurgar en los intersticios más oscuros de la sociedad. Hasta llegar a “Amén”, a principios de los 2000. Y, ahora, “El capital”.

Primera conclusión: habría que hacer una retrospectiva del cineasta griego. Y cuanto antes, mejor, ¿no te parece?

Segunda: como el ministro Wert, Costa-Gavras, parece crecerse con el castigo y dar lo mejor de sí mismo cuando peor y más crudas están las cosas. Y, desde luego, con la crisis que nos consume, se ha venido arriba y ha parido una película, “El capital”, que sin ser una obra maestra, es de visión obligatoria.

 

O-BLI-GA-TO-RIA

E ineludible. Imprescindible.

Sí. Cuenta la crisis. Pero, a diferencia de otras películas, también imprescindibles, como “The company men” o “Margin call”, lo hace desde la visión europea ya que toda la trama gira en torno a un banco francés. Un banco sometido a las presiones de los mercados y en cuyo accionariado entra uno de esos Fondos Buitre a los que aludíamos al principio de esta reseña.

¿Cómo entran, qué buscan y cómo se las gastan los referidos Fondos Buitre? Vean “El capital”.

 

¿Por qué proliferan y, sobre todo, qué devastadoras consecuencias provocan sus métodos? Vean “El capital”.

¿Es posible librarse de su influencia o hay una conspiración mundial que ha originado esta crisis, en beneficio de algunos; de los de siempre? Vean “El capital”.

Y atentos a la reseña de otro libro capital sobre estos temas, el muy recomenable thriller “El índice del miedo”, de un superventas como Robert Harris.

Porque querrán acabar con ellas, pero son las películas, las novelas, las historias y las narraciones las que cuentan lo que pasa…

Y, aún así, hay una esperanza…

Por favor, ve, la ves… y comentamos.

Jesús Lens

Mátalos suavemente

Basar toda una película en una sola frase tiene sus riesgos, pero cuando la frase de marras reza: “América no es un jodido país. Es un negocio. Así que págame lo que me debes, hijo de puta”, puedes tener bastante seguridad en el éxito de la propuesta.

 

El cine norteamericano se ha lanzado, a tumba abierta, a contar la crisis financiera y económica que está convirtiendo a Europa en un erial; una bomba que fue gestada, provocada y explosionada en los Estados Unidos pero que, en una economía globalizada, ha afectado a todas las economías basadas en el modelo yanqui.

Así, lo que les pasa a los gángsteres protagonistas de “Mátalos suavemente” podría pasarle a cualquier mafiosillo de tres al cuarto de Madrid, París, Londres o Bruselas. De hecho, el director de la película se guarda mucho de situar geográficamente la ciudad en que transcurre la acción. Sabemos que son los Estados Unidos de la campaña presidencial de 2008 que enfrentó a Obama con McCain, pero nada más.

Y lo sabemos porque la banda sonora de la película está compuesta, precisamente, por los discursos, los informativos y los debates que concitaron el interés de todo el mundo, en aquellos entonces: la crisis, la refundación del capitalismo, las llamadas a la ética y a la recuperación de la confianza en el sueño americano…

 

Cuatro años después, la refundación del capitalismo es un tema del que solo se puede hablar en monólogos cómicos y la ética, la responsabilidad, la confianza y demás son materias de estudio en las Academias de Estudios Paranormales, con sede en Marte.

Por eso, que los protagonistas de “Mátalos suavemente” sean un asesino a sueldo al que le gusta matar de lejos, para no enfrentarse a los lloriqueos y las súplicas de las víctimas; dos pobres colgados y menesterosos atracadores, un organizador de timbas casposas y el mafioso pelagatos, dueño de una tintorería; es perfectamente adecuado a los tiempos que nos ha tocado vivir.

Y está, por supuesto, el abogado que sirve de enlace entre los de arriba, a los que jamás veremos y de los que nada sabremos; y el ejecutor. Como en el ejército: una perfecta cadena de mando. Como en las grandes corporaciones, en las que nadie sabe realmente ni quién manda ni quién ocupa los puestos más altos de la pirámide, pero cuyas ideas, proyectos y planes pueden conllevar la muerte (laboral) de decenas, cientos, miles de personas.

Contar de qué va “Mátalos suavemente” no tiene sentido. Por ahí he leído que es una precisa deconstrucción de cine de gángsteres. Quizá, el papel de James Gandolfini, con la pesada herencia de Tony Soprano encima, sería el mejor ejemplo de dicha deconstrucción. Yo creo que es una perfecta deconstrucción del capitalismo extremo como sistema esclerótico que aniquila esa iniciativa individual de la que tanto se vanaglorian los Estados Unidos más liberales.

 

Lo que sí está muy claro es que esta película es hija de su tiempo. Un tiempo oscuro y desabrido de una sociedad en descomposición. ¿El sueño americano? Ni de coña. ¿Pesadilla? Tampoco. Porque de las pesadillas se termina despertando. “Mátalos suavemente” es una crónica gris, ácida, lluviosa, macilenta y lamentable de un mundo sin horizontes y de una vida sin esperanzas.

 

La película está basada en una novela de George V. Higgings, cuya obra anterior, “Los amigos de Eddie Coyle”, tiene perlas como esta: “¿No se termina nunca esta mierda? ¿Es que en este mundo las cosas no cambian nunca? Algunos mueren, los demás envejecemos, llega gente nueva, los antiguos de marchan… Las cosas cambian todos los días. Pero apenas se nota.”

Y en esas estamos.

Jesús Lens

A ver, los 13 de octubre de 2008, 2009, 2010 y 2011.