Al cine gratis

No suele pasar, pero hay veces en que voy al cine gratis.

 

Os cuento mi truco, a ver qué os parece y qué opináis los que seáis de matemáticas, económicas y empresariales.

Cine Kinepolis

 

El caso es que la hora normal de ir al cine vienen a ser las 8 o las 9 de la noche. Y a esa hora llegas a la sala, sino con hambre, sí con ganas de comer. Y más si eres un zampabollos como yo que, posiblemente, habrá estado corriendo una horilla o algo más esa misma tarde.

 

Compras tu entrada y pagas por ella, dependiendo de la sala, entre cinco u ocho euros. Pero lo malo, lo peor, llega después: Coca Cola Zero grande, Bocabits, Cheetos Pandilla, Palomitas dulces, Palomitas saladas, Palomitas con azúcar moreno… da lo mismo. Lo cierto es que termino gastándome tanto o más en todas estas mierdas que en la propia entrada.

Cine gratis

¡Y mira que el cine está caro!

 

Sí, sí. Lo sé. Pero el purista que nunca compre cualquier aditamento de éstos, que lance el primer Cheeto Pelotazo.

 

La cosa, pues, está meridianamente clara.

 

Si vas al cine un día y gastas 5 euros en la entrada (E, a partir de ahora) + 5 euros en M (ya sabes a lo que me refiero, ¿verdad?), ir al cine te ha costado 10 euros.

 

¿Correcto?

 

Así, si vas 4 veces al cine al mes (¡ojalá!), la broma te cuesta 40 euros.

 

¿Qué hacer, pues, para que ir al cine te cueste, solo, 20 pavos?

 

Fácil.

 

Suprimir la M de la operación.

 

Pero, joder, es que la M es importante. Ya forma parte del rito. El olor de las palomitas que, aunque no te gusten, te invitan a picar algo. Esa sed acumulada durante la tarde. Esos Bocabits crujientes… No. Ir al cine, sin la M, no es lo mismo.

Cine Cheetos

No es lo mismo… salvo que… ¡vayas a la primera sesión de la tarde!

 

A ver: ¿quién es el guapo que, con sabor del café en la boca, se puede hincar medio kilo de palomitas? Si es que el olor, ese olor que unas horas más tarde es tan delicioso; apesta.

 

Te has comido unos espaguetis, o un puchero. ¿Y vas a ponerte, aún en mitad de la digestión, a devorar Cheetos Pandilla?

Cine 5 euros

O, si has estado tomando unas cañas, ¿a quién le apetece un litro de bebida carbónica, por mucho hielo que lleve?

 

Si te acostumbras a ir al cine a la primera sesión, sin esfuerzo y sin echar de menos la M, te gastarás 20 euros por cuatro películas. Por lo que, para sumar los 40 euros del principio del problema, has de pasar ocho veces por taquilla.

 

Es decir que, si este marzo vas cuatro veces a la primera sesión, las cuatro de abril, en realidad, son gratis.

 

¿No es un argumento irreprochable?

 

Es cierto. Tiene una pega: los días de diario, a la primera hora de la tarde es casi imposible escaparse al cine: trabajo, compromisos, familia…

 

Pero es que, para que mi argumento tenga validez, de vez en cuando tienes que sumar la E + M, para que no te olvides de lo que vale un peine y, así, la siguiente vez que “solo” pagues por la E, tendrás esa dichosa sensación de que, la siguiente, es gratis.

Cinema 2000

😉

 

Jesús Lens

Firma Twitter

Trance

Seguro que, con el fin de alargar una previsible sorpresa y aumentar el nivel de tensión y nervios que todo enigma conlleva, alguna vez has cogido el folio que llevaba un mensaje manuscrito y lo has doblado por la mitad. Después, lo has vuelto a doblar. Y una vez más. Y otra. Y otra. Y otra más. Hasta dejarlo reducido al tamaño de una galletita de la suerte típica de los postres de los restaurantes chinos.

Pues más o menos esa sensación tenía viendo “Trance”, una película extenuante en la que hay tantos giros en el guión y tanta confusión entre lo que es real y lo que es soñado-imaginado-pensado en estado de hipnosis profunda que, al terminar las dos horas de proyección, sales del cine tan mareado como la peonza de un niño hiperactivo al que sus padres han quitado la Play Station.

Trance cartel

Conste que me gustó la película de Danny Boyle. Tanto el fondo como la forma. Me encanta esa forma suya de hacer un cine distinto al convencional, cuidando al máximo el diseño de producción y el cromatismo de las imágenes y dando a la música un protagonismo exquisito, que sirve para definir y resaltar ambientes, momentos, personajes y situaciones. Me gustan sus espídicos movimientos de cámara, sus zooms desaforados, y sus encuadres aparentemente imposibles.

Me gustan los actores. Empezando por esa Rosario Dawson descomunal, en todos los sentidos de la palabra. Su presencia inunda toda la pantalla y se come, a veces literalmente, a cualquiera de sus partenaires. Me gusta ese James McAvoy y toda su carga de desenfado, cachondeo e informalidad que arrostra su cara de niño malillo. Y me gusta Vincent Cassel, ese francés de rostro tallado a machetazos y mirada lánguida y perturbadora.

Trance

Y me gusta, por supuesto, una historia negra y criminal, que comienza con el atraco (im)perfecto a una casa de subastas en la que se está liquidando nada menos que un famoso Goya. Una historia que provoca una amnesia que obliga a uno de los personajes a someterse a una terapia tan atractiva como, en realidad, desconocida: la hipnosis.

Gustándome, pues, todos los ingredientes; el plato final debería haberme resultado ciertamente exquisito. Y casi es así. Excepción hecha de algunos giros en el guión que me parecen algo tramposos y que no puedo detallar sin que el amable lector me odie a muerte por haberle destrozado algunas de las sorpresas de la historia.

Trance

Por tanto, lo suyo es que te vayas al cine a ver “Trance” o, si eres persona en situación económica precaria, hagas por verla de la mejor manera posible, dado que, al menos en Granada, dos entradas y una bolsa de palomitas (sin refrescos o parking) nos costaron la nada desdeñable cantidad de 18 euros, algo ciertamente inasumible en los tiempo que corren. O vuelan.

Y, sin embargo, en pantalla grande y con Dolby Surround, “Trance” luce ciertamente espectacular…

¿Nos vemos en Twitter? @Jesus_Lens