El sopor mágico de Granada

De nuevo estamos de enhorabuena. Tras la magnífica exposición sobre Lorca y la Residencia de Estudiantes, el Centro Lorca sigue haciendo honor a su nombre y a su cometido y organiza una nueva muestra con todo el sentido del mundo, exhibiendo algunos documentos del Legado que, por fin, descansa en casa. En su casa. En la casa que le construimos entre todos.

Lo escribía en este mismo espacio, hace unos meses: la muestra “Una habitación propia” le insufló vida al Centro Lorca, dotó de alma a lo que, hasta entonces, era un espacio cultural frío y desapasionado. “Desde el Centro. Federico García Lorca y Granada” abunda en esa vía y contribuye a dar calidez a la llegada del legado del poeta, imprimiendo firmeza y solidez a los pilares que cimentan el Centro de la Romanilla.

En este caso, además, la muestra funciona como un juego de espejos ya que  rastrea la huella de Granada en la trayectoria de Lorca y la influencia de nuestra tierra en su obra.

Igual que ocurriera con “Una habitación propia”, al margen de lo didáctico de los paneles informativos y de lo bien seleccionados que están los fragmentos con textos del poeta que visten las paredes del espacio expositivo, lo realmente emocionante de la muestra son los textos manuscritos por Lorca. Los originales de sus conferencias, por ejemplo, repletos de tachones correcciones y frases al margen. Y sus cartas. ¡Ay, sus cartas!

Estamos ante una exposición que muestra, a la perfección, la contradictoria relación de Lorca con Granada, a la que tanto necesitaba, de la que tanto obtenía… y de la que tan lejos se tenía que marchar, una y otra vez. No dejan de sorprender, por tristemente contemporáneas y actuales, sus arengas a nuestra tierra y a nosotros mismos, los granaínos: “¿Qué hacer, Dios mío, para sacudir a Granada del sopor mágico en que vive?”

Y su tesis sobre la estética del diminutivo, tan nuestro, entre el cafelillo, el vinito y la cervecita, viendo pasar las horillas: “Granada, solitaria y pura, se achica, ciñe su alma extraordinaria y no tiene más salida que su alto puesto natural de estrellas. Por eso, porque no tiene sed de aventuras, se dobla sobre sí misma y usa del diminutivo para recoger su imaginación…”.

No dejen de verla. Desde el Centro. En el Centro. Lorca. ¡Por fin!

Jesús Lens

Más sobre el exilio cultural

Hablábamos hace unos días sobre los efectos económicos que tiene el exilio cultural en esta columna publicada en IDEAL: al costarte un pastizal las salidas culturales a Málaga o Sevilla, cuando vuelves a casa te conviertes en fervoroso seguidor de la Cofradía del Puño Cerrado, tendiendo a no gastar ni en pipas. Hoy vuelvo sobre ello, en el periódico.

Pero es que, además, una oferta cultural que invita al peregrinaje a otras ciudades tiene unos efectos psicológicos nefastos para los amantes del arte y melómanos, cinéfilos y letraheridos que se mostrarán cada vez más ajenos a lo bueno que ocurre en su entorno.

 

Por ejemplo, estando de viaje, hacemos esfuerzos sobrehumanos por ver el mayor número de monumentos posible, tratando de llegar a todas las iglesias, retablos, almenas y torreones a nuestro alcance. Al volver a casa, sin embargo, nos relajamos tanto que, en ocasiones, es necesario que venga algún familiar o amigo para animarnos a comprobar cómo ha quedado el Palacio de Dar al-horra tras la rehabilitación. O aprovecharemos la presentación de un libro para descubrir esa joya que es el Cuarto Real de Santo Domingo.

Así, si te has visto tres películas en un fin de semana, en Sevilla; has disfrutado de un par de exposiciones potentes en Málaga o te has emocionado en la ópera, el ballet o en en un musical, en Madrid; cuando vuelves a casa tienes una placentera sensación de deber cumplido. Has saciado tu ansia cultureta y, lo que te pide el cuerpo, es sofá, mantita, un buen libro, repasar el catálogo de la exposición recién disfrutada, gozar de la versión extendida de un clásico en DVD o pegarte un maratón de series en Netflix.

 

De esa manera, un buen día te encuentras con que el periódico dice que está a punto de terminar la muestra “Abstracción Andaluza. 1957-1982”, en el Centro Lorca o que la exposición con las fotografías de Louis Faurer en el Centro Guerrero ha sido un éxito. Y tú, que te has visto todos los Murillos de Sevilla y has vuelto loco al GPS tratando de llegar a una recóndita galería de arte malagueña para ver a un prometedor artista local; te las has perdido.

Que no pasa nada, pero que es otro efecto colateral de un exilio cultural que, por desgracia, nos lleva a estar mucho más pendientes de lo que pasa por ahí fuera que en casa.

 

Jesús Lens

De vates y otros debates

Hoy, en IDEAL, un artículo en que se mezcla la poesía con Persia, la polémica con la paz y el sosiego. Y la confianza de una ¿posible? concordia versicular

Estos días se celebra el Festival Internacional de Poesía. Por fin, el verso toma el protagonismo del universo poético en una ciudad que, en los últimos meses, no ha hecho sino imprimir decenas y decenas de renglones en prosa, la mayoría de ellos airados, peleones, discutidores y enfrentados. No soy lector de poesía. Por alguna razón que nunca he llegado a entender (será la impaciencia, será el sosiego que requiere un poema para ser disfrutado, más allá de ser leído y comprendido) la poesía no conecta conmigo. Ni yo con ella. No nos entendemos y estamos mutuamente exiliados.

Poesía persia

Sin embargo, ha querido la casualidad que, en el fragor de la dialéctica versicular que sacude a Granada, haya tenido la ocasión de pasar unos días en Irán, donde el culto a la poesía y a sus poetas va más allá de lo que aquí podríamos siquiera concebir. Por ejemplo, ver devotamente arrodillados a varios jóvenes junto a la tumba del poeta Hafez, con sus manos unidas sobre la lápida de mármol; impresiona. Y no es de extrañar ya que el mismo Hafez, apenas cumplidos los veinte años y según cuenta la leyenda, pasó cuarenta días y cuarenta noches de vigilia junto a la tumba de otro poeta, Baba Kuhi.

Poesía Ferdowsi

En la ciudad santa de Mashad, el culto al poeta Ferdowsi es, sencillamente, inenarrable. Miles de personas abarrotan el túmulo en que reposan sus restos donde, fervorosamente, se fotografían, filman, concentran y rezan. Y, después, visitan el museo anejo a la tumba, en el que hay reproducciones de algunos de los pasajes más significativos de una obra famosa porque, al estilo de los clásicos griegos, no solo contribuyó a fijar la mitología de los orígenes, los logros y la grandeza de los héroes locales, sino que rescató del olvido a la propia lengua persa, olvidada tras la imposición del árabe en toda la zona. Y, por supuesto, está Omar Jayam, un místico, poeta y científico cuya obra, profundamente humana, versa sobre el goce de la vida y el disfrute de los sentidos y cuyo influjo llega hasta la India.

Poesía Jesús Lens

Las tumbas y los mausoleos de los poetas persas no solo son lugares de peregrinación sino que, rodeados de jardines y estanques, de plantas, árboles y flores; invitan al visitante a pasear por sus alrededores y a disfrutar de un tiempo que se ralentiza, casi se detiene, entre el sonido de la música recitada y el aroma del té o el tabaco de shisha. Lugares, nunca mejor dicho, cargados de poesía, de mística y de amor por la creación y la recreación literaria.

Algún día, es posible que Granada tenga terminado su Centro Lorca. Quizá, para entonces, las riñas y rebatiñas entre vates y poetas hayan dado paso a una convivencia de escuelas, personas y estilos que contribuyan a construir esa capitalidad cultural y creativa de la que nos gusta presumir, pero que tan lejos estamos de alcanzar.

En Twitter: @Jesus_Lens