De mírame y no me toques

Qué espectáculo era Granada ayer. Aunque amaneció algo nublado, no tardó en despejar, quedándose un día de lujo. Como les anticipaba AQUÍ, salí a pasear, igual que hicieron miles de granadinos a todo lo ancho y lo largo de la provincia, según podíamos ver en las redes sociales.

Caminábamos disfrutando de los mil y un colores del otoño, ahora que no se puede subir al robledal del Guarnón o visitar la dehesa del Camarate. No poder salir fuera a sumergirnos en el corazón la naturaleza hace que seamos más conscientes de la naturaleza urbana que nos rodea, que es mucha, generosa y feraz.

Nuestro objetivo era asomarnos a diferentes miradores de la ciudad, para verla desde lejos, que ya saben ustedes que Granada está de mírame y no me toques. De hecho, culebreando por los bosques de la Alhambra no dejaba de acordarme de Radio Futura y su «no tocarte y pasar todo el día junto a ti. No tocarte. Es lo que se espera de ti. No tocarte… ¡podría devorarte!»

Primera parada, en la Churra, para disfrutar de las mil y una capas del Albayzín, visto de frente y (casi) desde abajo. Más arriba, desde la terraza del Manuel de Falla, nos deleitábamos con la Granada urbana de fondo, la contemporánea del PTS y la eclesiástica de la Catedral, los monasterios y nuestro añorado hotel Alhambra Palace.

Seguimos subiendo hasta un espacio tan singular como nuestro cementerio de San José, desde donde nos asomamos al cauce del Genil y a las altas cumbres de Sierra Nevada, todavía tan poco blancas. Y, de seguido, la Silla del Moro y su espectacular panorámica de todo el recinto de la Alhambra visto desde atrás, de las huertas de Generalife a la iglesia de Santa María. 16 kilómetros de caminata desde el Zaidín, dejándonos para otro día San Miguel Alto, San Nicolás, San Cristóbal, los Carvajales y el callejeo por el Albayzín.

El cuerpo nos iba pidiendo una cerveza en La Mimbre, un cóctel en María de la O al bajar del Realejo o, antes de llegar a casa, unas cañas con unas tapas en el Ríos. Pero no toca y no puede ser. Estos días, paciencia y pasos largos.

Jesús Lens