ESPIRITUALIDAD

¿Habrá visto la luz este tipo (yo, o sea) o, sencillamente, se le ha ido definitivamente la pinza? La columna de hoy en IDEAL, seguramente, os sorprenderá…

 

No tenía ni idea de que ahora también se celebran las Primeras Confesiones. Una celebración, sin embargo, que nada tiene que ver con el boato, endomingamiento, engominamiento y parafernalia propios de las inmediatamente posteriores Primeras Comuniones.

Reconozco que, cuando mi Amiga Silvia me invitó a la Primera Confesión de David, me quedé sorprendido. Tiré para atrás de memoria y no recordé nada parecido a eso. Es decir, imagino que me confesaría en su momento, antes de hacer la Comunión, pero no tuvo que ser nada memorable cuando no me viene a la mente ni un sencillo flash de aquel rito.

La celebración a la que asistimos en los Redentoristas, el pasado viernes por la tarde, sí es de las que se guarda en el recuerdo. Al menos, creo que David no la olvidará. En un ambiente cálido y recogido, pero alegre y festivo, con unos chavales tocando guitarras y flautas, entonando cánticos luminosos, un sacerdote cercano y ameno fue allanando el camino para que los tres chavalitos que se aprestaban a confesar sus «pecados» por primera vez se sintieran bien, arropados y a gusto.

Acostumbrados a escuchar, de un tiempo a esta parte, nada más que disparates referidos a la Iglesia, con sus escándalos a cuestas, con su doctrina reaccionaria y hasta cavernícola en tantos aspectos; da gusto comprobar que otra Iglesia es posible. Una que resulta cercana y accesible. Que te hace sentir cosas. Que fomenta la espiritualidad de las personas, de forma sencilla, tierna y agradable.

Es curioso. Cuando preguntamos por la Comunión de un pariente o un amigo, siempre diferenciamos: ¿dónde la hace? En la Iglesia Tal. ¿Y dónde la celebra?

En el caso de la Primera Confesión, la celebración fue el rito. La fiesta fue hacerla. Y acompañar a David en la misma. Verle tan nervioso al principio. Y, después, su tranquilidad y serenidad. Y cantar. Unos, más alto que otros. Y sentirte en comunión con un grupo de gente que estaba allí para eso, para disfrutar de una celebración valiosa por sí misma y no por el ágape, los regalos o la comilona posteriores.

Cuando las instituciones acusan la elefantiasis de sus desmesuradas estructuras jerárquicas, cuando la espiritualidad se pone al servicio del poder y se produce un distanciamiento de las personas de a pie, éstas lo notan. Y lo sienten. Y, se van alejando, renegando, apostatando. Por eso, la gente más desfavorecida encuentra acomodo en los nuevos ritos que, sin hacer ruido, se van extendiendo por los barrios populares de nuestras ciudades. Por eso, en las comunidades campesinas de los países andinos, cada vez tienen más predicamento otros credos, otras iglesias.

Y porque todos los seres humanos tenemos necesidades espirituales, sin querer ponerle etiquetas, me sentí muy feliz, muy a gusto y muy dichoso de participar en una celebración desconocida para mí que ojalá no pierda su actual sentido para convertirse en una especie de pre-comunión, con su ornato característico.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

LLAMADLE CARACOL

Parafraseamos el arranque de la mítica novela de Herman Melville, «Moby Dick», para hablar de un animal, el Caracol, que, en las antípodas de la gigantesca ballena blanca, tiene todos mis respetos, cariño y admiración.

 

Cuando a un chaval le preguntan por el animal que más le gusta, suele responder que el León, no en vano, es rey de la selva. O, si el niño es pacífico y menos fiero, elegiría uno más de andar por casa: un buen perro, una vaca lechera o un gato mimoso. Pero las apariencias engañan y sabido es que el gato mimoso, en décimas de segundo, saca las uñas y, de tres zarpazos, te puede hacer un mapa en la cara, provocando un desaguisado del que tardes muuucho tiempo en recuperarte.

 

¿Araña? No. Gato.
¿Araña? No. Gato.

Así que, con esto de los animales, hay que ser muy cuidadosos.

 

Yo siempre me he defendido lobuno: individualista, ya que sólo se une a la manada en ciertas ocasiones muy especiales, amigo de aullar a la luna, temido cuando no se le conoce pero al que se le coge rápidamente mucho cariño… y en franco peligro de extinción, la verdad.

 

Y, sin embargo, estos días he descubierto la importancia y las bondades de ser un Caracol.    

 

Lo primero y más evidente, por su autonomía y la capacidad de autogestión de su propia vida. Con su casa a cuestas, como si todos tuviéramos nuestra autocaravana en propiedad, el Caracol puede ir y venir a su antojo, a dónde quiera, siempre libre. Siempre autosuficiente. En invierno, inverna. En verano, cuando hay sequía, estiva. Está perfectamente adaptado a los climas más rigurosos: cuando hace mucho o mucho calor, sella la apertura de su concha con una mucosa especial, llamada epifragma y… a dormir. 

 

Con la casa a cuestas
Con la casa a cuestas

Además, va despacio. Y, aunque en estos tiempos la gente sea una gran defensora de la rapidez, la velocidad y las prisas, quiénes saben lo que realmente merece la pena en esta vida se están apuntando a la moda «Slow». Lo lento, gana. Lo lento mola. Lo lento gusta. Por eso, en heráldica, el caracol es símbolo de ponderación, firmeza y fortaleza.

 

Siempre que hago un viaje a algún país lejano, me gusta dejarme unos cuantos días para disfrutar de un recorrido a pie, tranquilo y sosegado. En coche o en avión, seguro que vería más cosas, pero las vería peor. Porque la vida, cuando se camina por ella, cuando se transita despacio y con calma y paciencia, es mucho más jugosa y sustanciosa.

 

Lento, pero seguro
Lento, pero seguro

Pero es que, además, el Caracol es un portento físico, con una capacidad pulmonar insuperable y un enorme corazón, lo que le convierte en un auténtico y prodigioso superatleta de la naturaleza.

 

Aunque técnicamente es hermafrodita, al producir tanto espermatozoides como óvulos, el Caracol necesita acoplarse y tener pareja para procrear, ya que no puede autofecundarse, siendo un amante excepcional.

 

Y por todo ello, por esta cantidad de virtudes, por ser unos bichitos tan simpáticos, queridos y apreciados, la concha seca del Caracol se ha utilizado como moneda de altísimo valor a las culturas más diferentes del mundo, siendo el caurí la unidad de cambio más valiosa del África antigua.

 

¡No marques las horas!
¡No marques las horas!

Y, además, por todas estas especiales características, es reverenciado por religiones tan importantes como la egipcia, ya que el caparazón del Caracol, en forma de espiral, simboliza el laberinto, lo infinito y la vida eterna.

 

Así, según las leyendas y las profecías, El Elegido llamado a salvar el mundo cuando el fin esté cerca, tiene que atesorar todas sus cualidades y llamarse, sin atisbo de dudas, El Caracol. Con mayúsculas, dada su grandísima importancia.

 

El Elegido será un Caracol
El Elegido será un Caracol

Jesús Lens, simbolista y profético.           

EL LINCE PERDIDO

Lince perdido, pero lince feliz, ese Félix, torpe y desastre como él solo, corazón de oro, mirada enternecedora, valiente, heroico y memorable por siempre jamás. 

 

¡Qué buen rato, viendo «El lince perdido»! ¡Qué bien hacerle caso a la súplica de Félix y Gus! Pero buen rato de verdad. Una película divertida, atractiva, repleta de guiños, ingeniosa, con un guión excelente y unas «interpretaciones» a la altura de una historia perfectamente cerrada en la que encajan todas las piezas como en un puzzle.

 

Pero, sobre todo, lo mejor de «El lince perdido» es haber perseverado en la estela de los grandes clásicos contemporáneos de la animación norteamericana que consiguen el aparente milagro de encandilar a los pezqueñines y caracolillos de la casa, pero deparando a los mayores grandes momentos cinematográficos, permitiendo que todos disfruten gratamente de la película.

 

A eso es a lo que llamamos talento, calidad, arte y demás adjetivos laudatorios por el estilo. Porque son películas que permiten dobles lecturas, de las teóricamente más sencillas a otras supuestamente más elevadas y complejas… aunque, a la hora de la verdad, chicos y grandes terminamos riendo a mandíbula batiente con los mismos gags, chistes y momentos delirantes.

 

En concreto, con las torpezas de Félix, con las paranoias y los cambiantes humores de Gus, el camaleón, quizá el personaje más logrado de todos; y con los diferentes encuentros que los héroes tienen a lo largo de su peregrinar por toda Andalucía, de Doñana al desierto de Tabernas, pasando por Sierra Morena, Sierra Nevada y la gaditana Playa de Bolonia.

 

Detalles para la añoranza, como el águila que rescata a la cabra, al son de la música de «El hombre y la tierra» o la secuencia homenaje a Indiana Jones, con el camión. Pero, sobre todo, imaginación a raudales, diálogos repletos de mordacidad y una conexión contemporánea con el mejor cine de animación que debe hacernos sentir muy orgullosos de que una empresa granadina como Kandor Graphics, haya ganado el Goya a la mejor película de animación de forma más que justificada.

 

Momentos como el de Gus, el Camaleón, «camuflándose» como parte de los cuadros de un museo virtual que pasan a toda velocidad por la pantalla mientras dos sujetos disertan sobre arte, resultan sencillamente sublimes.

 

Además, los chicos de Kandor Graphics ya están metidos de lleno en nuevos proyectos. Unos proyectos que darán que hablar, y para bien, de un equipo de trabajo que nos auguran grandes y positivas vivencias cinematográficas en un futuro nada lejano.

 

Por tanto, si usted no tienes hijos y es uno de esos espectadores a los que les da fatiga ir a ver una película para chicos sin la excusa de acompañar a los niños, hágase un favor a sí mismo y pídale prestados sus sobrinos a su hermano o hágase con unos primillos que le permitan pasar una estupenda velada de cine.

 

Lo mejor: que siendo una película con mensaje, no resulta en absoluto empalagosa. Y el conejo traidor. Y Gus.

 

Lo peor: que te quedas con ganas de que personajes como los lobos o el buitre Diógenes tengan más protagonismo.

 

PD.- ¿Estaremos ante el comienzo de una franquicia?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

LA SGAE DEMANDA A HANS BECK

Tras el fallecimiento de Hans Beck, papá de los clicks de Playmobil, la SGAE ha decidido demandar a sus herederos por «perversión de la mente infantil».

 

-¿Es de recibo que el Sr. Beck aparezca de esta guisa en las fotografías?– preguntan de la SGAE.

 

-Después, van los niños, como este rubito, precioso e inocente angelito… y le imitan.

 

En su demanda, la SGAE continúa:

 

«Beck ha sido uno de los grandes impulsores de la piratería en este país, haciendo que los niños se identifiquen con esos personajes tan siniestros y peligrosos: bucaneros, patas de palo y filibusteros. ¿Cuál ha sido, históricamente, el regalo más anhelado por los niños de varias generaciones?

 

El barco pirata de los Clicks.

 

Y, claro, se empieza por jugar a los piratas y se termina por hacer descargas ilegales por Internet.

 

Y la madre del niño de la foto, que se prepare. En cuanto conozcamos su identidad, haremos que caiga contra ella todo el peso de la ley, por piratear el espíritu y la mente  de su vástago. ¡Que de la cara! Si no es una cobarde, claro.»

 

Un escándalo, oigan.