Una hora más para…

Lo que le faltaba a este domingo es durar una hora más. Domingo de inquietud y zozobra, de tensión y nervios, de refrescar las webs de los periódicos para estar al tanto de estados de alarma, toques de queda y cierres perimetrales. Poco se habla del neolenguaje del 2020, de esos palabros que, inéditos hasta ahora o propios de la ciencia ficción más especulativa y distópica, hemos aprendido a manejar con tremenda soltura.

¿Se acuerdan de aquella kenopsia a la que vamos de nuevo abocados a nada que nos descuidemos? Se definía como la inquietante atmósfera de un lugar vacío que normalmente está lleno de gente, pero que permanece abandonado y tranquilo.

Ayer sábado aproveché para pasear por Granada. Tenía que visitar tres librerías para recoger diferentes libros y tebeos encargados y no podía (ni quería) esperar más: no sé ustedes, pero pienso pasar mucho tiempo leyendo en las próximas semanas, bien guardado y recogido en casa, con la agenda limpia de cualquier presencialidad no estrictamente imprescindible.

Hoy, con el cambio de hora, tenemos sesenta minutos extra para… para… para… para intentar entender en qué punto y en qué momento nos encontramos en Granada. Lo que se puede y no se puede hacer. Al volver a casa, ayer a mediodía, intenté ponerme al día. Fue imposible. El sindiós que tiene montado la Junta alcanza unos niveles surrealistas. Por la tarde, renuncié, entregándome a las películas, las novelas y los tebeos. Que es necesario, de vez en cuando, tratar de mantenerse ajeno a la realidad.

Una hora más. Un domingo de 25 horas. ¡Qué ilusión! En otras circunstancias habríamos aprovechado para salir a la montaña, bajar a la playa o dar una vuelta por los bosques de la Alhambra. Hoy toca quedarse en casa, organizarse y planear qué hacer durante el cierre perimetral.

Entre los libros que me traje a casa, una antología a la que le tengo muchas ganas: ‘La cerveza, los bares, la poesía’, publicado en Visor. Y los tomos 2 y 3 de un manga extraordinario: ‘La cantina de medianoche’. Y un par de libros de viajes, para combatir la nostalgia de los espacios abiertos con la mejor ‘nature writing’.

Echo de menos viajar. Mucho. Aunque en verano me moví por Andalucía, sigo teniendo mono. Y aquí me tienen, mentalizándome a las inevitables semanas caseras, viendo las blancas cumbres de Sierra Nevada desde el balcón y a los amigos a través de Zoom.

Jesús Lens

 

A las tres serán las dos

Es la frase del día… ¡y me encanta! A las tres serán las dos. ¿No tiene un cierto halo de misterio? El día del cambio de hora siempre genera un pliegue espacio temporal literariamente muy sugerente. Y de ello hablo hoy en IDEAL.

A las tres serán las dos

Por ejemplo, lo que hagas esta noche, entre las 2 y las 3, si no te sale bien, tendrás ocasión de enmendarlo y corregirlo. Porque a las 2.59, el tiempo retrocede una hora y volverán a ser las 2. Si has metido la pata, si no has contado bien esta historia o si te han dado calabazas… ¡inténtalo otra vez! Quizá, a la segunda, vaya la vencida.

Este cambio de hora nos sorprende, paradójicamente, en mitad de otra temporada de temperaturas inusualmente altas para la época. Otra de las frases del día. ¿Qué tal eso de celebrar Halloween en camiseta y sudando? Y, por favor, no insistimos en lo de la colonización de las costumbres yanquis. Es un tema superado que ya aburre. Halloween ha venido… para quedarse. Como las sevillanas a la Feria, las estúpidas tortillas a la francesa a las cenas más insulsas y los Reyes en camello a las Navidades.

A las tres serán las dos

Escribo estas líneas contemplando una Sierra que, de nevada, solo tiene el nombre. Pelada y seca, da calor con solo verla. Las calles huelen a primavera y, mientras las plantas florecen cuando no deben, los olivos agonizan de sed y la cosecha de aceitunas está en grave peligro.

Tiempos extraños e incongruentes. Tiempos contradictorios estos en los que, como señala el tuitero L&L, los fantasmas dan risa mientras que los payasos producen pánico.

No le llamemos cambio climático si no quieren, pero el cambio de hora nos sorprende sin haber cambiado los armarios, pero aburridos ya de polos y camisetas, añorando el momento de echarnos una pelliza sobre los hombros.

Esta noche, a las tres serán las dos. Y hará calor. Mucho calor. En el Congreso, habrá funcionado lo de Truco o Trato y Mariano Rajoy será, de nuevo, presidente del gobierno, hurtándonos unas terceras elecciones que hicieran más llevaderas la Nochebuena y la Navidad. Solo fueron necesarias dos citas con las urnas, al final.

A las 3 cambia de hora

Llega el Puente de los Santos y nos encuentra, en fin, bebiendo gazpacho y ajoblanco, con ganas de pedir la Hoja de Reclamaciones a Los Italianos por haber cerrado demasiado pronto este año.

Jesús Lens

Twitter Lens

El huso y los usos

Ha sorprendido el anuncio de Rajoy de su intención de cambiar el huso horario español, adaptándolo al de Canarias, Portugal o Gran Bretaña. Y, más aún, que también haya propuesto que la jornada laboral termine a las 18 horas. Sobre todo ello versa mi Columna de hoy, en IDEAL.

Dejando al margen el hecho de que la oposición, en un impresionante y sesudo ejercicio de análisis y reflexión, ha tildado estas propuestas de electoralistas, hay que recordar que Rajoy también propuso en 2011 el traslado de los festivos que cayeran entre semana a los lunes, para evitar los macropuentes. Y ya ven ustedes… Otra promesa incumplida más.

Huso horario

Llámenme descreído, pero no me trago lo del cambio del huso. Y ya me fastidia, ya… ¡con la falta que nos está haciendo! Sobre todo, porque el cambio de huso debería propiciar el cambio de usos. Esos usos que, en España, están tan firme como nocivamente enraizados.

Aquí nos gusta, mayoritariamente, el horario de verano. Ese horario en que, a las nueve de la noche, todavía hace sol. Pero así no se puede, oigan. Así no se puede. Sí. El horario de verano es muy agradable para pasear. Y para estar en la playa, tumbados a la bartola. Pero es un horario manifiestamente improductivo que favorece la molicie y la pereza. ¿Quién puede empezar una jornada a pleno rendimiento, a las 8 de la mañana, sabiendo que seguirá siendo de día catorce horas después?

ObjetivoGranada
ObjetivoGranada

Pero, sobre todo, si a las nueve de la noche sigue luciendo el sol, ¿cuándo se cena aquí? Pues bien lo sabemos: a las diez u once de la noche, con ese prime time de la tele adentrándose en la madrugada más profunda y convirtiendo en insomne a buena parte parte de la ciudadanía.

Así, la siesta resulta absolutamente necesaria, provocando ese parón de dos o tres horas a mediodía… que nos deja en disposición de alargar la jornada laboral hasta el ocaso. O hasta el infinito. Y más allá.

Apropiada mochila para escolares zombis e insomnes
Apropiada mochila para escolares zombis e insomnes

¿Han reparado ustedes en la flagrante contradicción que supone hablar de las nueve de la noche cuando la mitad del año, a esa hora todavía es de día? Sí. Lo sé. La productividad no es la medida de todas las cosas. Pero la locura horaria en que estamos absurdamente instalados, además de improductiva, es humana, lúdica, personal, cultural, deportiva, intelectual y familiarmente nefasta.

¡Venga ese huso ya!

Jesús Lens

Twitter Lens

La hora regalada

A partir de hoy, la noche llegará mucho antes. Hasta la primavera.

Pero esta noche, el tiempo nos ha hecho un regalo, sobre todo, a quiénes estábamos necesitados de sueño.

Como es tradicional, a las 3, los relojes empezaron a marcar de nuevo las 2. Y esa hora se repitió. Todos y cada uno de sus sesenta segundos volvieron a desgranarse, segundo a segundo.

Quizá por eso, porque hubo una hora más de noche, mientras algunos recuperábamos parte del tiempo en que debimos dormir y no lo hicimos, otros aprovechaban para echarse un par de copas más al coleto.

Y como el cambio de hora sabe de horarios, pero no sabe de borrachos, a eso de las 6 am, cuando el tempranero amanecer rompía por el horizonte y las crías de los pájaros empezaban a piar pidiendo su comida; un grupo de fiesteros rompían vasos en la calle y prorrumpían en gritos y risas grandilocuentes y abusivas.

Aproveché para desaguar, recomponer la ropa de cama, cambiar de posición sobre el colchón y, sin mayores problemas, recuperé el sueño interrumpido.

Hasta que, pasadas las 10 nuevas (las 11 antiguas), el sol me despertó, de una vez por todas. Tardé en desperezarme. Ya se sabe que, cuánto más duermes, más quieres dormir. Aproveché que no tenía prisa alguna para rematar las pocas páginas que me quedaban de la última y estupenda novela de Óscar Urra, “Bacarrá”.

Y me fui en busca de mi sempiterno café con tostada mixta. Bien pasada. Y, después, otro café.

¡Miau!

Y la prensa claro.

Una prensa que, entre las amenazas de los Mercados y los requerimientos de Bruselas, nos trae estupendos reportajes sobre la Orquesta Sinfónica Joven de Goiás, un milagro del que podremos disfrutar el próximo martes, en el Teatro CajaGRANADA, gracias a la colaboración de nuestra Obra Social con Endesa.

Pereza, relax, tranquilidad, sosiego, detenimiento, reflexión…

Y sueño. Mucho sueño. Sueño recuperado. Sueños acumulados. Sueño vencido. Sueños por cumplir.

Cuanto menos sueño tengo, más sueños atesoro. Cuánto más larga es la noche, más claros son los sueños. Cuántos más sueños tengo, mejor duermo. Y cuando duermo bien, sueño mucho.

Es solo una hora. Y, hoy, a la caída de la tarde, el Tiempo se la cobrará con creces, haciendo que la noche llegue mucho más temprano que ayer.

Pero, de momento, esa hora me ha resultado muy rentable. En clave de sueños.

Jesús somnoliento Lens

Otros 29 de octubre, no cambiaron la hora, pero también bloqueamos: 2008, 2009 y 2010.