Por un puñado de céntimos

Leo sobre el tema del precio del billete del Metro y siento, otra vez, que el tan traído y llevado Metropolitano de Granada es algo muy parecido a un supurante absceso en las nalgas o, como diría un castizo, un grano en el culo. Y de ello hablo en IDEAL.

Pruebas del metro en la zona de la Caleta. Foto: Ramón L. Pérez

Porque está muy bien que, cuando el Metro ha empezado a circular en pruebas, los ciudadanos nos hayamos asombrado a su paso, sintiendo el impulso de postrarnos de hinojos y adorar su milagrosa aparición, después de lo mucho que se ha hecho esperar y de los trastornos y perjuicios que ha provocado a miles de vecinos y comerciantes de Granada.

Pero, hete aquí que ha sido anunciarse su puesta en marcha efectiva y todo son problemas y sinsabores con el joío Metro. Para empezar, arranca con un horario capado, de 9 a 15 horas, durante tres meses. ¿Quién puede explicar la lógica de una decisión que convierte al Metro en algo virtualmente inútil para una inmensa mayoría de ciudadanos? Luego llegó el bochornoso sainete del frustrado gratis total y, ahora, el del precio del billete.

 

Señala Raquel Ruz, la concejala de Movilidad del Ayuntamiento de Granada, que se ha enterado por la prensa del precio del Metro. ¡Qué fea me ha resultado siempre esa expresión! Como si tuviese algo que ver, la prensa, con la enigmática incógnita de por qué la Junta de Andalucía está empeñada en ningunear y torpedear, una y otra vez, al gobierno municipal de Paco Cuenca. Que, con amigos y aliados como estos, la guerra civil del PP es un juego de niños.

 

Vivimos en una época digitalizada en que, con un móvil en el bolsillo o una tarjeta en la cartera, puedes dar la vuelta al mundo y viajar casi hasta la Luna. Sin embargo, para moverse entre Granada y su área metropolitana son necesarios diferentes tipos de Bonometro, Tarjeta Consorcio y/o Bonobús que, por supuesto, no se hablan ni se entienden entre ellos. Luego, eso sí, aspiramos a ser una Smart City, la mar de inteligente y resalada.

Leo los cruces de declaraciones a cuenta del puñado de céntimos de más o de menos que costará el billete de Metro, asunto que enfrenta al Ayuntamiento con la Junta, y mi estado de ánimo oscila entre la pena, la indignación y la vergüenza. En serio, ¿pueden hacer peor las cosas?

 

Jesús Lens

Próxima B y el bus urbano

Reconozco, en un alarde de absoluto egocentrismo, que lo que más me fastidia de las noticias científicas sobre descubrimientos espaciales es que empieza a pasárseme el arroz y, por ejemplo, ya no me veo camino de Proxima B. Y a este tema dedico mi artículo de hoy, en IDEAL.

Próxima B

Sí. Sé que, hoy por hoy y con la tecnología disponible, una nave espacial que pudiera llevarme hasta allí tardaría unos 40.000 años en llegar. Pero yo no pierdo la esperanza de visitar ese nuevo planeta, recién descubierto, que tendría características muy parecidas a las de la Tierra.

Por eso, lo primero que haré la próxima vez que baje a La Chucha y si la noche está despejada, es sacar el viejo telescopio de mi padre y bajar a la playa a otear el firmamento. Espero que me acompañen mis sobrinas, que ellas tienen toda la vida por delante. Si Stephen Hawking cree que hay nanonaves que podrían llegar a Alfa Centauri en un viaje de veinte años, ¿quién sabe lo que nos deparará el futuro, en cuestión de movilidad espacial?

¡Alegrón, al saber que en el descubrimiento de Proxima B ha estado involucrado un astrofísico granadino! Para mí, hombre de letras, disciplinas como la astrofísica resultan arcanos indescifrables. Pero, como fabulador nato, me encantan.

Hace años, viajando por Chile, me quedé fascinado con el proyecto ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array). Entren en su web y alucinarán. De hecho, pensé quedarme por el desierto de Atacama para documentarme sobre una historia negra y criminal de celor personales y profesionales entre astrofísicos.

alma cHILE

El caso es que, desde entonces, las noticias sobre el espacio me provocan una especial atracción. Ha querido la casualidad, además, que el descubrimiento de Proxima B me encontrara leyendo “El universo o nada”, de Elena Poniatowska, una historia de la astronomía mexicana protagonizada por Guillermo Haro, un hombre de izquierdas que, mirando a las estrellas, nunca dejó de tener los pies bien asentados en el suelo.

Para mucha gente, estos descubrimientos científicos son una pérdida de tiempo y de dinero; un desperdicio de talento, esfuerzos y recursos. Y es verdad que, a veces, cuesta trabajo entender cómo es posible que sea más rápido llegar a Alfa Centauri en nave espacial que ir del Zaidín a la Chana en autobús. ¿Podrían los astrofísicos echar una mano con este otro misterio cósmico?

¿Servirá el Bonobús para ir a Alfa Centauri?
¿Servirá el Bonobús para ir a Alfa Centauri?

A la espera de la remodelación del sistema de transporte urbano prometido por Raquel Ruz, nos contentaremos con volver a leer las “Crónicas Marcianas” de Bradbury, soñando despiertos bajo el cielo estrellado de la noche.

Jesús Lens

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