Patriotismo

Hoy, en IDEAL, una columna sobre el Patriotismo, tal y como yo lo veo y lo siento:

Siempre he defendido que el mejor patriota es el que paga sus impuestos, puntual y religiosamente. Que no hay mejor muestra de amor por un país que contribuir económicamente a su sostenimiento, vía impositiva: ser contribuyente es la mejor vía para ser un buen ciudadano.

 Patriotismo fiscal

Sé que esta tesis es nada romántica, poco lustrosa, bastante incómoda y muy, muy impopular. No creo que haya nadie en este mundo al que le guste pagar impuestos. Pero tampoco nos gusta ir al médico. Y sí. Es cierto que hay ocasiones en que resulta doloroso ver muchas de las cosas que los diferentes gobiernos locales, provinciales, autonómicos y nacionales hacen con nuestro dinero. Pero eso no invalida la importancia que una contribución fiscal regularizada y generalizada supone para el sostenimiento de un país.

Ahora bien, desde que escuché al catedrático Juan Torres hace unos días, hay otra dimensión del patriotismo que me parece especialmente relevante y digna de tener en consideración: la de trabajar con “los otros” para la consecución del buen fin de determinadas empresas y proyectos de interés general.

 Patriotismo otros

Trabajar codo con codo y a brazo partido con un grupo de gente con la que comulgas, te entiendes y hasta te llevas (medio) bien, es muy loable. Pero lo realmente meritorio, lo verdaderamente difícil y complicado, es hacerlo con personas con las que no te identificas, que no terminan de gustarte y con las que mantienes muchas y grandes diferencias de criterio, opinión, credo o ideología.

Estos días estamos asistiendo a una recreación periodística de aquellos intensos meses de trabajo que permitieron alumbrar la Constitución Española, una labor ímproba que obligó a entenderse a personas que, poco tiempo antes, ni se habrían saludado.

Parece mentira que, hoy, España sea un país mucho más fragmentado que entonces, en el que la politización de todas las facetas de la vida social y comunitaria, desde el Poder Judicial a las Asociaciones de Vecinos de los barrios o las AMPAs de los centros escolares; nos tienen paralizados y atados de pies y manos, bloqueando iniciativas y proyectos que redundarían en beneficio de todos.

Evidentemente, toda generalización es injusta, pero que los grandes partidos no hayan sido capaces de consensuar una política educativa de mínimos es muy elocuente acerca de una sociedad en la que todo lo que propongan los otros será recibido, en el mejor de los casos, con una condescendiente indiferencia (lo normal será ir a degüello) mientras que cualquier cosa que propongan los nuestros, aunque sea una chuminá campestre, será obligatoriamente aplaudida y defendida, a capa y espada, con furibunda ostentación de gestos y ademanes.

 Patriotismo aplauso

Ojalá que los Hijos de la Crisis estén aprendiendo de nuestros errores y, dentro de unos años, sean capaces de trascender el partidismo mental que nos ciega, para construir una sociedad sin anteojeras, más lúcida que ésta en la que actualmente chapoteamos.

Jesús Lens

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