Balance de medio año

Es tal la intensidad de las últimas semanas que, ya bien entrados en julio, no he tenido el tiempo ni la calma necesarios para hacer un mínimo balance del primer semestre del año. Y es que, como el que no quiere la cosa, ya nos hemos zampado la mitad del 2021.

Ayer domingo, por mucho que refrescaba las ediciones digitales de los periódicos, nada cambiaba así que a eso del mediodía, con el sol tratando de abrirse paso entre las nubes, oliendo a mar y salitre, aproveché para echar la vista atrás y repasar mis propósitos para este año.

En general, bien. Al menos en la parte que estaba en mi mano. En la otra… Como a lo largo de estos meses ya les he ido hablando de mis caminatas, no insisto en el tema. He convertido mis piernas en mi medio de transporte habitual y eso ha redundado en beneficio de mi cuerpo y de mi cartera. Andar también me ha hecho abundar en mi pasión por la narración oral, que me he inflado de escuchar podcast a la caída de la tarde, cuando me quedaban kilómetros por devorar para cumplir con el compromiso de los 10 diarios.

Estoy leyendo más que nunca, lo que tampoco es de extrañar dados los confinamientos y cierres perimetrales provocados por el atracón navideño. Unos 75 libros y tebeos cayeron a lo largo de estos meses. Y algo que me produce especial regocijo: cerca de 150 películas. En casa, claro. Que el cine apenas lo he pisado, espinita que espero sacarme a partir de ahora, Pfizer mediante. Por contra, apenas 10 temporadas de series, la mayoría muy cortitas. ¡Y hemos conseguido hacer un Gravite presencial!

Nuestro nuevo Club de Lectura

Volver a ver cine de forma compulsiva y metódica es un gustazo. Cine clásico, sobre todo. No les voy a insistir en lo que ha supuesto la llegada de Filmin a mi vida, pero no quiero imaginar cómo habría llevado la pandemia sin la plataforma de marras. Ahora, por otros seis meses más.

Jesús Lens

Doceavos de final

Terminado enero, podemos decir que hemos superado los doceavos de final de este 2021, que está resultando más exigente y complicado que la mismísima Champion’s League. En estas cuatro semanas hemos vivido la toma del Capitolio por parte de búfalos y chamanes. Filomena nos dejó helados y catastróficos. La Cosa está desmadrada tras la Navidad y el enjambre sísmico nos tiene locos perdidos. Para empezar el año, ya va bien.

Estar tan expuestos a lo que pasa ahí fuera, sentirnos a merced de los elementos y los acontecimientos, hace que resulte más fácil despreocuparnos y olvidarnos de nuestros propósitos para el 2021. ¿Fueron muy exigentes con ustedes mismos con el cambio de año o se mostraron indulgentes y posibilistas?

Por ejemplo, el clásico ‘viajar más’ se ha complicado notablemente. Si pensábamos que 2020 había sido el culmen de la inmovilidad y el estatismo, la primera parte de este año va a conseguir que visitar cualquier comarca de Granada sea tanto o más exótico que un safari por los grandes parques africanos. Remontar el Genil se nos antoja tan atractivo como recorrer el Amazonas y subir al Mulhacén, una empresa homérica, comparable a ascender el K2 en invierno.

Tampoco va a ser fácil recuperarle el pulso a las actividades presenciales, mínimo, hasta bien entrada la primavera. Y de las multitudinarias, mejor olvidarse sine die, para no deprimirnos.

Yo fui prudente. Leer más lo llevo relativamente bien. Cinco novelas, cuatro ensayos y un buen número de tebeos. Ver más películas y documentales, también. Estoy saliendo a un visionado por día, de promedio, en detrimento de las series, que era otro de mis propósitos: dejarlas en un segundo plano.

Pero estoy especialmente orgulloso de haber sido capaz de caminar y/o trotar 10 kilómetros diarios de promedio. No es fácil. Nuestro día a día, las rutinas y las circunstancias, hacen que caminar sea un lujo. Hay que invertir tiempo en ello. Algunos días perezosos, sin ganas, me he obligado a despegar del sofá para salir a dar un largo paseo por el barrio.

Arte urbano en Granada

Se trata de un ejercicio reconfortante en lo físico, pero también en lo mental. Y en lo espiritual. Andando o trotando te fijas en aspectos de tu entorno habitual en los que no sueles reparar. Escuchas a la gente cascar y piensas. Piensas mucho. No hay como caminar para que las neuronas se pongan a cavilar: los estímulos externos provocan sinapsis de lo más enriquecedoras.

Jesús Lens

Hoy empezamos a fallar

Da lo mismo que hayamos tenido vacaciones o no. Desde el 24 de diciembre hasta el 6 de enero los días son irreales, extraños y confusos, entre lo laborable, lo místico y lo festivo. Queramos o no, cambian los horarios, las dietas y las costumbres. Así las cosas, hoy es el día en que arranca el verdadero 2021, el real. Que lo haga en jueves, eso sí, es un detallazo. Un tirón más, un corto sprint, y alcanzamos el fin de semana.

Hoy es el día, también, en que empezamos a fallar en nuestros propósitos para el Año Nuevo. Recuperamos nuestras rutinas y es ahí donde tenemos que buscarle hueco a la ejecución efectiva de nuestras mejores intenciones.

No sé ustedes, pero yo he sido bastante laxo y benevolente con mis propósitos para el 2021. Se podrían resumir en un conservador ‘Virgencita, virgencita, que me quede como estoy’. Lo sé, lo sé. Son poco ambiciosos. ¿Pero dónde tengo que firmar?

Todo lo que les pueda decir sobre el 2020 ya está dicho. En mi caso concreto y particular, más allá de la impotencia por los planes frustrados y los proyectos cancelados, no me puedo quejar. Si lo hiciera, sería injusto e insolidario con las miles de personas que sí lo han pasado, que lo siguen pasando, realmente mal. De 2021 esperamos mucho. ¿Demasiado, quizá? Para empezar, y eso no escapa a nadie, los primeros meses van a seguir siendo durísimos. Después, iremos viendo, aunque lo previsible –y deseable– es que la cosa remontará.

En el ínterin, mi gran propósito es caminar/trotar más. El año pasado, entre el confinamiento y una pertinaz lesión en el pie, apenas salí a 4,7 kms. diarios de media. ‘Eso y ná es lo mismo’, que diría un castizo. Me he puesto como objetivo darle al pataje 10 kilómetros diarios, incluyendo los desplazamientos habituales. De momento, estoy en el límite.

También quiero leer más, sobre todo ensayos y artículos científicos. Y ver más cine clásico y documentales. Lo de siempre, vamos, que a estas alturas de vida no estoy para grandes revoluciones vitales. De viajes y escapadas hablamos en otro momento.

Jesús Lens

De mírame y no me toques

Qué espectáculo era Granada ayer. Aunque amaneció algo nublado, no tardó en despejar, quedándose un día de lujo. Como les anticipaba AQUÍ, salí a pasear, igual que hicieron miles de granadinos a todo lo ancho y lo largo de la provincia, según podíamos ver en las redes sociales.

Caminábamos disfrutando de los mil y un colores del otoño, ahora que no se puede subir al robledal del Guarnón o visitar la dehesa del Camarate. No poder salir fuera a sumergirnos en el corazón la naturaleza hace que seamos más conscientes de la naturaleza urbana que nos rodea, que es mucha, generosa y feraz.

Nuestro objetivo era asomarnos a diferentes miradores de la ciudad, para verla desde lejos, que ya saben ustedes que Granada está de mírame y no me toques. De hecho, culebreando por los bosques de la Alhambra no dejaba de acordarme de Radio Futura y su «no tocarte y pasar todo el día junto a ti. No tocarte. Es lo que se espera de ti. No tocarte… ¡podría devorarte!»

Primera parada, en la Churra, para disfrutar de las mil y una capas del Albayzín, visto de frente y (casi) desde abajo. Más arriba, desde la terraza del Manuel de Falla, nos deleitábamos con la Granada urbana de fondo, la contemporánea del PTS y la eclesiástica de la Catedral, los monasterios y nuestro añorado hotel Alhambra Palace.

Seguimos subiendo hasta un espacio tan singular como nuestro cementerio de San José, desde donde nos asomamos al cauce del Genil y a las altas cumbres de Sierra Nevada, todavía tan poco blancas. Y, de seguido, la Silla del Moro y su espectacular panorámica de todo el recinto de la Alhambra visto desde atrás, de las huertas de Generalife a la iglesia de Santa María. 16 kilómetros de caminata desde el Zaidín, dejándonos para otro día San Miguel Alto, San Nicolás, San Cristóbal, los Carvajales y el callejeo por el Albayzín.

El cuerpo nos iba pidiendo una cerveza en La Mimbre, un cóctel en María de la O al bajar del Realejo o, antes de llegar a casa, unas cañas con unas tapas en el Ríos. Pero no toca y no puede ser. Estos días, paciencia y pasos largos.

Jesús Lens

Hoy será raro. Otra vez

Ya he perdido la cuenta de los días raros que llevamos sumados este año. A los días raros, raros; me refiero. A los raros de verdad. Porque salir a la calle con una mascarilla y cruzarte con (casi) todo el mundo embozado ya forma parte de esa extraña cotidianidad en que no nos ha quedado más remedio que instalarnos.

Pero hoy será más raro aún. Porque hoy estarán cerrados la mayoría de comercios esenciales legitimados para abrir durante la semana mientras que los bares y restaurantes que le daban calor y color a los domingos siguen chapados a cal y canto.

Sé que debería quedarme en casa, pero creo que no lo haré. A fin de cuentas, los mismos responsables institucionales que clamaban el miércoles ante los medios de comunicación suplicando por el confinamiento domiciliario de los granadinos, el jueves se sumaban a una manifestación, sin empacho en retratarse tocando a gente y hablando a menos de treinta centímetros de sus interlocutores; haciendo caso omiso a todos los consejos médicos, científicos y gubernamentales sobre la distancia social. Lo del ‘consejos vendo que para mí no tengo’, ya saben ustedes…

Así las cosas, hoy aprovecharé para salir a pasear, actividad lúdica y recreativa que, de momento, no está prohibida, siempre que no excedamos nuestros límites perimetrales. Pasear, caminar, andar… Durante el primer confinamiento, era lo que más echábamos de menos. Poder salir de casa y, sencillamente, dar una vuelta más allá de los límites del pasillo y de una sala de estar de la que estábamos hasta el colodrillo. (Salimos efectivamente a pasear, una Ruta de Miradores, y lo contamos AQUÍ)

Caminar como ejercicio de suprema libertad. ¡Con qué poco nos conformamos ya! ¿La culpa? De un virus. La tentación es responsabilizar al Gobierno. Al autonómico o al central, dependiendo de nuestros colores. Que es cierto que se han equivocado y hecho las cosas mal, los unos y los otros, pero tampoco podemos perder de vista que estamos en mitad de una pandemia mundial, sufriendo los embites de su terrible segunda ola.

Estos días estoy leyendo toda la literatura científica a mi alcance sobre la vacuna y mucho me temo que el desaforado entusiasmo del ministro Illa no es más que voluntarismo positivista, una vez más. Nos quedan muchos meses muy complicados por delante. Meses de distancia social y de no juntarse. De no quitarse la mascarilla ni para rascarnos. De seguir aprendiendo a diferenciar el bouquet de los hidrogeles. De no hacer más planes que salir a caminar, aunque sea en días tan raros como el de hoy.

Jesús Lens