Un año de mandato

Un año ya. ¡Cómo pasa el tiempo! Y eso que, durante dos meses, ha estado suspendido. Al tiempo, me refiero. Cuesta trabajo echar la vista atrás y recordar aquel pleno del Ayuntamiento en el que Luis Salvador salió elegido alcalde. Un año, nada menos. Y nada más.

Hacer balance de un año de gobierno municipal, con la que ha caído, resulta ocioso. Pensar en las promesas electorales y buscar en qué se han traducido es misión imposible. Buena parte de ellas duermen el sueño de los justos. También estarían en el limbo la mayoría, aunque no hubiera habido pandemia, pero eso ya da igual.

El gran logro de este año de mandato es haber consensuado un presupuesto para la ciudad. Es básico que se adecue a la nueva realidad postCovid-19 y que los ciudadanos lo podamos conocer lo más desmenuzadamente posible, para saber a qué atenernos.

Un año que podríamos definir como de calentamiento, dado que lo realmente duro y complicado para la corporación municipal comienza ahora que está todo patas arriba. Eso sí: más allá de ideologías, simpatías, filias y fobias, debemos arrimar el hombro. Todos. En la medida de nuestras posibilidades. De acuerdo a nuestras capacidades.

En los próximos meses, debemos ponernos al servicio de nuestros pueblos y ciudades, que es sinónimo de trabajar en beneficio de nuestros vecinos. ¿Qué podemos aportar, cada uno en nuestro ámbito? Pues no le demos muchas vueltas y hagámoslo. Hoy por hoy, los datos que nos llegan del ámbito sanitario son buenos. El estado de alarma llega a su fin y hay que adaptarse a la nueva normalidad. No caben dudas ni titubeos. Hay mucho que hacer. Y hacerlo.

Una vez que ha vuelto el fútbol y las cacerolas se usan de nuevo para cocinar, toca mirar hacia delante. De nuestros munícipes esperamos liderazgo, proyectos creíbles e ilusionantes y trabajo, trabajo y trabajo. Esperemos que dejen la bronca aparcada y prediquen con el ejemplo.

No hay balance del primer año del gobierno de Luis Salvador. Bastante tiene con haber llegado incólume hasta aquí. A este Ayuntamiento se le juzgará por lo que sea capaz de hacer de aquí en adelante. Borrón y cuenta nueva. Su mandato comienza ahora. Y, dado que el 2+2 está tal olvidado como el Palacio de la Ópera, tiene tres años por delante para demostrar de qué es capaz. Con el permiso de Onofre Miralles, obviamente.

Jesús Lens

El apretón

Es muy poética la explicación que Luis Salvador ha dado acerca del pacto, acuerdo o compromiso sobre la alternancia en la alcaldía de Granada. El ya famoso 2+2 por el que Salvador y Sebastián Pérez deberían repartirse el puesto de alcalde no quedó sellado como Dios y la tradición mandan, dado que, en realidad, no hubo apretón de manos entre ellos. Aludir a aquel estrechamiento tan sólo es una metáfora.

No sé si la poesía que rezuma toda esta explicación está directamente relacionada con los rigores climatológicos del agosto recién terminado, pero no me digan que no resulta evocadora tanta alusión a las viejas costumbres y a los pactos entre caballeros. Sólo faltó decir que el acuerdo no se selló porque los dos firmantes no se escupieron en las manos antes del apretón, como mandan los cánones más rancios y machirulos.

Llevo varios dándole vueltas a lo del apretón. Sobre todo a primera hora, cuando estoy leyendo el periódico con el primer café de la mañana, acodado en la barra de mi ‘cafecina’ oficial, el Nuevo Kaoba del Zaidín. El apretón, en esos momentos, es otra cosa. La metáfora se hace realidad y se convierte en algo muy físico. El ocasiones, hasta perentorio.

Cuando el café hace su trabajo en el tracto digestivo, el apretón deviene en lo único realmente importante de tu vida. No hay asunto más urgente que resolver. Dan lo mismo el pago de la hipoteca, los abusos con la VISA, la letra del coche o las recuperaciones de los niños. Cuando el apretón se hace fuerte, el resto de la realidad palidece.

¡Casi!

Sostiene Luis Salvador que la cuestión de la alternancia en la alcaldía no preocupa a los granadinos, que estamos a otras cosas. No le falta razón. Posiblemente, los ciudadanos no andamos todo el día preocupados por el juego de las sillas que se traen los unos y los otros, pero no es menos cierto que, en ocasiones, el primer café de la mañana nos obliga a acordarnos del ya famoso apretón, entrándonos un sudor frío y helador.

Jesús Lens