MACHETE

“Say it loud! I am Latin and I am proud!” O sea, que soy latino y me gusta. Lo latino mola. Be Latin my Friend.

A estas alturas ya sabemos que “Machete”, el último despelote de Robert Rodríguez, nació como un falso trailer para aquella otra gamberrada, en forma de programa doble de serie Z, que el director se inventó junto a su alter ego del otro lado de la frontera, Quentin Tarantino.

En este mundo hay tres tipos de artistas: los que hacen lo que les da la gana y cuyos resultados no interesan ni a su propia familia, los que únicamente se pliegan a los intereses del mercado y los que, haciendo lo que les sale de su alma, tripas u entrañas, conectan con el gusto de (parte de) la gente, consiguiendo llevárselos a su terreno.

Anoche, a la vuelta de “Machete”, confesaba a una amiga que el “problema” no era tanto haberla visto cuanto que me hubiese gustado. Y ella me respondía que los hombres debemos estar medio gilaos, porque a otros amigos suyos, cuerdos a priori, les había pasado lo mismo. Y, en conclusión, que iría en persona a comprobar el porqué de esta contagiosa enfermedad llamada “Machete”.

Una de las claves del éxito de este despiporre cinematográfico es, por supuesto, su protagonista, Danny Trejo. En este caso, con una foto basta, ¿verdad? Un tipo cuyo físico está a la altura de una existencia mítica y proteica, homérica y salvaje.

Además, está el Orgullo Latino, representado por esas mujeres fuertes, duras y violentas, dominantes, intrépidas y libres, radicalmente alejadas de la inveterada sumisión de la mujer latina al tópico Macho Man de toda la vida. Jessica Alba en clave dulce y acaramelada y Michelle Rodríguez en clave brutal y asalvajada, son las dos caras de una misma, feliz y excitante moneda.

Y están, por supuesto, los malos. En muchas películas, el problema con el archienemigo del héroe es que nunca termina de morir. Y acaba haciéndose cansino. ¿Solución? Crear cuatro letales, siniestros y amenazadores Némesis del protagonista. Y, encima, ponerles el rostro y la personalidad de Don Johnson, Steven Segal o el mismísimo Robert de Niro, sin ir más lejos y con un par.

Y luego, el mensaje. La Red, la inmigración clandestina, el cierre de las fronteras, el hipercapitalismo, el tráfico de drogas, la corrupción política… de todo ello nos habla “Machete”, sin darle importancia, pero sin perder la perspectiva combativa y reivindicativa de que lo Latino es Bello, la inmigración es imparable y que es imposible ponerle puertas al campo.

Pero no se vayan todavía, que aún hay más.

La música, por ejemplo. En los títulos de crédito se nombra a “Chingón”. Pero hay una combinación de clásicos latinos con otros temas muy cañeros e industriales. Y, por supuesto, están Tito y la Tarántula. Porque el cine es un arte global y la música no puede ser sólo una banda sonora, sino que debe tener entidad propia y ser un personaje más de la narración.

Y no puedo (ni quiero) terminar si hacer referencia a la secuencia de la confesión-ejecución de uno de los personajes frente una cámara conectada a Internet, jugando con la estética de los vídeos de Al Qaeda, pero en versión yanqui tex-mex. Dañina, muy dañina. Corrosiva. Ácida y sarcástica.

Enhorabuena a Robert Rodríguez por hacer lo que le da la gana y, a la vez, arrastrar a las masas al cine. ¡Menos pajas mentales y más acción!, sería la conclusión.

Valoración: 8

Lo mejor: la secuencia del intestino o la aplicación práctica de las enseñanzas teóricas de los científicos.

Lo peor: que los intelectuales seguirán sin entender nada. De nada.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

THE PI SONG, UNA SECUENCIA Y UNA FRASE

La frase, de un sobre de azúcar, del café de esta mañana:

«Hay que incitar a pensar, reír y pelear contra la apatía, el aburrimiento, el pensamiento único y la idiotez que provoca la indiferencia».

Música y números pueden casar bien:

La secuencia, de «Tener o no tener». Bogart y Bacall en estado puro. Ella, a sus 19 añitos, debutaba en el cine. Y lo hizo por la puerta grande. Momentos y diálogos como éste hacen que el cine sea el gran arte por excelencia:

007. QUANTUM OF SOLACE

Diez razones por las que me ha decepcionado la nueva entrega de la serie James Bond:

 

Primera.- Porque arranca con una persecución directamente copiada de «Casino Royale», pero sin llegarle a ésta ni a la altura de los zapatos.

 

Segunda.- Porque la huella, la mano y la sombra de Bourne son alargadas, quizá demasiado. Vale que en la pelea cuerpo a cuerpo de Daniel Craig, la inspiración con el olvidadizo héroe encarnado por Matt Damon está bien lograda, pero el tono general de una película Bond no puede remitir a otros héroes de acción, por contemporáneos y molones que éstos sean.

 

Tercera.- Porque, a decir de muchos, ésta es la peli de Bond que gustará a quiénes no les gusta Bond. Pero yo he ido a ver una película Bond y, claro, quiero una buena dosis de 007. Y en «Quantum os solace» no la encuentro (casi) por ningún lado.

 

Cuarta.- Porque las pelis de Bond, argumentalmente, empiezan y terminan en sí mismas, son autoconclusivas, sin dejar cabos sueltos que atar en la siguiente entrega. Así, no es de recibo que Bond busque venganza en Quantum por lo que le aconteció en «Casino Royale», máxime si ello afecta a sus relaciones con el género femenino.

 

Quinta.- Íntimamente ligada con la anterior y sin entrar en detalles, porque la chica Bond no ejerce de tal.

 

Sexta, Séptima, Octava, Novena y Décima.- Porque el malo de la película es pésimo. Patético. Lamentable. Risible. Sin el más mínimo carisma. Sin la más mínima conectividad con el espectador. Posiblemente, el peor malo de la historia de la saga de Bond.

 

Y así, ¿qué más da que Daniel Craig me siga gustando como 007? ¿Qué importa que la trama toque temas interesantes y globalizados? ¿Qué más da que haya momentos visualmente impactantes, como los del desierto de Bolivia? ¿Cómo voy a hablar bien de la secuencia de Tosca, bien resuelta e imaginativamente trabajada? ¿Y para qué reflexionar sobre el proceso de embrutecimiento sufrido por un James Bond que parece haber estado en un curso de reciclaje impartido por Jack Bauer & co?   

 

Un fiasco, este 007. Con lo felices que nos las prometíamos con la durísima «Casino Royale», esta segunda entrega de la dinastía Craig nos hace temernos lo peor con relación al futuro de los servicios de espionaje británicos.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.