Abstencionistas

Mírenles, lo crecidos que están. Es normal. Estos días, nos han cerrado la boca. Son ellos, los abstencionistas. Los conscientes y militantes, ojo. No los pasotas ni los dejados. Son esas personas que deciden no ejercer su derecho al voto de forma activa y que, hoy, estarían en su legítimo derecho de espetarnos un ‘¿Ves? Ya te lo dije’.

En los últimos meses he sido un defensor a ultranza de la necesidad de ir a votar. Lo he escrito, lo he dicho y hasta lo voceado. Por activa, por pasiva y por perifrástica. Y, aunque sigo pensando que es mejor votar que quedarse en casa, después del despropósito de estos meses no me siento moralmente legitimado para discutir con nadie acerca de la importancia de acudir a las urnas.

Iglesias y Sánchez; Unidas Podemos y PSOE, tendrán sus razones. Pero no tienen la razón. Porque lo razonable, tras los resultados de las últimas generales, era que gobernara la izquierda.

Pero, ¿qué, quién, cómo y por qué es la izquierda? Y con estas preguntas volvemos a enredarnos en la discusión entre el ser y la nada, el huevo y la gallina y la pureza de sangre. Preguntas que mantiene en vilo a los guardianes de las esencias, pero que, si nos abocan a unas nuevas elecciones, se pueden convertir en un lastre que favorezca históricos niveles de abstención entre el electorado progresista.

Parafraseando el célebre aforismo de que el fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y en el que siempre gana Alemania, la política española es un show en el que participan actores muy diversos, pero en el que siempre gana la derecha.

‘Errejón, calienta que sales’. Es una de las memes que empiezan a circular por internet. Iglesias, el más veijuno de los jóvenes políticos españoles, desespera a cada vez más gente. ¿Habrá llegado la hora de un Errejón al que algunos ex-compañeros podemitas tachan de cobarde irredento, por decirlo suavemente? ¿Se desmarcará también del pablismo la antigua Izquierda Unida? Lo iremos viendo. O no.

Jesús Lens

No son todos iguales

Siempre se ha dicho que todos los españoles llevamos dentro a un seleccionador nacional y a un presidente del gobierno, cuando nos encontramos en la barra del bar.

Un español en un bar es capaz de ganar un Mundial sin despeinarse, de terminar con el paro y la pobreza energética en un plisplás y, si se ha metido unas bravas, hasta de alcanzar la paz en Oriente Medio.

Al pedir la cuenta, sin embargo, la realidad se impone. Así, al volver a casa y abrir el buzón, cuando nos encontramos con la convocatoria para una reunión de vecinos, lo primero que pensamos la mayoría de nosotros es que menudo coñazo y menuda papeleta, ser presidente de la comunidad.

Por eso, porque distinguimos perfectamente entre la realidad y la ficción, vemos los partidos de nuestro equipo con pasión desaforada, por muy en desacuerdo que estemos con la alineación del entrenador o por poco que nos convenzan sus sistemas de ataque.

Con la política, sin embargo, somos menos indulgentes. Cada vez más personas se aferran a consignas como “no me representan”, “son todos iguales” o “el sistema no funciona” para desertar. Desertan de los mítines, de los debates, de la información política y, finalmente, desertan de las urnas, alimentando las huestes de una abstención cada vez más abultada.

Que hay razones para estar hasta el moño de las promesas electorales incumplidas es una verdad incuestionable. Y que el sistema es francamente mejorable, también. Pero no creo que la solución pase por la abstención, la dejación y el abandono.

Seamos críticos, seamos exigentes, seamos selectivos, pero no demos de lado al sistema. Es el mejor que hemos tenido en toda nuestra historia. Con sus fallas, sus debilidades y sus incoherencias, pero el mejor.

La vida, la de usted y la mía, la vida de todos está igualmente llena de fallas, debilidades e incoherencias. Nos irrita y nos cabrea, nos harta y nos saca de quicio, pero no abjuramos de ella.

No se trata de ser indulgentes, paternalistas o condescendientes. Ni de comulgar con ruedas de molino. Pero la abstención no soluciona nada. Y no. No son iguales, los unos y los otros, como ya se ha empezado a poner de manifiesto.

Jesús Lens

Preferiría no hacerlo

Me han convencido. Costó, pero por fin he llegado a la conclusión de que la respuesta está en la abstención. Es la palabra de moda. Abstención. Unos la califican de táctica. Otros, de activa. De responsable, incluso. El caso es que todos andan con ella en la boca. Y se me ha contagiado. Serán el desinterés, el hastío, el cansancio, la abulia, la desmoralización, el calor… pero yo también he decidido abstenerme.

De hecho, ahora mismo me siento como Bartleby, el escribiente; aquel personaje del cuento de Herman Melville que, cada vez que le pedían que hiciera algo, respondía un sencillo pero inflexible “Preferiría no hacerlo”. Y no lo hacía. Y a él va dedicada esta columna de IDEAL de hoy, de corte nihilista.

Bartleby

Así las cosas, y si hay que volver a las urnas, cada vez que me pidan el voto me limitaré a decir que prefería no hacerlo y, el día de las elecciones, me abstendré. O, como aconsejaban los míticos Pedro Pico y Pico Vena, los personajes de Azagra, votaré a NADIE. Porque a la vista está que NADIE es el mejor.

Pueden definirlo como claudicación. Como rendición, incluso. Que son sinónimos, pero rendición suena más trágico. El caso es que, llegados a este punto, yo también me abstengo.

Vota a Nadie

Lean, lean “Bartleby, el escribiente” y encontrarán una actitud ante la vida a la que la situación de este país empieza a parecérsele bastante. Porque Bartleby fue un precursor de la literatura del absurdo y de surrealistas como Samuel Beckett.

¿Se imaginan, de verdad, que acabáramos yendo a unas terceras elecciones generales? Ni Kafka, en sus peores pesadillas, habría sido capaz de plantear semejante despropósito.

Y es que estamos en un punto de desconcierto tal que un club como el F.C. Barcelona pone en marcha una campaña para solidarizarse con un mil millonario condenado por delito fiscal. ¡Y obliga a sus empleados a participar de la ignominia! ¿Cuántos de ellos no hubieran preferido decir lo que el bueno de Bartleby?

Preferíría no hacerlo

Me abstengo, también, de participar en los debates que, de forma irracional, incendian unas Redes cada vez más talibanizadas. La sombra de Torquemada, efectivamente, ha encontrado en Internet un inmejorable instrumento de tortura, habiéndose reencarnado -y reciclado- en forma de hater, moderno eufemismo que se utiliza para describir al hijo de la gran p… de toda la vida.

Así que, ya saben. Ante según qué cuestiones, una respuesta: preferiría no hacerlo.

Jesús Lens

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