UP

Hablábamos hace unos días acerca de la revolución que el 3D puede suponer para el mundo del cine, lo que provocó un corto, pero intenso debate.

 

Un dato más: este año, el fastuoso, glamouroso y envidiado Festival de Cannes, el Festival de Festivales, será inaugurado por una película de dibujos animados y el 3D.

 

Pixar presenta «Up», posiblemente, el estreno más importante del año, animado, inanimado, desanimado o de carne y hueso, mortal y rosa.

 

¿Recuerdan a Dylan?

 

The times are changing!!!

 

O, como cantaba en la maravillosa «Ballad of a thin man»:

 

– You know something is happening here, but you don´t know what it is. Do you, Mr Jones?

 

Jesús Lens.   

3D AL RESCATE DEL CINE

Hoy es día de Cuaversos, pero la actualidad manda. En IDEAL publicamos estas notas sobre el 3D, que espero siembren comentarios y generen debate. ¿Es el futuro del cine? Una idea surgida tras el análisis de la merma de espectadores que publicábamos hace unos días.

 

 Además, los Cuaversos son tórridos y, por tanto, en la tarde noche lucirán mejor.  

 

Las cifras hechas públicas por el Ministerio de Cultura sobre el dramático descenso de espectadores que acuden puntualmente a una sala de cine han hecho que, otro año más, salten todas las alarmas, sobre todo, porque se calcula que en nuestro país se han realizado 350 millones de descargas ilegales de películas en el año 2008.

 

Aunque no tiene lógica que España sea, después de China, el país más bucanero y pirata del mundo, también es verdad que en esta fuga masiva de espectadores de las salas concurren una serie de circunstancias que deberían hacer reflexionar a los distribuidores y exhibidores.

 

En primer lugar, el cine es caro. Por lo general, al precio de la entrada hay que sumarle el del parking y el de las inevitables palomitas y refrescos que la mayoría de la gente se ha acostumbrado a comprar. Que no son obligatorias, por supuesto, pero que forman parte de un rito agradable y placentero, como tomarse un postre después de una buena comida.

 

En segundo lugar, las condiciones de exhibición de muchas salas, sobre todo las más céntricas y accesibles, son tan precarias que una buena tele y un home cinema en el salón de casa se convierten en inmejorable platea para disfrutar de una buena película.

 

Por todo ello, si las salas de cine no quieren morir de inanición, han de ofrecer al espectador una experiencia distinta a la de meramente ver una película, algo que se puede hacer en todo momento y en cualquier lugar a través de las televisiones panorámicas, las pantallas de ordenador o los DVD portátiles.

 

El primer paso, tras el éxito inicial de los multicines de pequeño formato, fue la vuelta a las pantallas de tamaño XXL sobre las que se proyectan los grandes estrenos del año en tecnología digital.

 

Y, a la vuelta de la esquina, ya asoma la que se anuncia como la tercera gran revolución de la historia del cine: tras la irrupción del sonoro y el triunfo del color, llega el 3D. Las tres dimensiones.

 

Bien es cierto que los precedentes no son muy ilusionantes. Aquellas primeras películas en 3D de los años 50, como «La criatura de la laguna negra», eran francamente malas y las experiencias de los 80, con las gafas bicolores de cartón para ver las entregas de turno de las sagas de tiburón y viernes 13, tampoco fueron para tirar cohetes, precisamente.

 

Pero las cosas han cambiado. Ahora, las gafas son de plástico y las películas proyectadas en formato digital permiten que las imágenes se vean con una precisión milimétrica. Pero, sobre todo, la diferencia radica en que el 3D ya no es un añadido técnico a posteriori, una especie de truco de feria para impresionar al espectador; sino que los nuevos proyectos están pensados, desde su gestación, para ser filmados y exhibidos utilizando esta nueva tecnología.

 

Pero ¿hay otros indicios que nos permitan pensar que, esta vez sí, se impondrán definitivamente las tres dimensiones, después de haber fracasado en otras ocasiones? Cualquiera que haya visto una proyección en IMAX dará fe de lo realmente impresionante que resulta una película en dicho formato, hasta el punto de que el tópico de que te sientes transportado al otro lado de la pantalla, por fin, se hace cierto.

 

Además, la nómina de gurúes y visionarios de Hollywood que se están apuntando al carro del 3D demuestra que, esta vez, la cosa no va de farol. El primero y más importante: James Cameron, cuya ansiada epopeya futurista, «Avatar», ha ido aplazando su fecha de estreno hasta haberse asegurado que el desarrollo tecnológico que precisaba la filmación y exhibición de la cinta estaba a su alcance. Y no es un dato baladí ya que «Avatar» es la primera película de ficción de Cameron desde que arrasara entre crítica y público, años ha, con la histórica «Titanic».

 

Dreamworks ya ha anunciado que su próximo gran proyecto, «Monstruos contra Aliens», será filmado en 3D y John Lasseter, cabeza visible de la rompedora Pixar, ha señalado que la próxima entrega de «Toy story» y la tercera parte de «Ice age» utilizarán la misma tecnología.

 

Steven Spielberg y Peter Jackson, por su parte, también están preparando su trilogía sobre Tintín en formato 3D. Una trilogía que cuenta con un presupuesto de lujo y con un reparto de lo mas esperanzador, con Jamie Bell (el niño de «Billy Elliot») interpretando al célebre periodista surgido de la imaginación del belga Hergé y con participación de actores como Daniel Craig. Y así hasta otros treinta proyectos que ya están en preproducción.

 

Un problema imprevisto, sin embargo, amenaza con ensombrecer el halagüeño panorama que Hollywood había diseñado para reactivar el mundo del cine: la maldita crisis financiera que ha terminado por contaminar a las economías de todo el mundo. Y es que la adaptación de las salas a la tecnología 3D es costosa. Y justo cuando los grandes estudios habían preparado un plan para reconvertir quince mil salas en EE.UU. a formato digital en 3D… se cerraron los mercados internacionales de crédito.

 

Así las cosas, el mundo del cine se enfrenta a un momento crucial. Si la reconversión de las salas termina de llevarse a cabo y el 3D consigue los espectaculares resultados visuales que todos los datos hacen pronosticar, se hará con el favor del público y éste acudirá en masa a los cines para gastarse los 15 o 20 euros que costará cada entrada, de forma que el estreno de una de estas películas tendrá la misma importancia y consideración que tiene el ir a un concierto o a una representación teatral.

 

Sin embargo, si la crisis no permite que los empresarios acometan, a lo grande, la necesaria transformación que precisan las salas cinematográficas para proyectar las películas en 3D, la sangría de espectadores seguirá en aumento, lo que terminará de poner en jaque la supervivencia del cine como gran espectáculo comunitario y de masas. Interesante coyuntura, pues, ésta en la que nos encontramos. Ya veremos qué nos depara el futuro.          

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

LA PERTINAZ CRISIS DEL CINE

Hoy abre la sección Vivir de IDEAL con este reportaje: «España no va de cine», en que se hace un alarmante repaso por la menguante cifra de espectadores que van a las salas.

 

Ha querido la casualidad que el escueto análisis que dejamos a continuación, y que complementa la información sobre el descenso de espectadores, coincida con que la columna de hoy de IDEAL se titule «Granada de cine».

 

A ver si coinciden o no con estas opiniones y, sobre todo, aporten ideas y sugerencias, por favor…

 

 

Hablar de cine y añadir la muletilla «crisis» es todo uno. Más pertinaz que la pertinaz sequía, desde que tengo uso de razón cinematográfica, las salas vienen perdiendo espectadores y el cine español, en concreto, está en un peligro de extinción más amenazador que el del lince ibérico. Los videoclubes, los canales de cine de pago, las megatelevisiones panorámicas y, por fin, las descargas ilegales a través de Internet parecen haber puesto en jaque la supervivencia de las salas de cine.

 

Y, cuando hablamos del cine español, a dichas causas hay que añadirles las de la competencia desleal de las multinacionales americanas y los atávicos prejuicios de los espectadores patrios a las películas locales.

 

La pregunta sería, por tanto, ¿hay forma de parar esta sangría?

 

El futuro de las salas pasa, inevitablemente, por una revolución tecnológica que convenza a los espectadores de que la experiencia de ver una película en un cine, rodeado de gente, es mucho más grata y excitante que verla solo en casa. Así, empiezan a imponerse los grandes estrenos en formato digital y, en el futuro inmediato, el 3-D será el gran anzuelo con el que Hollywood espera seguir capturando su cuota de pescado en el proceloso océano del ocio y el entretenimiento.

 

El cine español, por su parte, si quiere sobrevivir, tendrá que optar por jugar en la Liga de Campeones, con altos presupuestos y rodajes internacionales -Álex de la Iglesia o Amenábar- u ofrecer esas pequeñas películas diferentes, que apelen a una excepcionalidad cultural que tantos defienden, pero tan pocos han sabido cómo definir… y filmar.

 

Jesús Lens.