Ejército enemigo

Cuando leí todo lo que se escribió sobre esta novela en los suplementos literarios de los grandes periódicos de este nuestro país, salí a escape a la librería más cercana a comprar un libro que, después de la Biblia y el Capital, iba a ser lo más. Lo más de lo más. De lo Más Allá, incluso.

Alberto Olmos es uno de los “20 de Granta”, la lista de los veinte escritores en castellano más prometedores del momento, los llamados a comerse el mundo literario de los próximos años.

Además, “Ejército enemigo” estaba publicada en Literaturas Mondadori, una de las colecciones literarias más interesantes del panorama de las letras patrias.

Y claro, con todos estos a prioris y condicionantes, ante tanta expectativa, era casi imposible que la novela no me defraudara y que, a medida que la leía, fuera pensando: “pues no es para tanto”, “esto me suena a Houellebecq”, “esta parte es reiterativa” y cosas así.

Se me hace difícil escribir sobre “Ejército enemigo”, una novela de tesis en la que su autor, a contracorriente del 15-M y todo el empalago intelectual que lo acompañó, defiende que ya está bien de tanta tontería solidaria y de tanta fraternidad universal en pos de un mundo mejor.

A través de un personaje entre lo repulsivo y lo grotesco, un cínico que trabaja en publicidad (toque moderno), iremos pasando por el mundo de las ONG (toque moderno), de las Redes Sociales (tqm), de la pornografía en Internet (tqm) de la crisis (tqm) y de las protestas callejeras (tqm)

Y lo haremos de forma fría y desapasionada. A través de un siniestro diario en Internet, no por terrorífico, sino por escueto. Un diario que pretende transmitir la soledad y el vacío, la vacuidad de la visa del protagonista. Y que, bueno, pues será así. ¿No?

Las mujeres que aparecen en la novela son, claro, puros objetos del deseo del personaje principal, del que solo sabremos, en realidad, su comportamiento compulsivo-obsesivo.

Yo no digo que lo que cuente Alberto Olmos no sea interesante. Es solo que a mí no me interesa. Ni el fondo, ni la forma.

Y, aún así, leí entera la novela.

Imagino, pues, que algo tendrá ya que, de lo contrario, habría dejado a medias su lectura. Pero a mí no me pregunten por ese algo. Si en algún momento lo encontré, ya lo he perdido. Si lo tuve delante, ya no lo veo. Si estuvo, no lo recuerdo.

Con novelas como “Ejército enemigo” me pasa como con algunas obras de arte contemporáneo: es mucho más interesante lo que sus autores hablan de ellas y lo que opinan los expertos sobre su génesis, sentido y objetivo que la propia obra en sí misma.

Cortico que es uno.

Jesús Lens

El segundo de los aPostados agosteños, cambiando el tono y el estilo. Ea. Que ayer fue Batman y mañana… mañana trataremos de que no sea lo que Dios ni los mercados quieran.

Las dos Españas

Hoy publicamos este artículo en IDEAL, que no sé qué os parecerá, dado que hoy estamos en clave mortuoria y, a la vez, piadosa

Las Dos Españas han vuelto, si es que alguna vez se fueron. Por un lado está la España de currantes y trabajadores, más o menos en activo. Por otro, la España de parados, que ya suma la vergonzosa y escalofriante cifra de cinco millones de personas.

Y ambas Españas están volviendo a verse confrontadas, en las plazas de nuestro país, tomadas por miles de ciudadanos indignados que parecen haber dicho eso de “hasta aquí hemos llegado”. Todo lo Democracia Real y el 15-M mola mucho, sí, pero en las redes sociales y en los análisis de prensa. Porque a la gente normal, a aquellos seres racionales que se toman las tapas y raciones en los bares (Siniestro Total nos viene al pelo), los acampados les parecen unos vagos de tomo y lomo, unos jetas, unos perroflautas, pies negros, hippies trasnochados, tirados y pirados.

Es sintomático: los españoles con curro, esos millones de afortunados que sentimos el peso de la sanidad, la seguridad social y la educación del país sobre nuestros hombros, tendemos a pensar que, por no tener trabajo, los indignados son unos flojos y unos cuentistas. Sobre todo, por haberse concentrado para demandar, entre otras cosas, una ocupación digna. Que tendrían que trabajar más y concentrarse menos, en pocas palabras.

Tanta gente no puede ser solo Perroflauta...

Da igual que las imágenes nos muestren a personas de todo tipo de origen, pelaje, indumentaria y aspecto físico: los acampados son unos okupas de la vía pública que se lo están montando de fábula para vivir en las mejores zonas de la ciudad, gratis total. Y encima, ¡organizados! Con sus letrinas, enfermerías, guarderías, etcétera. ¡Y sin pagar un euro por todos esos servicios!

Podríamos discutir sobre la naturaleza de los concentrados, entre los que hay de todo: pasotas fumetas irredentos y sospechosos habituales, claro, pero también hastiados profesionales sin ocupación y honrados padres, madres y abuelos de familia. ¡Ay, los abuelos! ¿Qué sería de esta sociedad sin el trabajo sordo y bienintencionado, de los abuelos? Pero me interesa mucho más la capacidad de organización y autogestión de estos campamentos. ¡Eso sí que da miedo y otorga esperanzas en una sociedad que ha privatizado y puesto precio a prácticamente cualquier resquicio, producto y actividad de la vida de sus ciudadanos!

Más allá de la Red en que nacieron, los movimientos libertarios del 15-M tomaron la calle, se hicieron fuertes en las plazas y no sólo fundieron en negro una campaña electoral lamentable, patética y mugrienta, poniendo en cuestión la actual partitocracia de este país, sino que además han demostrado que hay alternativas al individualismo mercantilista que nos ciega y nos arrastra.

Puerta del Sol: ciudad alternativa.

A las acampadas les queda poco tiempo de vida. A estas horas, seguramente ya se habrán autodisuelto y todo volverá a la aparente normalidad de siempre. Pero el toque de atención ha calado. De repente, parece que sí hay un futuro por el que luchar.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.