¿Dónde estás, 10 años después?

Con todo lo que está escribiendo sobre el décimo aniversario del 11-S, desde tantos y tan diferentes, complementarios, interesantes, poéticos (y, en algunos casos, cansinos y reiterativos) puntos de vista, esto que voy a escribir puede entrar dentro de la inanidad más absoluta.

Pero ahí va.

¡Me alegro mucho de que el 11-S de diez años después haya caído en domingo!

Creo que todos, estos días, hemos recordado en algún momento dónde estábamos aquel día, qué hacíamos y con quiénes compartimos aquellos momentos de zozobra, quizá las horas en que, como civilización, incluso como género humano, más vulnerables y menos poquita cosa nos hemos sentido.

Y digo que me alegro de que haya caído en domingo porque, de haber sido un día laboral cualquiera de la semana, como aquel martes, habríamos revivido esas horas con más intensidad. Quizá con demasiada.

Es lo malo que tienen los aniversarios tan señalados como éste: los recuerdos caen en cascada, echando tanto de menos a quiénes estaban aquel día y ya no están, rememorando sus palabras, sus caras, sus expresiones…

Pero no. No vamos a hacer arqueología sentimental con el 11-S.

Porque hay otra cosa que también puede llegar a agobiar de un aniversario como éste:

¿Dónde estabas, entonces, y dónde estás ahora?

Y no me refiero a un “dónde” geográfico, ni muchísimo menos.

Más allá de ser diez años más viejos… o diez años mayores, por suavizarlo un poco, ¿cómo hemos cambiado? ¿Hacia dónde? ¿Qué expectativas teníamos cuando el mundo parecía venirse abajo y qué hemos conseguido cuando la crisis parece abrir un abismo bajo nuestros pies?

No hablo ya del mundo, en general. O de nuestra sociedad, en particular. Hablo de mí. De ti. De nosotros.

Acontecimientos como el 11-S hacen que nos planteemos nuestra vida, de un plumazo. Si tiene o tiene sentido. Si la estamos aprovechando o desperdiciando. Qué nos dolería perder, de verdad; qué sentiríamos como una ausencia irreparable, en nuestras vidas, en caso de convertirnos en hombres de las cavernas.

Y, por extensión, ¿hemos cambiado algo, en estos diez años? ¿Consciente o inconscientemente? ¿A mejor o a peor? ¿Mucho o poco?

En fin.

No sé dónde pasas este 11-S. Ni con quién. Pero si tienes ganas de comentar, aquí estamos.

Jesús septembrino Lens

PD.- Otros 11-S, aunque menos simbólicos que éste, también hemos blogueado: 2008, 2009 y 2010.

BROOKLYN BABILONIA

Amor y odio. Nueva York, la ciudad más europea de los Estados Unidos de Norteamérica tiene la virtud de provocar una relación de atracción / repulsión en personas de sensibilidades muy distintas.

Nueva York, la capital de lo nuevo, de lo distinto, de lo desconocido, de lo diferente. Nueva York, la ciudad donde todo es posible, a la que escaparse para romper con el pasado y comenzar una nueva vida. Nueva York, paraíso para creadores, para científicos, para investigadores.

Nueva York, ¿metáfora, también, del horror vacui?

Babilonia. Compendio del saber, de la tradición histórica y cultural. Babilonia, donde todo comenzó. Babilonia, cuna de la civilización, meca del refinamiento y origen del conocimiento que ha llegado hasta nuestros días.

Babilonia milenaria, sabia y hedonista, luminosa, soleada. Babilonia, cuya herencia se expandió por toda Europa, hasta cristalizar en lugares como Granada, Tarifa, Tánger o el Cabo de Gata. Babilonia, naturaleza sabia y feraz, cultura eterna.

Nueva York y Babilonia son las protagonistas de una novela muy especial que José Luis Serrano ha publicado en Alcalá Grupo Editorial y en la que se confrontan dos formas distintas, casi antagónicas, ¿quizá complementarias?, de entender la vida.

Y, siempre, con el escenario de fondo del 11-S, el comienzo de una nueva era y que, para las personas de nuestra generación, supusieron el final de la inocencia, como Vietnam en los 60, o el nazismo en los 30.

En una narración no lineal y en absoluto convencional, José Luis Serrano nos cuenta la historia de Gabriel y Sara, que son las historias cruzadas de dos familias en su más amplia acepción, y de las personas que las rodean. La historia de una pasión tan desaforada como imposible y de los atajos que las personas tomamos para poder seguir avanzando por un camino que, por desgracia, termina serpenteando hacia destinos imprevistos, perdiéndose por vericuetos tan inesperados como improbables.

Una historia de supervivientes y de renuncias. Una metáfora de la vida en ruinas que queda cuando se desploman los pilares en que habíamos sustentado nuestras ilusiones, nuestros planes, nuestros proyectos.

“Brooklyn Babilonia”, en cada una de sus páginas, cargadas de electricidad, bebe del impacto que la ciudad del cristal y el acero sigue provocando en todos nosotros, igual que en el Poeta en Nueva York que la descubrió en los años 20. Una novela que, más allá de su trama o argumento, te hace relacionar vivencias, acontecimientos, imágenes, momentos televisivos, titulares de periódicos, aromas, paisajes y sonidos que son, a la vez, cercanos y lejanos, cálidos y gélidos, ilusionantes y desesperanzadores.

Una de esas novelas que te sacuden como lector, que a veces tienes ganas de dejar porque no parece conducir a ningún sitio, pero que resulta adictiva y cuya apasionante lectura es de las que no se olvidan.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.