EL CAMINO

Aunque habláramos de cuchillos, sufrimiento, extenuación y otros concepto de carácter bélico-masoquistas, la verdad más verdadera es que, de cara a esta Media Maratón de Granada, nos sentimos como críos chicos. Ilusionados y ansiosos. Dichosos por emprender el camino, teniendo muy claro cuál es nuestra meta, sabiendo que, aunque cueste, la alcanzaremos felizmente, sin tomar atajos, sin hacer trampas.


La víspera, cuesta conciliar el sueño, dormimos inquietos, excitados, nerviosos… y, el día de la carrera, antes de que suene el despertador, ya estamos en pie, vistiéndonos con nuestras camisetas Verdes antes de que haya siquiera amanecido, con ganas de empezar. Porque la felicidad está en el camino. Aunque encontremos dificultades en él, aunque pueda cundir el desánimo en un momento dado, aunque sea largo y complicado; sabemos que, al final, nos espera la mejor de las recompensas. Así que, durante la carrera, aprendemos a disfrutar de cada paso, cada zancada, cada bocanada de aire, cada trago de agua. Porque la recompensa es, también, cada kilómetro del camino.

La suerte está echada, pues. No hay vuelta atrás. La vista fija, adelante, concentrada en esa carretera que nos desafía, nos atrae, nos ilumina.

¡Allá vamos!

Jesús Lens.

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SPIDERMAN

¡Extra. Extra!

Ya se sabe quién será el próximo archivillano de Spiderman 4. Ni el Duende Verde ni Octopus fueron una amenaza tan radical para el Hombre Araña.

Ya llega.

Ya se acerca…

Raid.

Los mata bien muertos.

PD.- Gracias a Colin por pasarme un estupendo dossier de carteles publicitarios. Un abrazo, compañero.

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SUBCRIME ORGANIZADA

La columna de hoy de IDEAL, en clave crítica, claro.
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Qué cínico es el sistema. Tras más de un año de sesudos y complejísimos análisis sobre la crisis provocada por las subprime americanas, uno de los más lúcidos, sinceros y creíbles análisis de su origen no lo he leído en ningún periódico, informe o revista económica. Lo vi en la televisión. Pero no en el Bloomberg o en la CNN.

La auténtica verdad sobre esta crisis la dijo Tony Soprano cuando brindaba con un político corrupto y un respetado agente social afroamericano no menos sucio: “¡Por el gobierno federal! Nunca pensé que brindaría por ellos.” Y Tony se reía. Porque gracias al gobierno federal, había conseguido pegar un pelotazo inmobiliario de muchos quilates.

A los economistas y analistas les encanta echar la culpa de todo este caos en que estamos sumidos a la ingeniería financiera, la ausencia de controles, la falta de ética y, en última instancia, a la codicia, como si de una maldición bíblica se tratara. Y de todo ello hay, claro. Pero de lo que no se habla, quizá para no enervar aún más a los estupefactos contribuyentes que vamos a pagar el pato, es de la corrupción sistémica, el latrocinio y las tramas criminales organizadas que están detrás de tanta mandanga económico-financiera.

En un puñado de fotogramas, “Los Soprano” nos muestra cómo los mafiosos, a través de testaferros, compraban un puñado de viviendas en ruinas en barrios depauperados, por cuatro euros. Después, se ponían en manos de organizaciones sociales untadas, a través de las que solicitaban sustanciosas hipotecas a los bancos, con la promesa de hacer reformas en los inmuebles que sirvieran para “ponerlas en valor” y, de esa manera, colaborar a la recuperación de las barriadas marginales.


Los bancos, sin estudiar la operación, sin analizar la capacidad de pago de los testaferros, sin preocuparse de nada, sólo con el aval moral de la organización social de turno, aprobaban las operaciones. Porque, si salían mal, alguna instancia gubernamental se hacía cargo de la deuda. A fin de cuentas, para eso eran los programas sociales de apoyo a las minorías ¿no? Una vez desembolsado el importe de las hipotecas, los “legítimos” propietarios echaban a los inquilinos, si los había, por métodos poco ortodoxos.

Expoliaban todo lo expoliable, lo vendían y dejaban que el esqueleto de la casa se pudriera, pasto de las ratas. Y, si alguien preguntaba por la rehabilitación, la organización social que actuaba de tapadera ponía mil excusas: la violencia del barrio, problemas financieros sobrevenidos, líos burocráticos… y a nadie importaba. Porque nadie iba a pagar por esa ruina y esa estafa. ¿O sí?

Resulta que, ahora, de aquellos polvos nos ha llegado un alud de lodo que, en teoría, amenazaba con arrasar el sistema capitalista. Y me imagino a Tony Soprano, carcajeándose, cuando se anunció que el Estado se iba a hacer cargo de los llamados “activos tóxicos”. Seguro que el Capo organizó una memorable fiesta en el Bada Bing, pagada por Papá Estado. O sea, por usted y por mí, querido lector. Una fiesta a la que, por supuesto, jamás estaremos invitados.


Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
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CON EL CUCHILLO ENTRE LOS DIENTES

Lo mejor de Las Verdes es lo distintos que somos sus oficiosos integrantes. Con una afición común, correr, en todo los demás, somos de lo más variopinto. Política y laboralmente dispersos, con gustos musicales, cinéfilos y culturales casi antagónicos… somos un grupo de lo mejor avenido.


Pero incluso a la hora de afrontar esa afición común, Las Verdes somos de nuestro padre y nuestra madre. Así, cuando escucho a los Víctor, Javi o Antonio decir que van a salir a morir, con el cuchillo entre los dientes, me da pánico. Los veo como a bichos raros, extraterrestres.


¡Y ello porque yo soy un Malverde!

Sé que soy un Malverde porque no tengo la capacidad de sacrificio y sufrimiento de mis colegas. Así, en las carreras, cuando veo que José Antonio, Abel, Javi o Mario empiezan a irse… nunca soy capaz de seguirles.

O entrenando, que siempre voy acomodado. Hoy, sin ir más lejos, cuando he llegado a casa, me he dado cuenta de que me apetecía más tralla, haberme dado más caña, haber apretado las piernas y subido de ritmo.


Me consuelo pensando en que le estoy haciendo caso a Javi, que dio un consejo excelente de cara a la preparación de esta semana, previa a la gran cita del año: la Media Maratón de Granada de este domingo: “hagas lo que hagas no te cargues de kilómetros de forma que el domingo salgas con ganas de correr.” (Aquí, el Recorrido)


Sí señor. Es la idea. Hasta el punto de que estos días bromeaba con mis colegas: “Aunque he quedado en subir a comer al Hervidero el domingo con Las Verdes y sus parejas, mujeres e hijos, tras la carrera… sé que no podré cumplir con mi palabra porque estaré en el hospital, con la mascarilla de oxígeno.”

Ni que decir tiene que es una salida de pata de banco. Aunque me apetece salir con el cuchillo entre los dientes, luego no tengo ni la capacidad ni la mentalización necesarias para mantenerlo ahí sujeto, más allá de los cinco primeros kilómetros.

Hasta ahora, y con excepción de la Media Maratón del Melocotón, he venido mejorando mis marcas en la distancia de los 21 kilómetros corriendo de forma conservadora. Y, sin embargo, en esta ocasión me apetece tirarme al monte y, a riesgo de no terminar la carrera o de enfermar en ella; salir en tromba.

Sé que luego no lo haré. Me pesarán las piernas, racionalizaré y me frenaré. Pero bueno. Si el primer objetivo es terminar, el segundo es mejorar la marca de la Media Maratón de Motril y, el tercero, íntimo y sentido… bajar de la hora y los cuarenta minutos. Sin acabar tan destrozado y machacado como en la Ragua… ¡o sí! Me da igual, sinceramente, reventar.

¿Seremos capaces?

La respuesta, el domingo… y ya veremos si terminamos en condición de escribir algo.

Jesús Lens… pensando en Verde.

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